
Descripción de Capítulo 0. Prólogo j4w19
Audiolibro presentado el 30 de abril de 2025, en la Biblioteca Insular de Gran Canaria, con motivo del centenario del fallecimiento de Alonso Quesada. 3150
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Crónica del libro o prólogo de las crónicas.
Este libro no se regala a ningún amigo.
Los amigos están obligados a comprar los libros de uno.
Aparte de que el capital que se desembolsa es muy pequeño, sería cosa de escortez no comprarle al estimado amigo su libro, que encima puede tener gracia y lo que dirá será cierto y pintoresco, como cosa de la tierra que es.
Advierte, pues, el autor de este libro a todos sus amigos que ha de enviárselo a su casa para que lo compren de grado o de compromiso, ya que es costumbre hacerlo así en la ínsula de nuestros mayores.
Poco lector hay, más ninguno que se tome el trabajo de pasar por las librerías.
Y así el libro ha de entrarse en las casas como la mujer de las fregaduras.
El autor agradece de antemano esta compra, pero no se enojará con los que no lo compraren.
Él sabe que algún pequeño desengaño se llevará, y desde luego sabe también las respuestas que darán algunos clientes sorprendidos de que por su casa entre un libro y no un pequeño saco de antracita.
El autor no regala este libro porque el producto se dedica a un fin benéfico.
El fin benéfico de sí mismo, pues él vive de la escritura pública, como otros de sus secretarías y otros de sus ultramarinos y otros de sus padres.
Al comprar el libro, los amigos del autor hacen una cosa justa, pero si ellos desean tener el autógrafo del literato que compuso estas páginas, el literato no tendrá inconveniente en firmarles una dedicatoria afectuosa siempre que acredite el lector el gasto de sus dos pesetas.
Es un poco triste verse uno obligado a hacer estas advertencias al amigo.
El amigo cree que nosotros somos personas de valer y hasta suele decirnos «Yo no sé cómo usted está aquí y no se ha ido donde tenga usted más campo».
Pero aunque nos estima mucho, no nos lee y no nos compra el libro.
Nuestra fama llega a él por referencia o por un apodo o nombrete que hayamos puesto en el casino con más o menos gracia.
Sin embargo, creemos que el empeño de nuestro amigo en que busquemos más campo es un empeño noble, aunque pudiera ser también un modo de tenernos lejos para evitarse la compra de nuestro libro.
De todos modos, ha de saber el amigo que este libro será el único libro que nos compre.
No publicaremos ninguno más.
Palabra.
Dos pesetas, por otro lado, se gastan sin saberlo uno, y el libro no está tan mal que no merezca el regocijo y las dos pesetas de un honesto tenedor de libros, o de un honesto comisionista, o de un mercader no tan honesto.
Acabaremos.
Nos queda el consuelo de saber que las damas que vivan con nuestro amigo se quedarán encantadas con el libro.
Ellas seguramente han de decir «Jesús, hija, igualito, igualito como habla uno, idéntico.
Yo no sé cómo este hombre nos ha copiado tan bien.
Este hombre nos ha copiado tan bien.
Ese hombre que no va a ningún sitio.
Ni al casino, ni al club, ni a las verbenas, ni al parque, ni a nada.
Ni a bailes.
Y que siempre parece que va enfadado.
Fíate, niña, fíate.
Donde menos se piensa, salta la liebre.
Sí, señoras, la liebre salta donde menos se piensa.
Ahora que esta vez salta desde donde se piensa regular.
Y no cuesta más que dos pesetas.
Y el autor, tratadito, no tiene tan mal humor como parece a primera vista.
Que, por cierto, la tiene muy mala.
Gil Arrivato o Felipe Centeno
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