
Descripción de Viento y Verdad parte 5 1t1l1g
El Archivo de Tormentas 5 Viento y Verdad parte 5 de 6 185s21
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97. Personajes de una obra. La antiluz no es inherentemente lo opuesto a la luz habitual, ni tampoco su negativo, ni imaginaria, ni un inverso filosófico. Es una fase diferente de la misma entidad. Yo la veo más como la misma melodía, interpretada a un tiempo distinto.
Del ritmo de la guerra, primera coda, Navani Colleen. Una sombra cayó sobre Cheyenne e intentó propulsarla directa a un momento particularmente doloroso, la primera vez que vio a su madre de nuevo después de tantos años. Cheyenne se negó. Necesitaba que la visión comenzara un poco antes, para tener algo más de espacio y recordar tiempos más luminosos, antes de afrontar más oscuridad.
Podía hacer aquello y estaba decidida a ello. Era sólo que necesitaba un poco de pista antes para echar a correr. Sintió una pizca de sorpresa en los cambiantes movimientos del caos, cuando impuso su voluntad sobre la visión, pero se pasó en un instante, y Cheyenne apareció en su propio cuerpo una vez más. Estaba sentada mientras las maquilladoras reales Alephi daban vueltas ajetreadas a su alrededor.
Recordó que le había parecido curioso que existiera algo como unas maquilladoras reales oficiales. Era el día de su boda. Llevaba meses prometida con Adolin, pero el matrimonio aún no se había llevado a cabo. En parte, porque ella no se había involucrado del todo hasta después de la batalla de la explanada thaileña, cuando Dalinar había unido los reinos por primera vez.
Ese día había tenido lugar un acontecimiento glorioso. Adolin Collin había perforado la ilusión y la fachada hasta ver a la auténtica Cheyenne. Ella también lo había visto a él. Había experimentado al Adolin profundo, verdadero y atisbado el maravilloso futuro que podían tener. Y allí estaba, tensa y abrumada, mientras la preparaban para la ceremonia en sí.
Hasta que llegaron las botas. Eran el regalo de Kaladin, unas botas de su talla pero de corte y diseño militar. Cheyenne se echó a reír sosteniéndolas en alto. La tensión se alivió.
Era ambas mujeres, la Cheyenne que iba a casarse y la Cheyenne que estaba viviendo aquellas visiones otra vez. Para cualquier otra persona, ser dos mujeres al mismo tiempo quizá fuese desafiante y confuso. Para Cheyenne era sólo su vida cotidiana. ¿Sólo dos personas a la vez? ¡Qué fácil! Después de los regalos, llevaron a Cheyenne a una salita donde rezar y meditar. Ese día pasó los dedos sobre el pincel y el tintero, pensativa.
En su momento no había disfrutado de la boda tanto como habría debido. El día había estado lleno de caos y ansiedad, como gran parte de su vida en realidad. ¿Había sido la discípula de Hasna? ¿No debería haber aprendido a poner aunque fuese un pelín de orden en su vida? Sonó un canturreo a su espalda. Cheyenne se volvió y encontró a Patrón a tamaño humano, cogido de la mano con testimonio que era quien canturreaba.
—Ella quería estar aquí, contigo —dijo Patrón. —Este día, hace un año. Por desgracia tenía que seguir escondida, para protegerte. —De mí misma. —De los dolores de la vida —respondió Patrón.
—Y de la verdad, por un tiempo. —En ti, la mentira era la vida, Cheyenne. A veces las necesitamos, hasta los esprén. Eso me lo enseñaste tú. Cheyenne tomó las manos de testimonio en las suyas.
—Gracias. —Testimonio, en respuesta, murmuró algo que Cheyenne no logró entender. Se inclinó hacia ella y aguzó el oído mientras la esprén repetía las palabras. —Disfruta. —Esto.
—¿Que disfrute eso? —preguntó Cheyenne. —¿El qué? —La vida.
—¿Cómo? —Había muchísimo que hacer, muchísimo que estaba mal. Testimonio le apretó las manos mientras su Patrón rotaba a su habitual manera letárgica. —Palabras de los muertos a los vivos.
—Disfruta esto. —Me lo merezco —dijo Cheyenne, apoyando la espalda en la pared, recordando lo que había comprendido ese día. Que estaba bien ser feliz.
—¿Por qué tengo que aprender una y otra vez las mismas lecciones? No podría.
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