La Palabra de Dios nos guía 3a6p4j

Por esta causa, también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de Gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que Él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo Principado y Autoridad, y Poder y Señorío, sobre todo Nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero, y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena en todo.

Hola amigos, un día más con todos vosotros, compartiendo unos minutos la lectura de la palabra de Dios, y un pequeño comentario con vuestro permiso. Acabamos de escuchar estos versículos que corresponden a la carta de Pablo a los Efesios, capítulo 1 y versículos 15 en adelante, y que tienen mucho que ver con lo que hemos escuchado en las lecturas de los últimos días, en las que hemos sido testigos de las apariciones de nuestro Señor Jesucristo después de su resurrección de entre los muertos, de sus advertencias, de sus promesas, y de su ascensión a los cielos, y al final la promesa de enviarnos casi de manera inmediata al Consolador, al Espíritu Santo, a fin de que nos dé entendimiento, comprensión y sabiduría de su palabra, para llevarlo a cabo en nuestras propias vidas, y para dar conocimiento de la misma a toda aquella persona que quiera escucharnos. Sin Espíritu Santo no hay ninguna posibilidad de comprender, de entender y de aplicar a nuestra vida esa palabra de Dios.

Pablo les está diciendo a los Efesios que no para, que no cesa de dar gracias a Dios por ellos, que no para de rezar por ellos. ¿Y para qué? ¿Para que tengan más dinero, más poder, más tierras, más posesiones materiales? No, nada de eso, sino para que les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, de nuestro Señor Jesucristo, para que alumbre su entendimiento, para que les abra los ojos del alma, del corazón y del cerebro, para que conozcan las riquezas, las verdaderas riquezas espirituales que les esperan, espirituales y de vida eterna, para que conozcan la verdad, la verdad más verdadera, la de Dios y no la de los hombres. Y es que esto no es nada fácil ni sencillo.

Sobre todo, seguro que a vosotros os pasa lo mismo, a muchos de vosotros, a la vista de las experiencias que personalmente voy teniendo y seguro que vosotros también a lo largo de los años, cuando hablo de Dios, del Evangelio, de nuestro Señor Jesucristo, de su palabra, de lo que Él nos dice, de lo que Él nos pide, de lo que está escrito en la Biblia. Y que no se corresponde, en muchísimas ocasiones, con lo que la gente sabe y dice conocer de Dios. Porque resulta, y esto lo he repetido varias veces, en vez de leer la Biblia, se han dedicado a creer como verdad, con minúsculas, las palabras que les han dicho los hombres, que dicen que hablan en nombre de Dios. Pero que, en realidad, lo que hacen es hablar por boca de otros hombres, que han establecido la costumbre por encima de la palabra de Dios.