Trending Misterio
iVoox
Descargar app Subir
iVoox Podcast & radio
Descargar app gratis
Cuentos para ALMA
20.- Nirali y la gran nube

20.- Nirali y la gran nube 1y5d38

21/5/2025 · 07:55
0
11
Cuentos para ALMA

Descripción de 20.- Nirali y la gran nube 5r6h6r

"Nirali y la gran nube" Cuentos educativos de EDELVIVES. Mensajeros de Igui. Música: https://www.youtube.com/watch?v=-0fLpugtpJI La Tierra sin contaminación 2s3y1e

Lee el podcast de 20.- Nirali y la gran nube

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Nidali y la gran nube Cuenta una vieja leyenda que el aire debe oler a plantas, a frutas, a hierba, a madera, a piedras mojadas, pues ese es el olor de la madre tierra.

Pero un día, Saraki, que llevaba mucho tiempo sin visitar la India, decidió que había llegado el momento de visitar aquel país.

Su primer destino en la India fue Nueva Delhi, la capital.

Nada más llegar allí, notó que le costaba respirar.

Edificios, calles y parques estaban envueltos en una gran nube densa y oscura que impedía ver el cielo.

La ciudad se había convertido en un sitio insalubre.

En medio de aquella nube, Saraki empezó a sentirse mareado y decidió marchar cuanto antes.

Agitó sus alas y echó a volar.

Sin dudarlo, fue al encuentro de Nidali.

Nidali era una niña india que vivía en una pequeña aldea lejos de la ciudad.

Cuando la encontró, Saraki le contó lo que había visto, pero a Nidali le resultaba difícil imaginar una ciudad así.

—No exagero, con semejante contaminación no se puede respirar, le aseguró el pájaro de los mil colores.

—Está bien, Saraki, te creo, pero quiero verlo yo misma.

¿Me llevas hasta allí? Respondió finalmente.

Y a la mañana siguiente partieron los dos rumbo a la gran ciudad.

Apenas habían caminado unos cuantos metros, Nidali sintió que los ojos le escocían y la garganta le picaba.

Una especie de bruma gris lo envolvía todo.

Circulaban tantos coches por las calles que a duras penas podían avanzar.

Los atascos duraban horas y muchos de los conductores se asomaban por las ventanillas y chillaban furiosos.

—Vaya, es como si no recordasen para qué sirven las piernas, comentó Nidali viendo todo aquello.

—Ni siquiera se preguntan si realmente lo necesitan.

Pero de pronto la expresión de Nidali cambió, y sus ojos empezaron a brillar de una forma especial.

Algo se estaba cociendo en aquella cabecita.

Saraki lo notó, pero aún así permaneció en silencio, esperando a que Nidali dijese su idea.

Finalmente, la niña miró con una sonrisa cómplice a su compañero, y dijo… —Tengo una idea, ven conmigo.

Necesitamos un rotulador grueso, tijeras y tela blanca.

En una tienda cercana encontraron todo lo que buscaban, y se sentaron en un banco de la plaza, impacientes por iniciar la tarea.

Cortaron unos cuadrados de tela bastante grandes, y pasaron mucho rato escribiendo y dibujando hasta que se acabó la tela.

En aquellas pancartas escribieron, ¿realmente necesitas el coche? La idea era que los conductores reflexionaran sobre la necesidad real de utilizar el coche.

Durante la noche, Saraki se encargó de colgar los carteles en los balcones y en las farolas.

Cuando los más madrugadores salieron de sus viviendas, podían verse unos cuantos carteles distribuidos por la ciudad, pero nadie se fijó en ellos.

¡Oh, qué pena, no han sido suficientes! ¡Venga, tenemos que hacer más! Resolvió Nirali, dispuesta a seguir intentándolo.

Compraron más tela e hicieron más pancartas.

Pasaron el día tareados, y al llegar la noche, Saraki no paró hasta colgar las nuevas pancartas.

Cuando salió el sol, se levantaron para comprobar si en esta ocasión habían tenido éxito.

Sin embargo, el resultado fue el mismo.

Las calles estaban abarrotadas de coches y la nube gris seguía sobre sus cabezas.

¿Cómo era posible que no hubieran aquellas pancartas? Un poco desanimados, ya no sabían qué hacer, cuando un niño, asomado por la ventanilla de un coche, señaló con el dedo a uno de sus carteles.

¡Mira, papá, mira, papá! Le pidió a su padre.

El hombre elevó la vista hacia donde apuntaba su hijo.

Al leer aquella frase, se rascó la barbilla y dudó un instante si realmente necesitaba el coche.

Y aunque siguió su camino sin más, aquella pregunta se instaló en su cabeza.

Comentarios de 20.- Nirali y la gran nube l424b

Este programa no acepta comentarios anónimos. ¡Regístrate para comentar!
Te recomendamos
Ir a Hijos y educación