
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Bienvenidas, bienvenidos. Soy Javier Márquez Sánchez y os invito a tomar asiento aquí, en una mecedora, en el Porche.
En mayo o junio de 1994 yo tenía 14 años. Recuerdo más o menos la época, porque era justo antes del verano. Era la época en la que ya podías pasar las tardes, las noches, en la terraza. Y a mí me encantaba estar allí, sobre todo por las noches, y ponerme con mi padre a divagar sobre las cuestiones más peregrinas. Y una noche me dijo, mañana vas a ver esa película, te va a gustar.
Esa película era El graduado, de Mike Nichols, que habían anunciado mientras cenábamos en Antena 3, creo. Ojito, El graduado en Antena 3. Esas cosas te podían pasar en la televisión de hace 30 años, sino en la porquería de ahora. Pero bueno, a lo que vamos. Al ver el anuncio de que iban a dar esa peli, mi padre dijo que podría gustarme. Y mi madre, siempre en su papel de madre andaluza, dijo que yo era muy pequeño para esa mandanga.
Reitero, hablamos de hace 30 años. Pero mi padre, como con tantas otras cosas que él hacía y hace, me cambió la vida, sin darse cuenta cuando más tarde, sentados ambos en esa terraza, mirando al cielo estrellado, me dijo que al día siguiente veríamos juntos El graduado. La película me encantó, la banda sonora me agarró las tripas. Son Simón y Garfunkel, me dijo mi padre.
La Providencia quiso que aquella fuese la noche de un jueves, y el día siguiente, viernes, tras el instituto, me fui a pasar el fin de semana con mis abuelos paternos. Y el sábado, de paseo por el centro con mi abuelo Ángel, entramos en Sevilla Records y salí con el vinilo de la banda sonora del graduado y con el disco también del Puente Sobre Aguas Turbulentas, que me compró mi abuelo.
Es triste recordar que, por aquella época, ya pasaban por horas bajas esta tienda sucursal de Madrid Records, en Sevilla, y andaban con el 2x1. Y mi abuelo, como siempre, me regalaba libros, discos... En fin, el caso es que mi abuelo remató lo que empezó su hijo, mi padre, y me pasé pues varios días escuchando aquellos discos de manera compulsiva. Decía el gran Carlos Cano yo creo en la inspiración... perdón, no creo en la inspiración, creo en la obsesión.
Pues bien, el Puente Sobre Aguas Turbulentas me obsesionó de tal manera que yo cinéfilo hasta la médula por aquel entonces, que apenas me había interesado nunca por la música, entré en esta de cabeza. Y Samaran Garfunkel acabaría convirtiéndose en mi grupo de referencia, incluso en protagonistas, del primero de mis libros allá por el año 2004. Así que les debía un podcast. Acomodaos en vuestra mecedora porque vamos a internarnos hoy en ese Puente Sobre Aguas Turbulentas.