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El libro de Tobias
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ELDT: Audio relato La Resucitada de Emilia Pardo Bazán

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17/4/2025 · 15:59
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El libro de Tobias

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paypal.me/LibroTobias ko-fi.com/asier24969 Emilia Pardo Bazán nació en A Coruña el 16 de septiembre de 1851. Condesa de Pardo Bazán, fue una noble y aristócrata novelista, periodista, ensayista, crítica literaria, poeta, dramaturga, traductora, editora, catedrática y conferenciante española introductora del naturalismo en España. Fue una precursora en sus ideas acerca de los derechos de las mujeres y el feminismo. Reivindicó la instrucción de las mujeres como algo fundamental y dedicó una parte importante de su actuación pública a defenderlo. Entre su obra literaria una de las más conocidas es la novela Los Pazos de Ulloa (1886). Programa especial sobre Emilia Pardo Bazán: https://ivoox.librosgratis.biz/libro-tobias-especial-emilia-pardo-bazan-audios-mp3_rf_12469459_1.html Canciones: • “Puerta del sol” de Olivier Arson (de la banda sonora de “Que Dios nos perdone”) • “As Bestas” de Olivier Arson (de la banda sonora de “As Bestas”) Narración, edición y montaje: Asier Menéndez Marín Diseño logo Podcast: albacanodesigns (Alba Cano) ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/78636 251b5j

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Ardían los cuatro blandones soltando gotazas de cera.

Un murciélago descolgándose de la bóveda empezaba a describir torpes curvas en el aire.

Una forma negruzca, breve, se deslizó al ras de las losas y trepó con sombría cautela por un pliegue de paño mortuorio.

En el mismo instante abrió los ojos Dorotea de Guevara, yacente en el túmulo.

Bien sabía que no estaba muerta, pero un velo de plomo, un candado de bronce, la impedían ver y hablar.

Oía, eso sí, y percibía, como se percibe entre sueños, lo que con ella hicieron al lavarla y amortajarla.

Escuchó los gemidos de su esposo y sintió las lágrimas de sus hijos en sus mejillas blancas y yertas.

Y ahora, en la soledad de la iglesia cerrada, recobraba el sentido y le sobrecogía mayor espanto.

No era pesadilla, sino realidad.

Allí, el féretro, allí, los cirios, y ella misma, envuelta en el blanco sudario, al pecho el escapulario de la merced.

Incorporada ya, la alegría de existir se sobrepuso a todo.

Vivía.

¡Qué bueno es vivir, revivir, no caer en el pozo oscuro! En vez de ser bajada al amanecer, en hombros de criados a la cripta, volvería a su dulce hogar y oiría el clamoreo regocijado de los que la amaban y ahora lloraban sin consuelo.

La idea deliciosa de la dicha que iba a llevar a la casa hizo latir su corazón, todavía debilitado por el síncope.

Sacó las piernas del ataúd, brincó al suelo y con la alegría suprema de los momentos críticos combinó su plan.

Llamar, pedir auxilio a tales horas sería inútil.

Y desperar al amanecer en la iglesia solitaria no era capaz.

En la penumbra de la nave creía que asomaban caras fisgonas de espectros y sonaban dolientes quejumbres de ánimas en pena.

Tenía otro recurso, salir por la copilla del Cristo.

Era suya, pertenecía a su familia en patronato.

Dorotea alumbraba perpetuamente con rica lámpara de plata a la santa imagen de nuestro Señor de la penitencia.

Bajo la capilla se cobijaba la cripta, enterramiento de los Guevara Benavides.

La alta reja se columbraba a la izquierda, afiligranada, tocada a trechos de oro rojizo, rancio.

Dorotea elevó desde su alma una depracación fervorosa al Cristo.

¡Señor! Que encontrase puestas las llaves.

Y las palpó.

Allí colgaban las tres el manojo, la de la propia verja, la de la cripta, a la cual se descendía por un caracol dentro del muro, y la tercera llave, que abría la portezuela oculta entre las tallas del retablo y daba a estrecha calleja, donde erguía su fachada infanzona el caserón de Guevara, flanqueado de torreones.

Por la puerta excusada entraban los Guevara a oír misa en su capilla sin cruzar la nave.

Dorotea abrió, empujó.

Estaba fuera de la iglesia.

Estaba libre.

Diez pasos hasta su morada.

El palacio se alzaba silencioso, grave como un enigma.

Dorotea cogió el aldabón, trémula, cual si fuese una mendiga que pide hospitalidad en una hora de desamparo.

Esta casa es mi casa en el mundo.

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