Ep. 83 Psicología de la envidia. Directo 5n2320

Hola, hola. Sí. Ahora vamos a cantar. No, es broma. Bueno, vamos con el siguiente podcast que va sobre uno de los temas más interesantes y es el de la envidia. Ese sentimiento que todo el mundo ha tenido en alguna ocasión y que para entenderlo un poquito mejor, si me permitís, os voy a leer una definición sobre la envidia. Un sentimiento tan silencioso como destructivo que vive incrustado en el ADN psicológico de quien no respeta a los que destacan. Tipas y tipos con bajo interés que basan su vida en la crítica ajena con la que esconder sus vergüenzas y carencias y que andan repletas de complejos de inferioridad.

Y son muchas, sí. Y se multiplican cuando alguien consigue despuntar fruto de su trabajo, de su esfuerzo o de su intelecto. Por cada irador que a uno le sale, surge un envidioso.

Y tal y como dijo Seneca, tan grande como la turba de los iradores es la turba de los envidiosos. La envidia patológica malvive con la personalidad mediocre e inoperante.

Flaca de cualidades, con una amígdala detectora de éxitos ajenos ciclada de bilis de contrabando y con un estrabismo psicológico. Un ojo en las vidas ajenas y el otro en la propia, que no hay gafas que corrijan tamaña bizquera. Y la envidia es silenciosa. Con música de crítica en corrillos de café, con leche tostada y croissant, en la máquina de café del trabajo donde se cuchichea hasta pelarse los labios o desde el más puro anonimato de las redes sociales.

Trolles y anonimato. Un envidioso jamás va a reconocer que tus éxitos son merecidos. Al contrario, se da cuestión de la suerte o porque tienes un padrino o una ayudita externa o simplemente se refugiará para conseguir una explicación convincente en el clásico y lacónico. La vida es muy injusta. Y si eres mujer, apelará a tus rodillas peladas y dinamitará sin descanso tu reputación. Declara tu envidia y declararás tu inferioridad. ¡Viva la caspa y que viva la tiña! Dan Grima.

Muy bien. Carles. Lo ha escrito él. No, lo ha hecho la IA. Eso lo he hecho yo, sí. Gracias, Carles. Sí, lo ha escrito él. Bueno, la Wikipedia dice, o la RAE dice, que es un estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro.

Esto ya sea bienes, cualidades, otro tipo de cosas tangibles o intangibles. O, según la RAE, la tristeza o pesar del bien ajeno o como deseo de algo que no se posee. Es decir, estar fastidiado por ver cómo a otro le van bien las cosas o que consigue cierto éxito. Y ahora con Nacho vamos a ver qué tipos de envidia hay. Sí, esas zapatillas no te las he comprado. Estas zapatillas te gustan, ¿eh? Envidioso. Sí, soy un envidioso.

Y cómo me quedan, ¿eh? Sí, te quedan muy bien, Carles. Muy bien, muy bien. Dios que lo que me ponga. Sí, yo soy un envidioso. Yo he tenido la envidia igual que tú. Todos tenemos envidia, ¿no? Supongo. Sí, yo me estaba acordando antes que lo ha apuntado. Yo cuando escucho la palabra envidia, lo primero que me viene es Antonio Machín. ¿Cómo se llama? Tengo envidia de tus cosas, tengo envidia de tu sombra, de tu casa y de tus rosas porque están cerca de ti.

Qué bonito, ¿no? Y mira si es grande mi amor que cuando digo tu nombre tengo envidia de tu voz. Una maravilla. O sea que también la envidia puede servir para tener sentimientos poéticos y bonitos, ¿no? Aunque si rascas un poquito. Bueno, este es un obsesivo de cojones. Joder. Sí, es verdad. Pobre Antonio Machín. Bueno, es que hoy en día Antonio Machín o cualquiera...

A ti te da la envidia las maracas. Las maracas de Machín, sí. Pero es verdad que eso es poesía. Es muy bonito. El amor es verdad que tiene un punto obsesivo. El amor romántico es maravilloso. El amor en general, ¿no? Sin el amor la vida, la sociedad del mundo sería mierda. Sería horroroso. Pero este punto tan obsesivo que aparece ese amor mayúsculo es un poco peligroso.

Una pregunta. ¿Existe la llamada envidia sana? ¿Quién tiene envidia sana? Tengo envidia sana.