
11 Reconocimiento auditivo de instrumentos 1c3h6
Descripción de 11 Reconocimiento auditivo de instrumentos g6a4
Sesión del podcast del curso de apreciación musical de la EVP 3m6f47
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Curso de apreciación musical.
El reconocimiento auditivo de los instrumentos.
Saludos.
Hoy nos metemos en un tema musical fascinante, ¿verdad? El cómo reconocer los instrumentos solo por cómo suenan.
Hemos estado viendo varios análisis y reflexiones sobre esto.
Y parece que va más allá de un simple juego de adivinar, ¿no? Cambia cómo nos relacionamos con la música.
Efectivamente.
Lo que más destacaban estos textos es que no es solo ponerle nombre al sonido, para nada.
Se trata de entender el timbre.
Esa, bueno, esa cualidad única de cada instrumento.
El timbre, sí.
Y cómo ese timbre afecta a la emoción, a la estructura de lo que escuchamos.
Es como si de repente viéramos los colores de la música.
Exacto.
El timbre, concepto clave.
Lo definen como la huella digital del sonido, ¿verdad? Eso que hace que una flauta y un violín suenen distinto aunque toquen la misma nota y al mismo volumen.
Justo.
Y aunque depende de cosas físicas, del material, la forma, para nosotros, como oyentes, es algo que se educa.
Se entrena el oído, vamos.
¿Y ese entrenamiento qué efecto tiene? Pues según leíamos, cambia cómo procesamos la música.
Pasamos de oírla pasivamente a escucharla de verdad, activamente.
Empezamos a notar las capas, las texturas, como la arquitectura de la canción, ¿sabes? Claro.
Es como las familias de instrumentos.
No son solo grupos.
No, son como paletas de colores sonoros que usa el compositor.
Pensemos en las cuerdas trotadas, por ejemplo.
El violín, tan brillante.
El contrabajo, profundo.
Pero leía sobre la viola que a menudo tiene ese punto melancólico.
Sí.
O la calidez del violonchelo.
Suena casi como una voz humana, ¿verdad? Muy expresivo.
Y hablando de expresividad, los vientos madera.
Qué mundo.
Total.
La flauta, que puede ser súper etérea o muy ágil.
El oboe, ese sonido tan particular, penetrante, un poco nasal, inconfundible.
A menudo le dan solos importantes.
Sí, es verdad.
Y el clarinete, qué versátil.
Muchísimo.
Puede sonar súper suave, a tercio pelado, o muy estridente, si hace falta.
Y el fagot, claro, grave, a veces hasta cómico.
Me llamó la atención una cosa que leí sobre los metales.
Relacionaban su forma física con su sonido y función.
La trompeta, por ejemplo, más cilíndrica.
Sonido brillante, directo.
Ideal para llamadas heroicas, ¿no? Claro.
Y en cambio, el corno francés o la trompa, que es más cónico, con esa campana grande, genera un sonido más redondo, más envolvente.
Como noble.
Eso es.
Y el trombón, con la vara, que le da una flexibilidad tremenda.
Puede ser majestuoso, lírico.
Y la tuba, pues, la base.
El soporte grave y potente.
Es que reconocer esas personalidades cambia totalmente cómo escuchas una sección de metales.
Ya no es solo ruido fuerte.
Para nada.
Y ojo, que no hemos hablado de la percusión ni los teclados.
Cierto.
La percusión es, bueno, es casi otro universo de timbres.
Desde los timbales, que se afinan, ¿eh? Sí.
Hasta los platillos, la caja, o instrumentos étnicos, que dan una riqueza rítmica brutal.
Y los teclados, el piano, el órgano, cuánta riqueza en un solo instrumento.
Incluso leímos sobre los instrumentos electrónicos.
Ah, ¿sí? Ahí el timbre ya no depende tanto de la física, sino que se diseña, se sintetiza.
Escuchar eso requiere otra atención.
A las texturas, a la producción, a cómo manipulan el sonido.
Es otro lenguaje.
Y un punto importante que salía en varios sitios.
Esta habilidad no es solo para músicos.
Cualquiera puede desarrollarla.
Exacto.
No es un don innato.
Es cuestión de prestar atención y ayuda mucho, mucho, combinar la escucha con ver quién toca qué.
En un concierto, por ejemplo.
Claro.
No se trata de pasar un examen.
No, hombre.
Se trata de disfrutar más, de pillar detalles de la composición, de valorar mejor a los músicos.
Es pasar de oír a escuchar en profundidad, ¿no? Entender esa conversación entre instrumentos.
Eso mismo.
Como si cada instrumento fuera una voz participando en un diálogo.
Entonces, resumiendo lo que hemos visto.
Educar el oído para reconocer timbres nos abre una puerta.
Una puerta a una escucha más activa, más consciente y, al final, pues más disfrutable.
Sí.
Es como redescubrir la música que ya creíamos conocer.
Exacto.
Y para terminar, una reflexión que surgía de todo esto.
A ver qué te parece.
Si afinamos el oído para estos matices en la música, ¿cómo podría eso cambiar nuestra forma de escuchar el mundo? Interesante.
Quizás empezaríamos a notar más detalles en los sonidos de la naturaleza o de la ciudad.
O incluso en las voces de la gente, ¿sabes? En sus inflexiones, en su timbre.
Descubriendo, quizá, otras capas de significado y de significación.
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