
Descripción de Seis cuervos 1x6p4y
Seis cuervos - Liegh Bardugo b5o2a
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Buca Vivo presenta, Seis de Cuervos, escrito por Lee Bardugo, traducido por Carlos Los Certales y narrado por Juanma Martínez, Pedro M. Sánchez, Chema Guyó, Estela Benita, Albert Cortés, Carlos Urrutia, Fernando Cea y Saron López. Para Katie, arma secreta, amiga inesperada.
Grisa, soldados del II Ejército, maestros de la pequeña ciencia. Corporalqui, la orden de los vivos y los muertos, mortificadores, sanadores. Eterealqui, la orden de los invocadores, vendavales, inferni, agitamareas. Materialqui, la orden de los hacedores, duraz, alquemi, Primera parte. Asuntos turbios. 1. Jost. Jost tenía dos problemas, la luna y su bigote.
En lugar de hacer su ronda por casa de los Joede, como correspondía, llevaba quince minutos paseándose junto al muro sudeste del jardín, devanándose los sesos para dar con algo ingenioso y romántico que decirle a Ania. Ojalá los ojos de Ania hubieran sido del color azul del mar, o del verde de las esmeraldas. Pero no. Sus bellos y soñadores ojos eran marrones, como el chocolate fundido, como el pelaje de un conejo. Tú dile que su piel te recuerda a la luz de la luna. Le había aconsejado su amigo Pieter.
Eso las derrite. Era una solución perfecta. Pero el clima de Ketterdam no estaba por la labor. Aquel día no soplaba la menor brisa desde el puerto, y una neblina lechosa y grisácea había calado en los canales y los tortuosos callejones de la ciudad. Incluso allí, en las mansiones de la Gellstratt, el aire estaba impregnado de un denso olor a pescado y cloaca, y el humo de las refinerías de las islas exteriores había invadurnado el cielo nocturno con una neblina salobre.
Más que una alhaja, aquella noche la luna parecía una vejiga amarillenta que necesitaba urgentemente una buena sajadura. Y sí elogiaba la risa de Ania. El caso es que nunca la había oído reír. Joost no era particularmente gracioso. Contempló su reflejo en uno de los es de cristal de las puertas que daban a la casa desde el jardín lateral.
Su madre tenía razón. Seguía pareciendo un crío, a pesar del uniforme nuevo. Se pasó el dedo cuidadosamente por el labio superior. Ojalá terminar de salirle el bigote de una vez. Aunque hoy estaba más espeso que ayer, ¿verdad? Hacía menos de seis semanas que era guardia de la Stadtwacht, y el trabajo no era tan emocionante como había esperado. Ni por asomo. Pensaba que se dedicaría a perseguir maleantes por el barril o a patrullar los muelles e inspeccionar todas las mercancías que llegaban a puerto.
Pero desde el asesinato de aquel embajador en el ayuntamiento, el Consejo Mercante no dejaba de reclamar mayor seguridad. Resultado, ahora Jost se pasaba las noches caminando en círculos por casa de un mercader afortunado. Pero no cualquier mercader. El consejero Joede gozaba de una posición altísima en el gobierno de Ketterdam. Era la clase de hombre que podía hacer carrera. Jost se recolocó el abrigo y el rifle y se palpó la pesada cachiporra que le pendía de la cadera. A lo mejor terminaba cayéndole bien a Joede.
—Es agaz y muy rápido con la cachiporra —diría Joede. —Ese muchacho se merece un ascenso.
—El sargento Jost van Poel —susurró Jost, paladeando las palabras—. El capitán Jost van Poel.
—¡Espabila, atontado! Jost se dio la vuelta al momento, rojo como la grana. Henk y Roger estaban entrando en el jardín lateral. Los dos eran mayores, más altos y más corpulentos
Comentarios de Seis cuervos 4i6g3w