SERMONES DESDE LA INHOSPITA TRINCHERA - FIESTA DE SAN JOSÉ - 2025 1r2749

Esta es Cristiandad, luchando para que Cristo reine en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Celebramos hoy con gran alegría y devoción la fiesta del glorioso Patriarca San José, Esposo de la Santísima Virgen María y Patrono de la Iglesia. Dedicaré dos sermones hoy y el próximo domingo, tomando como materia el Devoto Mes a San José, compuesto por el Padre Félix Sardá y Salvani, publicado en 1884.

Conocido es el Padre Sardá y Salvani sobre todo por su famoso libro El Liberalismo es Pecado, pero en este caso se trata de una obra de piedad, de espiritualidad, de contemplación. Consideraremos esta tarde al buen San José como honor y gloria del matrimonio cristiano, de la virginidad cristiana, de la paternidad cristiana, del magisterio cristiano, del trabajo cristiano y de la pobreza cristiana. Iremos desarrollando punto por punto matrimonio, virginidad, paternidad, magisterio, trabajo y pobreza.

San José en primer lugar gloria del matrimonio cristiano. Esposo verdadero de María Santísima fue San José, aunque purísimo y únicamente consagrado a Dios. Lo quiso Dios para honrar en la persona de este su siervo el santo estado del matrimonio que tantos hombres corrompidos habían de extraviar después de su propio fin sobrenatural, ya sea con falsas leyes, ya con perversas máximas, ya con groseras costumbres.

Contemplemos aquella casta pareja en quien se transparentan todos los resplandores de la virginidad más angelical a través de las apariencias vulgares de un estado común y ordinario como es el matrimonio. Qué sello de Dios en todos sus actos, qué divina atmósfera de luz toda celestial bañaba y acompañaba todos sus movimientos y el cielo ha querido mostrarnos en esta bella unión una imagen de lo que, aunque en una esfera más inferior, deben ser los verdaderos amores cristianos, los santos afectos que la religión no condena, antes bien ennoblece y eleva y glorifica.

Cuán distinta idea ofrece la necia filosofía del mundo del lazo conyugal, sólo dirigido a fines groseramente terrenos, en unos sucia pasión, en otros interesado cálculo, en este ostentosa vanidad, en aquel afán ambicioso. He aquí las miras bajas y mezquinas que palpitan en el fondo de ese nobilísimo contrato que la religión, para más dignificarlo, ha elevado entre los cristianos a la categoría de sacramento. Y si tales y tan ruinas ruines son los móviles, las causas, los motivos, júzguese cuáles han de ser los resultados.

La paz huye de los hogares que el falso amor o el mezquino interés profanó en vez de santificarlos el ideal cristiano. Malditos de Dios, que no benditos de su augusta mano, son tales matrimonios en los cuales no preside su ley sino la de sus enemigos, el demonio, el mundo, la carne. Tal es hoy la cuarteada y ruinosa, esa piedra angular del edificio social en la cual todos los demás han de apoyarse. Y tras esto, la corrupción pública, legal, añadiendose a la corrupción privada. En definitiva, Dios no es un maldito.