"La Leyenda de Sleepy Hollow" (y III) de Washington Irving q1p13

Historias en serio la leyenda de sleepy hollow de washington irving tercera y última parte había declinado el día cuando ikabot se presentó en el castillo de ir van tassel que encontró abarrotado con la flor y nata del condado los viejos granjeros esa sobre raza de hombres con los rostros curtidos vestían abrigos y bombachos de confección casera medias azules grandes zapatos y magníficas hebillas de peltre sus briosas pero mustias y menudas mujeres iban tocadas con gorros ceñidos y ataviadas con largos vestidos de noche enaguas tejidas por ellas mismas con tijeras y acericos y alegres faltriqueras de calico muchachas rollizas de apariencia casi tan anticuada como la de sus madres excepto por algún que otro sombrero de paja una elegante cinta o quizá una túnica blanca que dejaba entrever la innovadora tendencia de la ciudad los hijos varones vestidos con levitas de estupendos botones cobrizos en hilera y con el pelo por lo general recogido en una coleta a la moda del momento sobre todo si eran capaces de proveerse de una piel de anguila con que embadurnar la cosa que en toda la comarca se consideraba un potente nutriente y vigorizante capilar sin embargo el héroe de la escena era brom bones que se había presentado en la fiesta a lomos de su corcel darth devil una criatura que como su dueño rebosaba coraje de malicia y que nadie sino él lograba dominar bonet será de hecho conocido por preferir animales ruines dados a toda clase de triquiñuelas que hacían peligrar la cabeza del jinete de forma constante sostenía el hombre que un caballo dócil y bien adiestrado era indigno de un muchacho con agallas de buen grado me detendré a detallar el mundo de ensueño que se desplegaba ante la embelesada mirada de mi héroe mientras accedía al gran salón de la mansión de van tassel y no me refiero al corrillo de muchachas rollizas con su lujosa exhibición de rojos y blancos sino a los múltiples encantos de una auténtica y rural mesa holandesa de tela suntuosa estación del otoño bandejas rebosantes de una gama de pasteles casi indescriptiblemente variada que sólo las experimentadas a más de casa holandesas conocen entre lo ofertado esponjosas rosquillas el tierno oly kooks y el crujiente buñuelo que se desmigaja con facilidad dulces y pasteles de frutas tortas de jengibre tortas de miel y tortas de toda condición y también pasteles de manzana de melocotón de calabaza así como lonchas de jamón y cecina ahumada y por si esto no bastara exquisitas fuentes de ciruelas y melocotones y peras y membrillos por no mencionar los sábalos a la parrilla y los pollos asados conjuntamente con bolas de leche che y nata todo ello mezclado al tontón más o menos en el orden en el que lo he enumerado mientras la maternal tetera lanzaba sus brumosas nubes de vapor que dios me pille confesado más quisiera yo disponer de tiempo y fuerzas para hablar del banquete como merece así y todo estoy deseando continuar mi relato felizmente ikabot crane no tenía tanta prisa como su cronista por lo que hizo los honores a cada uno de aquellos manjares era una criatura amable y agradecida cuyo corazón se dilataba de forma proporcional a como su pellejo se llenaba de alegres viandas el buen yantar le subía el ánimo igual que otros hombres te lo sube el buen beber no podía evitar mirar a su alrededor mientras comía y reírse entre dientes al vislumbrar la posibilidad de algún día convertirse en el amo de aquel escenario de casi inimaginable lujo y esplendor llegado el caso pensaba varía la espalda a la vieja escuela se reiría en la cara de hans van ripper y de cualquier otro miserable patrón y patearía a los pedagogos ambulantes que se apostasen a su puerta y os hacen tratarlo de cólera el viejo baltus van tassel se paseaba entre sus huéspedes alegre y bien humorado con la cara redonda y jovial como luna de cosecha sus gestos de hospitalidad eran breves pero efusivos limitados a un apretón de manos una palmadita en el hombro una carcajada y un convite apremiante