15-"Las crónicas de Esther" de Vicente García. Capítulo 15. Audiolibro. Distopía. Ciencia Ficción. 716h4n

Capítulo 15. Caroline había dedicado gran parte de las últimas 24 horas a intentar hacerle la vida imposible a Esther, recordándole su condición perdida de jefa de animadoras en un intento por provocarla y ver si, herida en su orgullo, decidía regresar al puesto. Pero por extraño y frustrante que pudiera parecer, todo indicaba que le daba igual.

Desde que había regresado del periodo vacacional, se había comportado de un modo extraño, más incluso de lo habitual en ella, y la guinda había sido aquella renuncia voluntaria de su cargo al frente de las animadoras. De modo que, en un intento por buscar alguna manera de minar la moral de Esther, había intentado una frase con la que intentar humillarla en clase de valores morales cuando le llegara su turno de palabra. Nada grave, solo lo suficiente para irritarla un poco y ver si la hacía reaccionar.

Caroline se consideraba una persona traviesa, pero no malvada. Estaba nerviosa ya que llevaba toda la mañana concibiendo aquel plan que estaba a punto de ejecutar cuando dos figuras vestidas de escrupuloso negro irrumpieron en la clase. Eran altos, fuertes y caminaban con arrogancia.

Tras abrir la puerta y observar a todos los presentes, caminaron al unísono hasta la profesora Rebeca, a la que dirigieron unas breves palabras en voz muy baja.

—¿Esther? —preguntó Rebeca con aspecto afectado.

—Sí, profesora.

—Estos caballeros preguntan por ti. Al parecer tienes que acompañarlos —dijo con voz casi imperceptible. —¿Están seguros de ello? —les preguntó sin obtener respuesta.

Esther permaneció inmóvil en su sitio, entre asustada y preocupada, imaginándose lo peor.

Varios segundos más tarde, los dos hombres, impacientes, se aproximaron hasta ella y, sujetándola por los brazos, la comenzaron a arrastrar fuera de la clase. Fue entonces cuando reaccionó Jack. —¿Se puede saber qué están haciendo? —exclamó enfadado y desafiante.

—Hacemos justicia en nombre de Iris —respondió con tono grave uno de ellos.

—La justicia que hemos de aplicar ante un delito de traición —respondió el segundo, provocando un gran revuelo entre los alumnos presentes en la sala.

—¿Esther? ¿Traición? —preguntó Carola en incrédula.

—Imposible. No cuela. Yo quisiera ella ser capaz de algo así.

Jack se aproximó amenazador a uno de los hombres que se detuvo al verle acercarse.

—Joven, le recomiendo que no dé un paso más —dijo alargando el brazo para detenerle.

Aquel hombre era enorme y la fuerza que parecía poseer debía ser descomunal. Ni siquiera Jack fue capaz de moverle un centímetro mientras su compañero obligaba a su novia a subir a un deslizador. Ha tenido mucha suerte esta vez, joven. Puede que la próxima vengamos a por usted.

Nadie en la clase dijo nada, hasta que al cabo de unos segundos intervino Carola en con su estridente tono agudo. —¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué no ha molado nada? Se ha llevado a Esther la fantástica diciendo que era una subversiva.

—Debía ser un error —dijo la profesora. —¿Un error de Iris? Imposible. Sabe usted que ella no se equivoca nunca —dijo uno de los alumnos. —Y no es muy recomendable hacer este tipo de valoraciones en público. —Es súper injusto. ¿Qué pasará ahora? Pero nadie respondió a Carola. Jack se limitó a mirar durante un instante hacia el horizonte, por donde había desaparecido minutos antes el vehículo gubernamental. Minutos más tarde, y a pesar del intento de su profesora Rebeca por detenerlo,