
Descripción de Capítulo 82. El cronista viene de la ópera 5581s
Audiolibro presentado el 30 de abril de 2025, en la Biblioteca Insular de Gran Canaria, con motivo del centenario del fallecimiento de Alonso Quesada. 3150
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
El cronista viene de la ópera.
Cuando la gente sale de la ópera, va convencida de que ha oído una cosa extraordinaria.
La gente cree de buena fe que esa música de jarabe y de sopor con los equilibrios fonéticos de los tenores es algo bello y trascendental.
Y por eso, todos marchan con un aire solemne y religioso por la calle.
Han salido ungidos del Templo del Arte.
Nosotros también fuimos a ungirnos esta noche, pero como nuestro natural es algo selvático, en lugar de ocupar uno de esos escarlatas silloncitos del patio, escalamos el paraíso de los zapateros y los inteligentes.
Porque hasta allí llegan los óleos sagrados.
Están en el tercer acto de Rigoletto.
Un hombre terrible y jorobado y con antiparras medio ebales increpa a una mujer de bata.
Unos hombres calvos y catarrosos guardan una puerta cantando un motete.
Otro hombre fúnebre vestido de negro pasa incomodado entre unos alabarderos.
¿Qué le pasa a este hombre? ¿Por qué sale así sin esperarlo nadie? ¿Es un hombre triste? ¿Melancólico? No, no, porque él va cantando.
El jorobado está furioso con este hombre y lo increpa, pero él canta, a mí, pring, y se aleja por el foro.
El jorobado se queda algo molesto con este desaire del hombre vestido de negro, pero ¿qué va a hacer si no lo puede alcanzar? Y no lo podrá alcanzar porque otro hombre, que está metido en una concha colorada, no lo deja salir.
¡Qué fatalidad la del jorobado! Este jorobado sufre un karma.
Él quiere seguir al hombre fúnebre y el otro hombre de la concha, que debe tener un poder misterioso, le retiene en la sala.
Entonces la orquesta se agita nerviosa de acordes y el viejo de las antiparras corre a la puerta central, amenazador y apocalíptico.
La mujer de bata se interpone cubriendo la puerta con su espléndido cuerpo, porque es una mujer bella y espléndida, hay que reconocerlo así.
¿Y qué ocurre después de estas cosas extrañas? Pues ocurre que unos señores de smoking se ponen a aplaudir frenéticos en las butaquitas coloradas.
Y los que estaban haciendo aquellas cosas raras, salen encantados a hacer unas cortesías.
Todos salen. El hombre aquel que se llevaron preso también sale.
¿Y cómo un hombre que lo llevan preso de aquella manera se puede escapar tan fácilmente? Este hombre debe ser un brujo. Ya lo habíamos sospechado.
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