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Economía en Acción con Pablo Gil
The trader nº93

The trader nº93 281745

6/3/2025 · 29:23
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Economía en Acción con Pablo Gil

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº93.

Mis claves, la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha reactivado un viejo debate en la política estadounidense, la tensión entre el poder ejecutivo y el sistema de equilibrios institucionales diseñado por la Constitución.

La historia de Estados Unidos está plagada de presidentes que han desafiado los límites del poder, pero el caso de Trump es singular porque no solo cuestiona la autoridad de los tribunales sino que lo hace con el respaldo parcial del Tribunal Supremo y una narrativa que legitima la concentración de poder.

Desde su primer mandato, Trump ha dejado claro que su visión del liderazgo presidencial se aleja de los convencionalismos políticos.

Su iración por Andrew Jackson, presidente en el siglo XIX, conocido por su enfrentamiento con el Congreso y los jueces, es un reflejo de su propia estrategia, desafiar los cimientos de la democracia para consolidar una autoridad sin restricciones.

Ahora, en su regreso al despacho Oval, esta visión se ha intensificado con medidas que buscan ampliar el poder del ejecutivo en detrimento de los contrapesos institucionales.

Uno de los puntos más críticos de esta estrategia es la llamada teoría del ejecutivo unitario, una corriente que interpreta la Constitución de tal manera que otorga al presidente una autoridad prácticamente absoluta en la toma de decisiones.

Esta visión ha ganado tracción en los círculos más conservadores de la política estadounidense, con juristas y estrategas defendiendo que el presidente no solo está por encima de los tribunales, sino que su interpretación de la ley es la única que cuenta dentro del poder ejecutivo.

El reciente respaldo parcial del Tribunal Supremo a la inmunidad presidencial en el ejercicio de sus funciones oficiales refuerza esta línea de pensamiento.

La decisión no solo blinda a Trump ante posibles acusaciones judiciales, sino que sienta un precedente peligroso, la posibilidad de que el presidente actúe sin consecuencias legales siempre que sus acciones se enmarquen dentro de sus atribuciones ejecutivas.

Esta situación recuerda a la famosa frase de Richard Nixon, si el presidente lo hace, significa que no es ilegal.

En su momento, aquella declaración desató un escándalo.

Hoy parece estar sentando las bases de una nueva realidad política.

Por otro lado, el uso de esta teoría podría exacerbar la polarización interna en Estados Unidos y debilitar la confianza en el sistema democrático.

Si el presidente puede ignorar las decisiones judiciales y reescribir el equilibrio de poderes, la estabilidad institucional del país podría entrar en una crisis sin precedentes.

La pregunta no es solo cómo responderán los tribunales y el Congreso, sino también cómo reaccionará la opinión pública ante una presidencia que desafía abiertamente las reglas del juego.

Desde una perspectiva geopolítica, el impacto de esta doctrina puede ser significativo.

Si la política exterior de Estados Unidos se rige por la voluntad de un solo hombre sin restricciones, las alianzas internacionales y el orden global podrían verse profundamente afectados.

Trump ya demostró en su primer mandato su desdén por los acuerdos multilaterales y su preferencia por una política de América primero sin matices.

Su regreso con poderes aún más expandidos podría traducirse en un escenario donde los acuerdos internacionales, desde la OTAN hasta la relación con China y la Unión Europea, se conviertan en moneda de cambio de decisiones unilaterales.

Europa en particular se encuentra en una situación de extrema vulnerabilidad ante este nuevo reequilibrio de poder.

El desprecio de Trump hacia el viejo continente es evidente.

Considera que la Unión Europea ha perdido peso en el mundo, que su relevancia económica y militar ha disminuido y que su dependencia de Estados Unidos en materia de seguridad es excesiva.

Ya en su primer mandato amenazó con debilitar la OTAN si los países europeos no aumentaban su gasto en defensa y ahora su discurso parece ir aún más lejos, sugiriendo que Estados Unidos podría desvincularse de sus compromisos internacionales si no obtiene beneficios directos.

Pero no solo Estados Unidos ha relegado a Europa a un segundo plano, China, a menudo vista como la alternativa a la hegemonía estadounidense, también está reduciendo su interés por el continente europeo.

La inversión directa de China en la Unión Europea ha caído de manera constante en los últimos 15 años.

En 2016, el 68% de la inversión china se dirigía a países desarrollados, pero en 2023 esa cifra se redujo a solo el 23% con una clara reorientación hacia los mercados emergentes.

A pesar de las recomendaciones de economistas como Olivier Blanchard, que sugieren que la Unión Europea debería buscar alianzas con China para contrarrestar el proteccionismo de Trump, la realidad es que Pekín ha cambiado su estrategia y ha dejado a Europa en una posición secundaria en sus prioridades geopolíticas y económicas.

Conclusión Históricamente, Estados Unidos ha sido un referente global de estabilidad institucional, pero el avance de teorías como la del Ejecutivo Unitario podría redefinir esta imagen.

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