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El libro de Tobias
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ELDT: Audio relato El entierro prematuro de Edgar Allan Poe

ELDT: Audio relato El entierro prematuro de Edgar Allan Poe 6n1c24

13/3/2025 · 41:52
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El libro de Tobias

Descripción de ELDT: Audio relato El entierro prematuro de Edgar Allan Poe i654g

paypal.me/LibroTobias Tras las lecturas de “El gato negro”, “Berenice”, “El pozo y el péndulo”, “El barril de amontillado”, “El Cuervo”, “La máscara de la muerte roja” y “El corazón delator”, procedo en esta ocasión a leeros “El entierro prematuro”. Con este a son 8 los relatos de Poe que os he leído. Canciones: • “BWV 784 on celesta” de Johann Sebastian Bach • “Clair de lune on Schiedmayer celesta” de Claude Debussy Narración, edición y montaje: Asier Menéndez Marín Diseño logo Podcast: albacanodesigns (Alba Cano) ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/78636 2b4m6l

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Hay ciertos temas de interés absorbente, pero demasiado horribles para ser objeto de una obra de ficción. El mero escritor romántico debe evitarlos si no desea ofender o desagradar.

Sólo se los usa con propiedad cuando lo severo y lo majestuoso de la verdad lo santifican y lo sostienen. Nos estremecemos con el más intenso de los dolores agradables ante los relatos del paso del Beresina, del terremoto de Lisboa, de la peste de Londres y de la matanza de San Bartolomé o la asfixia de los 123 prisioneros en el Pozo Negro de Calcuta. Pero en estos relatos, lo existente es el hecho, la realidad, la historia. Como invenciones nos inspirarían simple aversión.

He mencionado algunas de las más destacadas y augustas calamidades que registra la historia, pero en ellas el alcance, no menos que el carácter de la calamidad, es lo que con tanta vivacidad impresiona la imaginación. No necesito recordar al lector que del largo y horripilante catálogo de miserias humanas podría haber elegido muchos ejemplos individuales más llenos de sufrimiento esencial que cualquiera de estos vastos desastres generales.

La verdadera desgracia, el infortunio por esencia, es particular, no difuso. Agradezcamos a Dios misericordioso que los horribles extremos de agonía sean soportados por el hombre solo y nunca por el hombre en masa. Ser enterrado vivo es fuera de toda discusión el más terrible de los extremos que jamás haya caído en suerte al simple mortal. Que ha caído con frecuencia, con mucha frecuencia. Nadie capaz de pensar lo negará.

Los límites que separan la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, vagos e indefinidos. ¿Quién puede decir dónde termina una y dónde empieza la otra? Sabemos que hay enfermedades en las cuales se produce una cesación total de las funciones aparentes de la vida, y sin embargo esa cesación es un simple suspensión para darle su justo nombre. Hay tan solo pausas temporarias en el incomprensible mecanismo.

Transcurrido cierto periodo, algún misterioso principio oculto pone de nuevo en movimiento los mágicos piñones y las ruedas de hechicería. La cuerda de plata no estaba suelta para siempre ni irreparablemente roto el vaso de oro. Pero entre tanto, ¿dónde se hallaba el alma? Sin embargo, fuera de la inevitable conclusión a priori de que tales causas deben producir tales efectos, de que los bien conocidos casos de vida en suspenso deben provocar naturalmente, una y otra vez, prematuros entierros, fuera de esta consideración tenemos el testimonio directo de la experiencia médica y vulgar para probar que realmente un gran número de estas inhumaciones se lleva a cabo.

Yo podría referir de inmediato, si fuera necesario, cien ejemplos bien probados, uno de características muy notables y cuyas circunstancias quizás se conserven frescas todavía en la memoria de algunos de mis lectores. Aconteció no hace mucho en la vecina ciudad de Baltimore, donde provocó una penosa, intensa y dilatada conmoción. La mujer de uno de los más respetables ciudadanos, abogado eminente y miembro del consejo, fue atacado por una súbita inexplicable enfermedad que burló el ingenio de sus médicos. Después de mucho padecer murió, o se supone que murió. Nadie sospechó a decir verdad, ni había ratificado.

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