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No sé bailar, pero aquí estoy
Avaricia, codicia y estulticia

Avaricia, codicia y estulticia 5b4r3i

14/5/2025 · 04:13
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No sé bailar, pero aquí estoy

Descripción de Avaricia, codicia y estulticia 2e5h4i

Así, nunca vas a ir a ningún lado. Seguro No bases tu crecimiento en el deseo de ver fracasar a los demás Léelo aquí 70d6d

Lee el podcast de Avaricia, codicia y estulticia

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Bienvenidos a un nuevo episodio de No sé bailar, pero aquí estoy.

¿Sabías que la codicia y la envidia en los negocios nos cuestan más de lo que imaginamos? Sí. Muchos estudios muestran que las empresas pierden mucho dinero cada año por decisiones basadas en estos impulsos destructivos. Así que voy a contarte una historia que revela exactamente por qué ocurre esto. Imagínate esto. Un gran inversor, un tipo con visión, con ganas de apoyar a empresas prometedoras. A su lado, siempre estaba su leal asesor, uno de esos que siempre tienen un plan. Su misión, encontrar negocios con potencial.

Un día, ese asesor se cruzó con dos propietarios de negocios. Uno era el típico avaricioso, que dice que nunca tiene suficiente. El otro, bueno, era el clásico envidioso, el que no podía soportar que a otros les fuera bien. El asesor, con esa calma que da la experiencia, les hizo una propuesta que sonaba casi mágica. Les doy una oportunidad única. El que pida primero algo para su empresa, el otro recibirá lo mismo. Pero por duplicado. ¿Qué crees que pasó? El avaricioso, como era de esperar, se quedó callado. En su mente los números no paraban de girar. Pensó.

Si espero, si dejo que el otro hable primero, podré sacar ventaja y obtener el doble. Sí, mejor que él elija primero. El envidioso, por su parte, tampoco dijo nada. La idea de que su rival pudiera tener más que él le quemaba por dentro. Así que ambos se quedaron en silencio mirándose, mientras el asesor empezaba a perder la paciencia.

Después de un rato, el envidioso, consumido por su propia amargura, tomó una decisión drástica. Con voz firme, casi desafiante, dijo «Quiero perder la mitad de mis clientes». Y así fue. Perdió la mitad de su mercado. Pero, como la propuesta lo establecía, el avaricioso recibió lo mismo. Por duplicado.

Imagínate la cara del codicioso cuando, de repente, se quedó sin clientes. Angustiado, desesperado, sin saber qué hacer. El leal asesor, con una mezcla de decepción y satisfacción, regresó con el gran inversor. Le contó todo. «He comprobado que la codicia y la envidia ciegan a los líderes. Les llevan a tomar decisiones que no sólo perjudican a los demás, sino también a sí mismos». El gran inversor, tras escuchar la historia, decidió buscar otras empresas en las que invertir. Aquellos dos propietarios, cegados por sus propios defectos, habían perdido una oportunidad única. Y aquí está la enseñanza de esta historia.

Si eres demasiado avaricioso, terminarás perdiendo oportunidades por querer siempre más. Si eres demasiado envidioso, tomarás decisiones autodestructivas, cegado por tu propio resentimiento. Ten muy presente que el éxito no se construye sobre el deseo de ver fracasar a los demás, sino que se construye colaborando, compartiendo y creciendo juntos. Así que, la próxima vez que te enfrentes a una decisión importante, recuerda esta historia. Porque al final, lo que más cuenta no es lo que obtienes, sino cómo lo obtienes. Si te gustó este nuevo episodio, no seas avaricioso. Compártelo.

Nos escuchamos en el próximo episodio de No sé bailar, pero aquí estoy.

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