Una oda al mal gusto 113z2c

¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a la penúltima obsedia.

Y bueno, pues qué duda cabe que uno de los temas estrella de conversación y análisis en estos días que llevamos transcurridos de la semana, gira en torno a la reciente celebración el pasado sábado del Festival de Eurovisión.

Un evento anual que personalmente me sorprende que se siga celebrando en pleno siglo XXI.

Y lo que me sorprende aún más es la enorme audiencia y atención que acapara tanto a nivel social como a nivel mediático, dado que desde mi punto de vista pues me parece un circo cutre y chabacano carente de cualquier elemento enriquecedor a nivel cultural.

Yo lo calificaría como una especie de pasarela donde la extravagancia y la estupidez tienen más protagonismo que la propia música.

Y la palabra música, si acaso, pues voy a entrecomiarla, ¿no?, de momento.

Casualmente este sábado pasado decidí quedarme en casa junto a mi familia y no largarme por ahí de juerga como hago esporádicamente algún que otro fin de semana.

Y bueno, pues el plan de cara a la noche era cenar, como de costumbre, sobre las nueve y media.

Mientras de fondo pues tenemos sintonizado un canal de televisión en modo residual para hacernos compañía y posteriormente visualizar alguna serie o película pues antes de irnos a la cama.

En un momento puntual y por mera curiosidad se me ocurrió poner la 1 de Radio Televisión Española para ver cómo iba el tema este del Festival de Eurovisión.

Y en eso pues aparece un tío en la pantalla con un decorado de fondo como como de árboles o algo así, en blanco y negro, no sé exactamente lo que era, pues soltando ahí gorgoritos...

Que parecía una avestruz en celo.

En fin, tanto mi mujer, mi hijo, como yo mismo no pudimos más que descojonarnos al unísono y cambiar rápidamente de canal para que el daño cerebral no fuera a más.

Al día siguiente viendo el telediario de la sobrevesa nos enteramos de que el tipo de la noche anterior que vimos y escuchamos escasos segundos fue el que ganó el festival.

Nos volvimos a mirar con complicidad y nos dijimos pues hostia pues cómo serían los demás, ¿no? Dicho todo esto, en este episodio no quiero entrar a a valorar las connotaciones políticas, los amaños y todo el pasteleo subterráneo que caracteriza a este evento desde que existe prácticamente, porque sinceramente me da igual.

Me importa un carajo quién gane o no, porque para mí este tipo de festivales pues no tienen ninguna credibilidad.

Sólo quiero añadir para finalizar que catalogar el festival de Eurovisión como un acontecimiento cultural importante y trascendente me parece una grosería y un insulto a la inteligencia.

Cuando era un niño y lo veía en blanco y negro en casa de mis padres me parecía un bodrio deprimente.

Ahora, después de medio siglo y en color, me parece una oda al mal gusto, un espectáculo ridículo y sobre todo lo que más me duele y más asco me da, un atentado a la música.

Y nada más, como siempre, gracias por la escucha, que tengáis un buen día, sed felices, chao.