30-04-2025 Os alegraréis - 10 Minutos con Jesús 6s3z61

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

Ya sólo nos quedan dos días de mayo. Se termina este mes en el que tantas cosas nos hablan de ti, Madre Nuestra. La naturaleza está ecolosionando en colores y olores. La vida, tras el invierno, se abre paso de manera imparable. Los campos exuberantes, y con ellos, y con el calor, inevitablemente miles, millones de bichitos con alas y sin ellas. Maravillas de la creación que nos hablan del Creador de cielos y tierra.

Parece que la tierra entera se despierta para alabar a su Señor. Así reza uno de los Salmos. Bendecid al Señor montes y collados. Todas las cosas que germinan en la tierra, bendecid al Señor. Mares y ríos, fuentes, bendecid al Señor. Todo cuanto vive en el mar, todas las aves del cielo, bendecid al Señor. La creación entera, parece que exclama, junto a nuestra Madre Santa María. Bendito y alabado sea nuestro Dios y Señor.

En este mes de mayo, parece que la naturaleza nos habla de las virtudes que embellecen a nuestra Madre. Llena eres de gracia, del fuego del amor de Dios en su corazón. El Señor es contigo, de la fecundidad de su vida. Bendita eres, entre todas las mujeres, porque bendito es el fruto de tu vientre, nuestro Jesús.

Un día más, junto a ti, Madre Nuestra, queremos aprender de tu Hijo. Junto a ti, abrimos el Evangelio, la buena nueva que Él nos ha traído, y leemos.

Dijo Dios, perdón, dijo Jesús a sus discípulos, nos dice a ti y a mí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre. Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora. Pero en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. Lloraréis y os lamentaréis, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

Jesús, no buscas hacer discípulos a toda costa. No eres un vendedor de humo, que busca fama, poder, como decía el Papa Francisco en distintas ocasiones. No eres un iluso que siembras falsas ilusiones, un profeta, un new age.

Nos hablas de cruz, de sacrificio, de entrega y de renuncia. Nos hablas con claridad. Lloraréis y os lamentaréis, mientras veis a otros sin la preocupación que vosotros tenéis, alegres. Es verdad, Jesús, cuesta dar la cara, mostrar con naturalidad nuestra fe, decir lo que pensamos, lo que tú nos enseñas a través de la iglesia. Cuesta vivir con coherencia nuestra fe en ti. Cuesta mucho el mandamiento del amor, querernos unos a otros como nos quieres tú. Casi nada. Qué difícil, a veces, el perdón, la paciencia.

Cuesta vivir la pureza y la castidad, también al salir con los amigos, o en el noviazgo, o en el matrimonio. Cuesta vivir con delicadeza la frecuencia de los sacramentos, de la confesión, de la comunión, y tantas otras cosas que nos exigen nuestro amor a ti, Jesús, y a los demás. Pero nuestra tristeza, nos dices, se convertirá en alegría. ¿En qué consiste esa alegría, Jesús? Nos lo dices a continuación. Sigo leyendo. También vosotros ahora sentís tristeza, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón.