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CURSO DE APRECIACIÓN MUSICAL
05 El ritmo: Pulsos, compases y métricas

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5/5/2025 · 05:16
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CURSO DE APRECIACIÓN MUSICAL

Descripción de 05 El ritmo: Pulsos, compases y métricas 2o5w3p

Hacer un curso de apreciación musical es importante porque nos enseña a escuchar con atención, sensibilidad y comprensión, permitiéndonos disfrutar la música de forma más profunda. No se trata solo de reconocer estilos o instrumentos, sino de entender cómo funciona la música, cómo nos emociona y qué nos dice sobre las culturas que la crean. A través de la apreciación musical, ampliamos nuestro oído, cultivamos nuestra inteligencia emocional y desarrollamos una mayor conexión con el arte, con los demás y con nosotros mismos. Es una forma de enriquecer la vida cotidiana y despertar la capacidad de asombro. 6he2

Lee el podcast de 05 El ritmo: Pulsos, compases y métricas

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

CURSO DE APRECIACIÓN MUSICAL EL RITMO. PULSOS, COMPASES Y MÉTRICAS A ver, imagina intentar entender el cuerpo humano sin hablar del corazón.

Pues algo parecido pasa con la música si olvidamos el ritmo.

Es como el motor, ¿no? Es el latido que organiza todo, todo el sonido en el tiempo.

Hoy vamos a meternos justo ahí, a ver cómo el ritmo da forma a la música.

Y cómo, bueno, entenderlo nos ayuda a escucharla mejor, a disfrutarla más.

Y la base de todo, el principio, es el pulso.

El pulso es esa cadencia regular que notamos casi sin querer, ¿sabes? Lo que marcamos con el pie, como un metrónomo que llevamos dentro.

Y claro, ese pulso va a una velocidad, el tempo.

A veces se dice alegro, andante, términos más clásicos.

Pero hoy es muy normal hablar de bits por minuto, los BPM.

Se nota mucho la diferencia de energía, ¿no? Entre algo lento, a 60 BPM, y un tema pop a 120.

Define el rollo inicial.

Exactamente.

Y sobre esa base, sobre ese pulso que sigue y sigue, la música crea, bueno, estructuras.

Ahí es donde entra el compás.

Agrupa los pulsos en ciclos que se repiten.

Pero lo más importante son los acentos.

Unos pulsos tienen más peso.

El compás más común, el 4-4, tiene el acento fuerte en el primer tiempo.

Uno, dos, tres, cuatro.

Y eso da una sensación muy estable, muy de base sólida.

Sí, sí, es como el estándar, ¿verdad? Lo oyes por todas partes.

Pero qué interesante cuando eso cambia.

El 3-4, por ejemplo.

El vals.

Eso, el vals.

Tiene un aire más circular, ¿no? Como que flota más.

Sí, menos anclado, quizás.

O el 2-4, que es súper directo.

Como una marcha.

Pum, pa, pum, pa.

Muy marcial, sí.

Y ya si nos metemos en compases como el 5-4 o el 7-8, uf.

Ahí la cosa se pone interesante.

Introducen una irregularidad, una simetría que crea tensión.

Se usa mucho en cierto jazz o en músicas folk de algunas zonas.

Exacto, como la música balcánica, por ejemplo.

Elegir el compás ya es una decisión expresiva muy potente.

Totalmente.

Y podemos ir incluso a más detalle.

Dentro de cada pulso, la subdivisión.

O sea, cada golpe se parte en dos, binaria, o en tres, ternaria.

Vale.

Esto que parece muy técnico cambia radicalmente el carácter.

El swing, el groove.

Claro.

Piensa en una marcha militar, muy binaria, muy cuadrada.

Y ahora piensa en una bulería flamenca.

Uf, nada que ver.

Es ternaria.

Tiene ese aire elástico, ese flujo tan particular.

Pillarle el punto a esto.

Enriquece muchísimo la escucha.

Te hace sentir lo distinto.

Además, y esto es importante, hay que mirar más allá de Occidente.

Ya.

Conceptos como la polirritmia, por ejemplo, muy común en África.

Varias capas de ritmo a la vez.

Que conviven.

Exacto.

Es una riqueza increíble.

Desafía la idea de un único ritmo principal.

Mmm.

O los talas de la India.

Ciclos rítmicos larguísimos y complejos.

Requieren otro tipo de escucha, ¿sabes? Más abierta, menos centrada en lo que esperamos aquí.

Fascinante.

Y si volvemos a nuestra tradición, a Occidente.

También vemos cambios, ¿no? Claro, una evolución.

Del renacimiento, quizá con un ritmo más fluido, menos marcado.

Sí.

Al barroco, que ya define mucho más la métrica.

Y luego, bueno, el romanticismo con el rubato.

Esa flexibilidad en el tempo.

Eso, esa libertad para darle emoción, para respirar.

Y ya, en el siglo XX, las exploraciones de gente como Stravinsky y Partock, jugando con la irregularidad, los acentos inesperados.

Rompiendo moldes.

Totalmente.

Y fíjate, todo esto conecta directamente con la música de hoy.

Por supuesto.

El rock, el funk, el funk y sus síncopas.

El groove del funk es pura subdivisión y acentuación peculiar.

El hip-hop, con esos beats tan potentes y marcados.

La electrónica y sus patrones.

Que te atrapan, ¿verdad? Sí.

Cada género tiene su identidad rítmica súper definida.

Al final, el ritmo es quizá la puerta más física, más directa para entrar en la música.

Es lo que te mueve el cuerpo.

Sin duda.

Sin duda.

Si tuviéramos que resumir, diríamos que el ritmo es como el esqueleto temporal de la música.

¿Le da estructura? Sí.

Pero también dirección, carácter.

Pero no es solo técnica, ¿eh? Es conexión.

Física y emocional.

La música nos hace movernos, claro.

Pero también crea comunidad.

Bailar juntos, aplaudir a la vez en un concierto.

Es el ritmo compartido lo que nos une.

Es verdad.

Al final, escuchar el ritmo no es solo contar tiempos y compases.

Es conectar con algo muy, muy nuestro.

Casi con el latido propio, ¿no? Quizá en este mundo que va tan rápido, pararse a sentir el ritmo, en la música y, quién sabe, en la vida misma, sea una forma de encontrar un poco de centro, de presencia, de escuchar con todo el ser.

Una bonita reflexión.

Sí, señor.

Da para seguir pensando en cómo nos relacionamos con el sonido y el tiempo.

Pues ha sido un placer explorar juntos estas ideas sobre el ritmo.

Igualmente.

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