
Descripción de Lidt10 2x4e6n
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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Audiolibros y más presenta
La Isla del Tesoro
Un libro escrito por
Robert Louis Stevenson
Sexta parte
El Capitán Silver
Capítulo 28
En el campo enemigo
El fulgor rojizo de la antorcha
alumbrando el interior del fortín
confirmó mis más negros presagios.
Los piratas eran dueños de la casa y las provisiones
y allí estaba el barril de aguardiente,
la carne de cerdo y la galleta.
Lo mismo que antes y,
lo que aumentó cien veces mi horror,
no había la menor señal de prisioneros.
No podía pensar sino que todos habían perecido
y mi corazón se contristó por no haber estado allí
para morir con ellos.
Había en total seis bucaneros,
ni uno más había quedado vivo.
Cinco de ellos estaban en pie,
con las mejillas encendidas
y los ojos hingeados,
despertados de pronto en el primer sueño de la borrachera.
El sexto solo se había levantado sobre un codo,
tenía una palidez mortal
y las vendas ensangrentadas de la cabeza
indicaban que hacía poco que había sido herido
y menos aún que se había curado.
Me acordé del que recibió el tiro
y volvió corriendo al bosque durante el gran ataque
y no dudé de que era el mismo.
El loro estaba posado,
atusándose el plumaje
en el hombro de John el Largo.
Este me pareció más pálido y preocupado que de costumbre.
Aún llevaba el traje de rico paño
con el que había cumplido su misión,
pero muy estropeado por su uso,
lleno de barro y rasgado por las agudas arsas del bosque.
¡Vaya, vaya!
¡Aquí tenemos a Jim Hawkins!
¡Así revientan mis cuadernas!
Bien es como quien dice,
de visita, ¿no?
Bueno, pues esto da una prueba de amistad.
Con esto se sentó en el barril de aguardiente
y empezó a cargar su pipa.
¡Ah!
¡Acérqueme una té encendida, Dick!
Dijo, y después cuando la pipa ya tiraba,
añadió.
Está bien, muchacho,
tírala té en el montón de leña
Y ustedes, caballeros,
vuélvanse a acostar.
No necesitan seguir en pie por el señor Hawkins.
Él sabrá disculparlos,
pueden estar seguros.
De modo, Jim, que aquí estás.
Vaya sorpresa más agradable para el pobre y viejo John.
Me di cuenta de que eras un joven listo
en cuanto te eché la vista encima la primera vez.
Pero de verdad,
que no acabo de entender esto.
Como bien puede suponerse,
no di respuesta alguna.
Me habían puesto de espaldas a la pared
y allí permanecí mirando a Silver cara a cara,
creo que con gran valentía en apariencia,
pero con negro desconsuelo en el corazón.
Silver dio un par de caladas a la pipa
con mucha tranquilidad y prosiguió.
Ahora, Jim,
y puesto que estás aquí,
voy a decirte una cosa.
Siempre me has caído bien,
sí, señor,
por ser un niño de carácter y mi propio retrato
cuando era joven y gallardo.
Siempre he querido que te unieses a nosotros
y tuvieras tu parte
y murieses como un caballero.
Y ahora, muchacho,
no tienes más remedio que hacerlo.
El Capitán Smollett es un buen marino,
siempre lo sostendré,
pero duro en la disciplina.
El deber es el deber,
dice, con toda razón.
Procura no acercarte al Capitán.
Haz el doctor saquear de contra ti.
Pícaro desgraciado,
así es como te llamó.
En resumen,
que no puedes volverte con los tuyos
porque no quieren nada contigo,
y a menos que formes una tercera tripulación tú solito,
lo cual pudiera resultar más bien penoso.
Tendrás que unirte al Capitán, Silber.
Hasta aquí todo iba bien.
Aún vivían mis amigos,
y aunque creía en parte lo que Silber decía de su enojo conmigo
por mi deserción,
sus palabras me dejaban más consolado que dolorido.
No digo nada de que te dejes.
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