QUÉ ES (y qué NO es) una NACIÓN 3g4c4s

Llevamos años hablando de los problemas que amenazan a España como nación, especialmente desde que empezó la llegada masiva de inmigrantes que supone una amenaza existencial para nuestro pueblo. Y continuamente discutimos entre nosotros para saber cómo podemos solucionar estos problemas.

Pero nunca nos paramos a pensar exactamente qué es España, qué es una nación, qué es lo que queremos salvar realmente. Es fácil, una nación es sangre y suelo, una nación es tierra y pueblo.

Es una comunidad humana con una serie de características étnico-culturales comunes, cuyos han vivido, desarrollado y construido un territorio durante generaciones.

Es un proyecto común y no sólo material, es una tradición, una forma de entender la vida, unas costumbres que muchas veces se acaban convirtiendo en ley, unos profundos lazos de comunidad, una defensa de sus fronteras comunes contra sus enemigos. En el caso de los europeos es un concepto especial del honor, de la vida, del trabajo, de la familia y del individuo que no comparten otras culturas. Lo que nos ha llevado a crear nuestras propias sociedades diferenciadas de otras civilizaciones, nuestras únicas sociedades europeas.

En resumen, una nación es una tierra y el pueblo que históricamente se ha desarrollado en la misma.

Por lo tanto, desde el momento en el que ese pueblo empieza a crear sus primeras formas de estado, el objetivo básico, preferente y principal de ese estado es la conservación y la supervivencia de ese pueblo en esa tierra. Ese es el objetivo principal.

El objetivo principal de ese estado no es hacer cumplir la ley, ni garantizar la seguridad jurídica, ni la ciudadana, ni el crecimiento económico, ni nada parecido.

Todos esos son objetivos secundarios que se deben subordinar al objetivo principal.

Frente a esta realidad, el sistema nos bombardea con descripciones falsas y bastardas de lo que debería ser una nación. Una nación no es una constitución, ni el boletín oficial del estado, ni las leyes. Esta es la versión liberal nacida de la revolución sa y antes de la inglesa. Para el liberal, una nación son los ciudadanos que viven en la misma en un momento dado. Sin añadir ninguna condición especial, pueden pertenecer o no a la estirpe histórica de esa nación. Pueden tener cualquier origen étnico, nacional o religioso. Incluso pueden ser inmigrantes recién llegados o hijos de inmigrantes, da igual.

A todos se les acepta como de la nación con tal de que firmen el llamado contrato social. Es decir, comprometerse a cumplir la constitución y las leyes de ese territorio. Si lo hacen, se les da un trozo de plástico que certifica que son de esa comunidad nacional y asunto resuelto. Los comunistas, en lo básico, comparten el mismo concepto de nación que los liberales.

Para ellos, también, cualquier individuo del planeta, con independencia de su origen nacional o étnico, puede ser bienvenido a formar parte de la nación proletaria. Siempre que, en este caso, acepte su constitución y sus leyes proletarias. La única diferencia con el liberal es que los comunistas amputan de la nación al miembro burgueso empresarial, nada más. Una nación tampoco es un mercado.

Esta forma de entender una nación viene del brazo económico del liberalismo, el capitalismo, para el cual una nación es un gigantesco bazar de compraventa de mercancías, en el que sus habitantes se dedican a producir y a consumir siguiendo las leyes del mercado. Los beneficios de las empresas y el crecimiento económico del país se convierten en el bien supremo a conseguir.

Entonces, ¿cuál es la solución que nos ofrece esta versión de la nación cuando la comunidad nacional sufre un importante descenso de la población por la baja natalidad? Simplemente importar en masa a millones de extranjeros para que reemplacen a los trabajadores nacionales, para que el mercado de trabajo siga con la misma rueda de producción y consumo. En esta versión de la nación, si un extranjero o millones quieren venir a trabajar, pueden hacerlo sin ningún problema. Una nación tampoco es una OE.