10-"Las crónicas de Esther" de Vicente García. Capítulo 10. Audiolibro. Distopía. Ciencia Ficción. 6a6j1y

Capítulo 10 Las clases se reanudaron con normalidad y el instituto era un hervidero de emociones tras el breve periodo vacacional.

Todos los alumnos relataban lo que les había acontecido durante aquellos cuatro días, aunque ninguna historia hubiera podido rivalizar con la de Jack y Esther, quienes, por desgracia, no podían contarla ni a sus más allegados.

Conforme avanzaba el día, la noticia fue la ausencia de varios alumnos en clase y la desaparición de Alexa.

Según algunos compañeros, Thomas y Ristie habían enfermado durante el fin de semana, mientras de Alexa no se sabía absolutamente nada.

Resultaba muy infrecuente que algún alumno faltara a clase, por lo que alrededor del mediodía su asiento vacío en el aula fue llamando más y más la atención y suscitando todo tipo de especulaciones, a cada cual más bizarra.

Sólo Jack y Esther conocían la verdad y precisamente ellos eran los únicos que no podían hablar del tema.

Durante la hora del refectorio, Esther se dispuso a comer con sus compañeras del equipo de animadoras.

En ese momento, las teorías sobre la desaparición de Alexa ya iban desde su posible secuestro a manos de un grupo de mutantes durante una incursión nocturna hasta la haber sido encontrada en la cama rodeada de estupefacientes.

Caroline, la segunda del equipo de animadoras, había permanecido callada hasta el momento, elucubrando mentalmente su teoría en base a todo lo que había ido escuchando.

Sin duda, si equivocáis, me da la sensación de que ha sido trasladada a un centro de reinstauración cerebral dijo mientras se llevaba el tenedor a la boca.

Estaba claro que necesitaba algunos ajustes neuronales en aquel pedazo de cabeza que tenía.

De paso, espero que le arreglen un poco la cara porque era fea de narices, añadió Sonia, la mejor amiga de Caroline.

Amorfa, diría yo, puntualizó Caroline mientras soltaba una grotesca carcajada intentando recordar infructuosamente de quién estaban hablando.

Amorfa, ¿y qué significa eso?, preguntó otra de las animadoras.

No estoy muy segura, seguro que algo muy feo.

Creo haberlo oído alguna vez, respondió Caroline.

Y el color de su piel, tan oscuro y de modé, añadió Sonia.

Ni siquiera sé si la consideraría humana.

¿Alguien sabe si hay animales como los humanos? Que lo parezcan, pero que en realidad no lo sean.

Esther había permanecido callada, guardando silencio.

Procuraba no intervenir cuando se suscitaba algún debate de esa índole durante las comidas, pero aquello era demasiado.

¿Pero a vosotras qué os pasa? Me parece alucinante lo que estoy escuchando.

Hacía mucho tiempo que no oía tantas tonterías juntas.

Vengo, Esther.

No seas aguafiestas, suplicó Caroline, que conocía la parte empática de su compañera.

Pero si incluso le costaba hablar.

No me esperaba algo así de ti.

Hoy pareces...

Diferente, ratificó Sonia.

Si sigues así, creo que deberíamos votar para que dejes de ser nuestra jefa.

No hace falta ponerse así, de verdad, dijo Caroline.

Segura sobre de quién caería la candidatura si se cuestionaba a Esther y con pocas ganas de ostentar aquel título.

Además, Esther era mucho mejor que ella y lo sabía.

Todos lo sabían.

Era más lista, más elegante, más inteligente y, sobre todo, sabía dirigirlas a la perfección.

Por no hablar de que ella odiaba la responsabilidad y era consciente de sus propias limitaciones.

Ya sabemos que Esther tiene un corazón enorme y sólo ve lo bueno en los demás, añadió, aunque en realidad le parecía algo extraño.