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18. Blancanieves y los siete enanitos
Episodio en LEOcuentos
Había una vez una niña muy bella, con una piel blanca como la nieve, unos labios rojos como la sangre y cabellos negros como el azabache. Se llamaba Blancanieves. Conforme crecía la princesa, su belleza aumentaba día tras día hasta que su madrastra, la reina, se puso muy pero que muy celosa. Incluso hubo un día en que la malvada madrastra no aguantaba más su presencia y pidió a un cazador que la llevara al bosque para matarla. Como era tan joven y bella, el cazador se apiadó de la niña y le aconsejó que buscara un escondite en el bosque. Blancanieves corrió tan lejos como pudo, tropezando con rocas y troncos de árboles. Por fin, cuando estaba oscureciendo, encontró una casita y entró para descansar. En aquella casa todo era pequeño pero muy bonito y muy limpio. Cerca de la chimenea estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeñitos, siete tacitas de arcilla y al otro lado de la habitación se alineaban siete camitas muy ordenadas. La princesa, agotada por su largo viaje, se echó sobre tres de las camitas, y se quedó profundamente dormida. Cuando llegó la noche, los dueños de la casita regresaron. Eran siete enanitos, que todos los días salían para trabajar en las minas de oro, muy lejanas, en el corazón de las montañas. —¡Uy, qué niña tan bella! —exclamaron sorprendidos—. ¿Y cómo ha llegado hasta aquí? Los enanitos se acercaron para irarla cuidando de no despertarla. Por la mañana, Blancanieves sintió miedo cuando despertó y vio a los siete enanitos que la rodeaban. La interrogaron tan suavemente que la niña se tranquilizó y les contó su triste historia. —Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros —dijeron los enanitos—, puedes quedarte aquí y te cuidaremos siempre. Blancanieves aceptó muy contenta. Vivía muy alegre con los enanitos, preparándoles la comida y cuidando de la casita. Todas las mañanas se paraba en la puerta y los despedía con la mano cuando los enanitos salían para su trabajo. Pero ellos le advirtieron: —Lleva mucho cuidado… Tu madrastra puede averiguar que vives aquí e intentar hacerte daño. La madrastra, que era una bruja y consultaba a su espejo mágico para ver si existía alguien más bella que ella, descubrió que Blancanieves vivía en casa de los siete enanitos. Se puso muy furiosa y decidió matarla ella misma. Así que se disfrazó de vieja, la malvada reina preparó una manzana con veneno, cruzó las montañas y llegó a casa de los enanitos. Blancanieves, que estaba muy solita durante el día, pensó que aquella viejecita no podría ser peligrosa. La invitó a entrar y aceptó agradecida la manzana, al parecer deliciosa, que la bruja le ofreció. Pero, con el primer mordisco que dio a la fruta, Blancanieves cayó al suelo inconsciente. Aquella noche, cuando los siete enanitos llegaron a la casita, encontraron a Blancanieves en el suelo. No respiraba ni se movía. Los enanitos lloraron tristemente porque la querían muchísimo. Durante tres días velaron su cuerpo, que seguía conservando su belleza (piel blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y cabellos negros como el azabache). —No podemos poner su cuerpo bajo tierra —dijeron los enanitos. Hicieron un ataúd de cristal, y colocándola allí, la llevaron a la cima de una montaña. Todos los días los enanitos iban a velarla. Un buen día, el príncipe, que paseaba en su gran caballo blanco, vio a la bella niña en su caja de cristal y escuchó la historia contada por los enanitos. Se enamoró de Blancanieves y logró que los enanitos le permitieran llevar el cuerpo al palacio donde prometió adorarla siempre. Pero cuando movió la caja de cristal tropezó y el pedazo de manzana que había comido Blancanieves se desprendió de su garganta. Ella despertó de su largo sueño y se sentó. Los enanitos se pusieron muy contentos mientras Blancanieves aceptaba ir al palacio y casarse con el príncipe. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 18. Blancanieves y los siete enanito 17. El príncipe rana 16. Cenicienta 15. El gato con botas 14. El patito feo
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17. El príncipe rana
Episodio en LEOcuentos
Érase una vez, en un lugar muy lejano, una princesa que paseaba por las cercanías de su palacio. Siempre llevaba consigo una pequeña pelota dorada que era su posesión más preciada. Mientras jugaba con la pelota, la arrojó tan alto que la perdió vista. La pelota rodó hacia un estanque y la princesa empezó a llorar desconsoladamente. En ese momento, una pequeña rana salió del estanque saltando. —¿Qué te pasa, bella princesa? —preguntó la rana. La princesa se limpió las lágrimas de la cara y le dijo: —Mi pelota dorada se ha perdido en el fondo del estanque y no la podré recuperar. La rana intentó consolar a la princesa y le aseguró que podía recuperar la pelota dorada si la princesa le concedía un favor. —¡Lo que me pidas! ¡Te daré todas mis joyas, montones de oro y hasta mis lujosos vestidos! —dijo la princesa. La rana le explicó que no necesitaba riquezas. Solo le pedía que le permitiera comer de su plato y dormir en su habitación. La idea de compartir el plato y habitación con una rana no le gustó nada a la princesa pero, claro, aceptó pensando que la rana jamás encontraría el camino al palacio. La rana se sumergió en el estanque y en un abrir y cerrar de ojos había recuperado la pelota de la princesa. A la mañana siguiente, la princesa encontró a la rana esperándola en la puerta del palacio. —He venido a reclamar lo prometido —dijo la rana. Al escuchar esto, la princesa corrió hacia su padre, llorando. Cuando el amable rey se enteró de la promesa, dijo: —Una promesa es una promesa. Ahora, debes dejar que la rana se quede aquí. La princesa estaba muy enfadada pero no tuvo otra opción que dejar quedarse a la rana. Fue así como la rana comió de su plato y durmió en su almohada. Al final de la tercera noche, la princesa cansada de la presencia de aquel huésped indeseable, se levantó de la cama y tiró a la rana al suelo. Entonces la rana le propuso un trato: —Si me das un beso, desapareceré para siempre —dijo la rana. La princesa, muy asqueada, dio un beso en la frente de la rana y exclamó: —He cumplido con mi parte, ahora vete de aquí. De repente, una nube de humo blanco inundó la habitación. Y para sorpresa de la princesa, la rana se convirtió en un apuesto príncipe que había sido atrapado por la maldición de una bruja malvada. La princesa y el príncipe se hicieron amigos al instante, y después de unos años se casaron, fueron felices y comieron perdices. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 17. El príncipe rana 16. Cenicienta 15. El gato con botas 14. El patito feo 13. Pinocho
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16. Cenicienta
Episodio en LEOcuentos
Había una vez una joven muy bella que vivía con su madrastra y sus dos hermanastras. La obligaban a hacer todas las tareas de la casa: cocinar, limpiar y también lavarles la ropa. Un día, cansadísima de trabajar, la joven se quedó dormida cerca de la chimenea de la casa y cuando se levantó tenía la cara tan sucia y manchada por las cenizas que sus hermanastras se rieron a carcajadas de ella y desde entonces empezaron a llamarle Cenicienta. Un fría mañana llegó a la casa una invitación del rey a un baile para celebrar el cumpleaños del príncipe. Todas las jóvenes del reino estaban invitadas y Cenicienta estaba muy contenta por el hecho de poder ir al baile. Sin embargo, cuando llegó el día de la fiesta, su madrastra y hermanastras le dijeron: —Cenicienta, tú no vas a ir, te vas a quedar limpiando en casa y preparando la cena para cuando nosotras regresemos del baile. Las tres salieron hacia el palacio mientras se burlaban de Cenicienta. La joven corrió al jardín y se sentó en un banco a llorar. Deseaba con todo su corazón ir al baile. Y en ese momento, apareció una hada madrina y le dijo: —No llores, Cenicienta. Eres muy buena así que mereces ir al baile del palacio. El hada madrina movió su varita mágica y transformó una calabaza en un majestuoso coche; convirtió a tres ratones, en hermosos caballos; y a un perro viejo, en un cochero. Cenicienta no podía creer lo que veía. — ¡Muchísimas gracias! —dijo Cenicienta. —No he acabado aún —respondió el hada madrina sonriendo. De repente, movió de nuevo su varita mágica y transformó a Cenicienta. Le dio un bonito vestido y unos delicados zapatos de cristal, y le dijo: —Ahora puedes ir al baile, pero recuerda que debes regresar antes de la medianoche. A esa hora se acabará la magia. Cenicienta le agradeció de nuevo al hada madrina lo que había hecho por ella y muy, muy feliz, se dirigió al palacio. Cuando entró, nadie sabía quién podría ser esa hermosa princesa. El príncipe estaba tan intrigado que la invitó a bailar. Y tras bailar con ella durante toda la noche, el príncipe descubrió que Cenicienta no solo era la mujer más hermosa del reino sino también la más amable y sincera que él jamás había conocido. De repente, se escucharon las campanadas del reloj. ¡Era medianoche! Cenicienta se estaba divirtiendo tanto que casi olvidaba las palabras del hada madrina. —¡Oh, no! Tengo que irme —le dijo al príncipe mientras corría hacia la puerta del palacio para volver a casa. Cenicienta salió tan rápido que perdió uno de sus zapatos de cristal en las escaleras. Decidido a encontrar a Cenicienta, el príncipe cogió el zapato y visitó todas las casas del reino, una por una. El príncipe llegó al fin a la casa de Cenicienta, y sus dos hermanastras y por supuesto también la madrastra intentaron probarse el zapato de cristal. Pero no, no hubo suerte. Y justo cuando estaba a punto de marcharse escuchó una voz: —¿Puedo probarme el zapato? —dijo Cenicienta. La joven se probó la zapatilla y le encajaba perfectamente. El príncipe sabía que ella era la hermosa joven que estaba buscando. Y fue así como Cenicienta y el príncipe se casaron, comieron perdices y vivieron felices para siempre. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 16. Cenicienta 15. El gato con botas 14. El patito feo 13. Pinocho 12. Caperucita roja
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15. El gato con botas
Episodio en LEOcuentos
Érase una vez un viejo molinero que tras fallecer dejó a sus tres hijos algunas de sus propiedades. El tercero de los hijos, el más pequeño, llamado Arturo, no tuvo suerte en el reparto, pues le tocó una vieja cabaña y un simpático gato. Sus hermanos se apresuraron en alejarse de esas tierras, así que solo y triste, el pobre Arturo era alentado por el minino: –Haré de ti un príncipe –le prometía el gatito. –¿Y cómo lo harás? –preguntaba Arturo riendo. –Dame tus botas y deja el resto de mi parte. Sin perder ni un solo segundo, el gato se puso las botas y se dirigió al bosque donde capturó las especies más sabrosas al paladar humano. Luego se dirigió al castillo del rey y solicitó audiencia: –¿Quién viene? –preguntó uno de los hombres del rey. –¡El honorable gato con botas, y me envía mi señor, el Marqués de Carabás! El rey, ante tan pomposo título, no dudó en recibir a aquel extraño visitante. El gato saludó con un discurso florido que agradó al rey y disfrutó la reina, y más aún cuando les ofreció las sabrosas especies: –Es un pequeño obsequio de quien soy servidor, el joven Marqués de Carabás. El rey estaba tan agradecido con el gato con botas que los invitó, a él y a su amo, al paseo que iba a realizar con su hija, la bella princesa. El gato corrió para contarle a su amo la buena noticia pero Arturo le dijo: –Lo siento pero no tengo ropa decente para presentarme ante el rey. –No te preocupes –le dijo el animal. Arturo y su sagaz gato tomaron el camino por donde iba a pasar la comitiva del rey. El animal ordenó a su amo que se lanzara a la gran laguna. Arturo intentó negarse pero al ver que se acercaba el carruaje del rey, sin pensárselo dos veces, se lanzó. El gato se adelantó al carruaje, anunciando que habían sido víctimas de un asalto. –Que venga el marqués –le dijo el rey– que nosotros lo atenderemos. Satisfecho, el gato corrió al lujoso castillo del temible ogro, dispuesto a ultimar sus fabulosos planes. Mientras los reyes y la princesa atendían a Arturo, el gato con botas dialogaba con el ogro, que era conocido por sus dotes de magia. –¿A que no puedes transformarte en un león? –le provocaba el gato. Así lo estuvo probando con varias transformaciones, hasta que le dijo: –¿Y puedes ser un ratoncito? El ogro sonrió y se convirtió en un pequeño roedor. En ese instante, el gato aprovechó para comérselo. De esta forma, el gato quedó amo y señor del imponente castillo del ogro. Corrió donde estaba Arturo y le dijo al rey: –En nombre del Marqués de Carabás, les invito a pasar a su castillo, donde él pedirá formalmente la mano de su hija. Los reyes se sintió halagados y la princesa suspiró enamorada. Arturo y la princesa se casaron, fueron felices y comieron perdices. Y el gato cumplió su promesa de convertir a su dueño en un príncipe. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 15. El gato con botas 14. El patito feo 13. Pinocho 12. Caperucita roja 11. Los tres cerditos
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14. El patito feo
Episodio en LEOcuentos
Érase una vez, en un bello lugar del campo, una Mamá Pata que esperaba ansiosa y alegremente a que sus pequeños patitos nacieran. Siempre le salían preciosos, pero ese día encontró un último huevo grande y muy extraño, que parecía no quererse abrir. Muy extrañada, Mamá Pata y sus pequeños patitos recién nacidos, observaron y observaron al huevo en espera de algún movimiento, hasta que al fin ocurrió. Y de aquel gran cascarón finalmente salió un patito de extraño plumaje, completamente distinto a los demás. Perpleja, Mamá Pata contemplaba a aquel pequeño mientras él se aproximaba a su mamá y a sus hermanos con movimientos absolutamente torpes. –¡Sólo puede ser un error! –se decía Mamá Pata. ¡En nada se parece al resto de mis crías! Y una vez que el patito de pelaje extraño se situó frente a Mamá Pata, esta le retiró la mirada, negándole así el calor que el pequeño necesitaba. Nadie parecía quererle, tan distinto que era a su familia, de manera que aquel pobre pato al que habían apodado el Feo, decidió al día siguiente abandonar su hogar y emprender un nuevo camino. En busca de una familia que se le pareciera, el pobre patito se encontró con una mujer que le condujo a su casa. Allí pudo conocer a otros animales y comió muy bien. Tanto que pronto advirtió el peligro que le acechaba en casa de aquella anciana, que en realidad no había querido ayudarle sino que procuraba engordarle para cenárselo por Navidad. De nuevo, y aunque ya había llegado el invierno, el patito de pelaje extraño escapó. Las fuertes heladas retrasaban su camino y languidecían al pobre animal, hasta que un hombre que paseaba le encontró desvanecido sobre el blanco de la nieve y decidió llevarlo consigo a su hogar. ¡Qué felicidad reinaba en aquella casa! Y, ¡qué cariño profesó aquella familia al pobre patito feo! Sin embargo, una vez recuperado de salud, el hombre que le había recogido y cuidado, consideró que debían liberarlo de nuevo y llevarlo a su verdadero hogar: el campo. Y así, llegada y florida la primavera, depositaron al pato en un precioso y tranquilo estanque. Los días resultaban armoniosos y cálidos en aquel lugar y ya nadie parecía atosigar al patito feo. Paseaba tan tranquilo por aquellas aguas que casi parecía haber olvidado todo lo malo. Hasta que una tarde plácida, al observar el fondo del cristalino estanque, el patito pudo ver su imagen reflejada por primera vez. Había crecido mucho. Su plumaje ahora brillaba como el de aquellos cisnes que le acompañaban cada día en el estanque. Muy contrariado, el patito de pelaje extraño decidió preguntar: –¿Por qué nadáis en este estanque en compañía de un vulgar pato tan feo como yo? –exclamó. Los cisnes quedaron boquiabiertos ante aquella pregunta y el más viejo le respondió: –¿Acaso no te ves, hermano mío? No solo eres un cisne, sino que además, eres uno de los más bellos que mis ojos han visto nunca. Y así fue como al fin en su hogar, el Cisne comprendió que nunca había sido el pato raro y feo… ¡Qué felicidad sintió! Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 14. El patito feo 13. Pinocho 12. Caperucita roja 11. Los tres cerditos 10. Hansel y Gretel
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13. Pinocho
Episodio en LEOcuentos
Érase una vez un humilde carpintero llamado Geppetto que vivía muy solo y sin hijos. Esta soledad le apenaba tanto que Geppetto planeó construirse un muñeco de madera, al cual daría forma con mucho cariño, como lo hacía con cada trozo de madera que debía trabajar. –Lo llamaré Pinocho –se dijo el carpintero a sí mismo, sonriente, muy contento con su proyecto. Y así fue como poco a poco, Geppetto le fue dando forma a la madera. Primero las piernas, después los brazos… Hasta estar completamente terminado. El muñeco se veía precioso; casi parecía un niño con aquellos ojos pintados tan brillantes. Sin embargo, el pobre Geppetto pronto se dio cuenta de que con aquel muñeco no iba a aliviar su soledad. –Ojalá tuviera vida… –se dijo con los ojos llenos de lágrimas. Al caer la noche, mientras Geppetto descansaba de su jornada, el Hada de los deseos se apareció en la casa del carpintero frente al muñeco. El hada, que había escuchado las súplicas del carpintero, decidió concederle su deseo en recompensa a su esfuerzo y bondad. Y con un toque de magia… de pronto, Pinocho fue moviendo cada una de las partes de su pequeño cuerpo. Sin embargo, permanecía de madera. ¡Geppetto no podía creer lo que vio al amanecer! –¡Hola, papá! –exclamó Pinocho. –Pero… ¿eres tú, Pinocho, y no estoy soñando? –contestó Geppetto algo aturdido de la alegría. A partir de entonces, Geppetto se convirtió en el hombre más feliz de la tierra. Tenía un hijo al fin y ya no estaba solo. Y poco a poco fue enseñándole cada una de las cosas que Pinocho necesitaba para sobrevivir. Le enseñó a hablar y a caminar correctamente, y hasta empeñó parte de sus pertenencias para poder comprarle libros con los que ir a la escuela. ¡Qué contento y agradecido estaba Pinocho! Pero a pesar de todo, el pequeño seguía sin ser un niño de carne y hueso como los demás, y para serlo, el hada le hizo ser un niño muy bueno, y le regaló un pequeño grillito llamado Pepito Grillo, para acompañarle en su camino. Mientras se dirigía a la escuela, Pinocho se imaginaba aprendiendo miles de cosas y haciéndose muy, muy listo, para poder ganar dinero cuando se hiciera mayor y así poder comprarle a su padre todas las cosas que había vendido para pagar sus libros. Pero en el camino, Pinocho se encontró con un lobo malvado que a cambio de algunas monedas y mucha diversión, consiguió conducir a Pinocho hasta el teatro de títeres de la ciudad, desoyendo a Pepito Grillo que le advertía una y otra vez de su error. –¡Vengan, señores, al teatro de títeres! –vociferaban desde la plaza del pueblo. Pronto Pinocho se unió a la fiesta y se puso a bailar frente aquel teatro lleno de marionetas, como uno más. Aquel niño de madera era tan inocente aún, que no sabía distinguir el bien del mal, acostumbrado como estaba a las bondades de su padre. Y Pinocho fue engañado de este modo por el titiritero más famoso de la ciudad. Aquel hombre, egoísta y muy cruel, había observado pacientemente al extraño hijo del carpintero, y pensó que podría hacerse rico llevando a su teatro al primer muñeco de madera con vida. Rápidamente encerró al pobre Pinocho bajo llave en una jaula de hierro y el pobre Pinocho lloró y lloró junto a Pepito Grillo arrepentido de su acción. Aquel llanto conmovió al Hada de los deseos, que se presentó junto a la jaula de hierro preguntando a Pinocho cómo había llegado hasta allí: –¡Me atraparon unos malvados de camino de la escuela y me encerraron en esta jaula! –exclamó Pinocho. Y el Hada de los deseos, sabedora de la realidad, hizo crecer la nariz de Pinocho en castigo por no decir la verdad. Sin embargo, decidió darle otra oportunidad y deshizo con su magia todos los barrotes de la jaula de hierro que le encerraban. Una vez libre, Pinocho volvió a olvidar los consejos del hada y de su amigo Pepito Grillo, y de nuevo, se dejó tentar por unos niños que hablaban, a su paso, de la llamada Isla de los juguetes. Una vez allí, Pinocho disfrutó de lo lindo con montones de juegos durante largas horas, hasta que de pronto, las orejas de Pinocho comenzaron a crecer y crecer hasta convertirse en unas grandes orejas de burro, destino de todos los niños que abandonaban la escuela solo por diversión. ¡Qué avergonzado se sentía Pinocho por todo! Y lloraba y lloraba frente a Pepito Grillo pidiéndole perdón, y suplicando al Hada de los deseos, que su padre no se hubiera olvidado de él. Lejos de eso, Geppetto buscaba a su hijo perdido por tierra y mar, y casi frente a la misma Isla de los juguetes, el carpintero fue tragado por una ballena gigante, que tras engullirle, se adentró de nuevo en el mar. Pinocho, avisado por Pepito Grillo del suceso, no dudó en echarse al mar para intentar liberar a su padre de las zarpas de la ballena. Nadando como pudo con sus pequeños bracitos de madera, Pinocho se situó sobre la boca de la ballena y también fue engullido por ella. Y dentro de la boca de la ballena, padre e hijo se sintieron inmensamente contentos. No tenían miedo. Al fin Geppetto había encontrado a su pequeño y juntos se contaron todas sus historias. Pepito Grillo, mientras tanto, urdía un plan para poder escapar de aquel lugar, y encendiendo una fogata en la boca del animal, consiguió hacerle estornudar, y con ello, salir despedidos de nuevo hacia el mar. Tras todo aquello, Pinocho nunca volvió a desobedecer a Geppetto ni a portarse mal, y el Hada de los deseos decidió premiar al pequeño por todo su esfuerzo, convirtiéndole al fin en un niño de carne y hueso, como los de verdad. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 13. Pinocho 12. Caperucita roja 11. Los tres cerditos 10. Hansel y Gretel 9. Garbancito
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12. Caperucita roja
Episodio en LEOcuentos
Érase una vez una niña que vivía en una aldea. La niña era la más linda de todas las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por caperucita roja la conocían todos. Un día su madre hizo tortas y le dijo: –Irás á casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca. Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por el bosque encontró a un lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Le preguntó adónde iba, y la pobre niña, que no sabía que fuese peligroso detenerse para dar oídos al lobo, le dijo: –Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envía mi madre. –¿Vive muy lejos? –Le preguntó el lobo. –Sí, –le contestó Caperucita roja– a la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea. –Pues entonces, añadió el lobo, yo también quiero visitarla. Iré a su casa por este camino y tú por aquel, a ver cual de los dos llega antes. El lobo echó a correr tanto como pudo, tomando el camino más corto, y la niña fuese por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr detrás de las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba a su paso. Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Tocó la puerta: ¡toc! ¡toc! –¿Quién va? –Soy tu nieta, Caperucita roja –dijo el lobo imitando la voz de la niña. Te traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía. La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando: –Tira del cordel y se abrirá el cancel. Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Eso sí, se arrojó encima de la abuelita y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres días que no había comido nada. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita roja. Poco después, Caperucita llamó a la puerta: ¡toc! ¡toc! –¿Quién va? Caperucita roja, que oyó la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero creyendo que su abuela estaba constipada, contestó: –Soy yo, tu nieta, Caperucita roja. Te traigo una torta y un tarrito de manteca que te envía mi madre. El lobo gritó procurando endulzar la voz: –Tira del cordel y se abrirá el cancel. Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió. Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta: –Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la mesa y vente a acostar conmigo. Caperucita roja lo hizo, y se metió en la cama. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo: –Abuelita, tenéis los brazos muy largos. –Así te abrazaré mejor. –Abuelita, tienes las orejas muy grandes. –Así te oiré mejor, –Abuelita, tienes los ojos muy grandes. –Así te veré mejor, –Abuelita, tienes los dientes muy grandes. –Así… ¡te comeré mejor! Y al decir estas palabras, el malvado lobo se arrojó sobre Caperucita roja y se la comió. Su estómago estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido. En ese momento, un cazador que había visto al lobo entrar en la casa de la abuelita comenzó a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo… ¡Dios sabía que podía haber pasado! De modo que entró a la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada se imaginó lo ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a Caperucita y su abuelita. –Hay que darle un buen castigo a este lobo. –pensó el cazador. De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el lobo despertó de su siesta tenía mucha sed y al acercarse al río… ¡zas! se cayó dentro y se ahogó. Caperucita volvió a ver a su madre y a su abuelita y desde entonces prometió hacer siempre caso a lo que le dijera su madre. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 12. Caperucita roja 11. Los tres cerditos 10. Hansel y Gretel 9. Garbancito 8. La cigarra y la hormiga
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11. Los tres cerditos
Episodio en LEOcuentos
Había una vez tres cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba. El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que decidió hacer una sencilla casita de paja, que terminó en muy poco tiempo. Después del trabajo se puso a recolectar manzanas y a molestar a sus hermanos que aún estaban en plena faena. El segundo cerdito decidió que su casa iba a ser de madera. Era más fuerte que la de su hermano pero tampoco tardó mucho tiempo en construirla. Al acabar, se le unió a su hermano en la celebración. El tercer cerdito, que era el más trabajador, decidió que lo mejor era construir una casa de ladrillos. Tardaría casi un día terminarla pero estaría más protegido del lobo. Incluso pensó en hacer una chimenea para asar las mazorcas de maíz que tanto le gustaban. Cuando finalmente las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos celebraron satisfechos del trabajo realizado. Reían y cantaban sin preocupación –¿Quién teme al lobo feroz? Al lobo, al lobo… ¿quién teme al lobo feroz? ¿Quién teme al lobo? El lobo, que pasaba cerca de allí, se sintió insultado ante tanta insolencia y decidió acabar con los cerditos de una vez. Los tomó por sorpresa y rugiendo fuertemente les gritó: –Cerditos, ¡os voy a comer uno por uno! Los tres cerditos, asustados, corrieron hacia sus casas. Pasaron los pestillos y pensaron que estaban a salvo del lobo. Pero este no se había dado por vencido y se dirigió a la casa de paja que había construido el primer cerdito. –¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme o soplaré y la casa derribaré! –dijo el lobo feroz. Como el cerdito no le abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa de paja sin mucho esfuerzo. El cerdito corrió tan rápido como pudo hasta la casa del segundo hermano. De nuevo, el lobo más enfurecido y hambriento les advirtió: –¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré! El lobo sopló con más fuerza que la vez anterior, hasta que las paredes de la casita de madera no resistieron y cayeron. Los dos cerditos, a duras penas lograron escapar y llegar a la casa de ladrillos que había construido el tercer hermano. El lobo estaba realmente enfadado y decidido a comerse a los tres cerditos, así que sin siquiera advertirles comenzó a soplar tan fuerte como pudo. Sopló y sopló hasta quedarse sin fuerzas pero la casita de ladrillos era muy resistente, por lo que sus esfuerzos fueron en vano. Sin intención de rendirse se le ocurrió trepar por las paredes y colarse por la chimenea. –Menuda sorpresa le daré a los cerditos –pensó. Una vez en el techo, se dejó caer por la chimenea, sin saber que los cerditos habían colocado un caldero de agua hirviendo para cocinar un rico guiso de maíz. El lobo lanzó un aullido de dolor que se oyó en todo el bosque, Salió corriendo de allí y nunca, nunca más regresó. Los cerditos agradecieron a su hermano por el trabajo duro que había realizado. Este los regañó por haber sido tan perezosos, pero ya habían aprendido la lección, así que se dedicaron a celebrar el triunfo. Y así fue como vivieron felices por siempre, cada uno en su propia casita de ladrillos. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 11. Los tres cerditos 10. Hansel y Gretel 9. Garbancito 8. La cigarra y la hormiga 7. El cuento de las mentiras
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10. Hansel y Gretel
Episodio en LEOcuentos
De los hermanos Grimm Érase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel. El leñador había contraído nuevamente matrimonio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían nada para comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo: “No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa”. El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo: “Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?”. Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque. Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres. “Gretel” dijo Hansel a su hermana: “No te preocupes que ya tengo la solución”. A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dio un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos. Y ahora, mientras caminaban lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caído y les dijeron: “Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar”. Durante largas horas los niños esperaron hasta que se hizo de noche, ellos permanecieron junto al fuego tranquilos porque oían a lo lejos un CLAP-CLAP, que supusieron sería el hacha de su padre trabajando todavía. Pero ignoraban que su madrastra había atado una rama a un árbol para que hiciera ese ruido al ser movida por el viento. Cuando la noche se hizo más oscura Gretel decidió que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que debían esperar a que saliera la luna y así lo hicieron, cuando la luna iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel, fue como si hubiera delante de ellos un camino de plata. A la mañana siguiente los dos niños golpearon la puerta de su padre. “¡Hemos llegado!”, gritaron los niños. La madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró inmensamente porque lamentaba mucho lo que había hecho. Vivieron nuevamente los cuatro juntos un tiempo más pero a los pocos días, una hambruna aún más terrible que la anterior volvió a devastar la región. El leñador no quería separarse de sus hijos pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. Los niños oyeron esto una segunda vez pero esta vez Hansel no pudo salir a recoger los guijarros porque su madrastra había cerrado con llave la puerta para que los niños no se pudieran escapar. “No importa” le dijo Hansel a Gretel. “No te preocupes, que algo se me ocurrirá mañana”. Aún no había salido el sol cuando los cuatros dejaron la casa. Hansel fue dejando caer todo a lo largo del camino las miguitas del pan que le habían dado antes de partir la malvada madrastra. Nuevamente los dejaron junto al fuego, en lo profundo del bosque, y esperaron mucho tiempo allí sentados. Cuando estaba oscureciendo quisieron volver a casa, y oh! que gran sorpresa se llevaron los niños cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel se las habían comido las aves del bosque y no quedaba ni una solita. Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso y oscuro del que no podían hallar la salida. Vagaron durante muchas horas hasta que por fin encontraron un claro donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces! Los techos eran de chocolate; las paredes, de mazapán; las ventanas, de caramelo; las puertas, de turrón; el camino, de confituras. “¡Un verdadero manjar!”, dijo Hansel que corrió hacia la casita diciendo a su hermana: “¡Ven Gretel, yo comeré del techo y tu podrás comerte las ventanas!”. Y así diciendo y corriendo, los niños se avalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla sin notar que sigilosamente salía a su encuentro una malvada bruja que inmediatamente los llamó y los invitó a entrar. “Veo que queréis comer mi casa”, dijo la bruja “pues ahora ¡yo los voy a comer a vosotros!” y los tomó prisioneros. Y así diciendo los examinó: “Tú, la niña”, dijo mirando a Gretel “me servirás para ayudarme mientras engordamos al otro que está muy flacucho que así no me lo puedo comer, pues solo lamería los huesos”. Y sin prestar atención a las lágrimas de los niños tomó a Hansel y lo metió en un diminuto cuarto esperando el día en que estuviese lo suficientemente gordo para comérselo. Una noche, mientras la bruja dormía los niños empezaron a crear un plan. “Como la bruja es muy corta de vista”, dijo Gretel “cuando ella te pida que le muestres uno de sus dedos para sentir si ya estás rellenito, tú lo que vas a sacar por entre los barrotes de la jaula es este huesito de pollo, de forma tal que la bruja sienta lo huesudo de tu mano y decidirá esperar un tiempo más”. Ambos estuvieron de acuerdo con la idea. Sin embargo, y como era de esperarse, esa situación no podía durar por siempre, y un mal día la bruja vociferó: “Ya estoy cansada de esperar que este niño engorde. Come y come todo el día y sigue flaco como el día que llegó”. Y le gritó a Gretel, “métete dentro para ver si ya está caliente”, pero la niña, que sabía que en realidad lo que la bruja quería era atraparla dentro para comérsela también, le replicó: “No sé cómo hacerlo”. “Quítate”, gritó la bruja, moviendo los brazos de lado a lado y lanzando maldiciones a diestra y siniestra, “es lo más fácil del mundo, te mostraré cómo hacerlo”. Y se metió dentro del horno. Gretel, sin dudar un momento, cerró la pesada puerta y dejó allí atrapada a la malvada bruja que, dando grandes gritos pedía que la sacaran de aquel gran horno. Fue así como ese día la bruja murió quemada en su propia trampa. Gretel corrió entonces junto a su hermano y lo liberó de su prisión. Entonces los niños vieron que en la casa de la bruja había grandes bolsas con montones de piedras preciosas y perlas. Así que llenaron sus bolsillos lo más que pudieron y a toda prisa dejaron aquel bosque encantado. Caminaron y caminaron sin descansar y finalmente dieron con la casa de su padre quien al verlos llegar se llenó de júbilo porque desde que los había abandonado no había pasado un solo día sin que lamentase su decisión. Los niños corrieron a abrazarlo y, una vez que se hubieron reencontrado, les contó que la malvada esposa había muerto y que nunca más volvería a lastimarlos. Los niños entonces recordaron y vaciaron sus bolsillos ante los incrédulos ojos de su padre, que nunca más debió padecer necesidad alguna. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 10. Hansel y Gretel 9. Garbancito 8. La cigarra y la hormiga 7. El cuento de las mentiras 6. El hombre que contaba historias
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9. Garbancito
Episodio en LEOcuentos
Había una vez un niño muy listo y simpático al que todos llamaban Garbancito. ¿Y sabéis por qué? Pues porque no era más grande… ¡que un garbanzo! Era un niño sano, fuerte y feliz, solo que muy pero muy pequeñito. Sus padres le tenían mucha confianza porque sabían que era un chico muy responsable. Y como a Garbancito le encantaba ayudar en todo lo que podía, de vez en cuando le dejaban ir al pueblo a hacer algún recado. El niño era feliz cuando podía andar dando vueltas por ahí. Y como era muy listo, para evitar que la gente lo pisara sin darse cuenta, iba siempre cantando una canción: ¡Pachín, pachín, pachín! ¡Mucho cuidado con lo que hacéis! ¡Pachín, pachín, pachín! ¡A Garbancito no piséis! Todos en el pueblo le conocían, y al escuchar la canción se apartaban para abrirle camino. Un día, su padre comentó en casa que iría a recoger coles al campo porque ya estaban en su punto. Su esposa le sugirió que tratara de llenar un saco, para después poder venderlas en el pueblo. Garbancito escuchó la conversación, y ni lento ni perezoso, se subió a la mesa para que pudieran verle bien y suplicó: –¡Papá, por favor, llévame contigo para ayudarte! El padre estuvo de acuerdo, y juntos fueron hacia el establo para ensillar el caballo. Garbancito pidió a su padre que lo subiera en su mano y lo dejara junto a la oreja del animal para poder ir guiándole por el camino. Así, el pequeñín y su padre tomaron el camino. Garbancito iba feliz; iba dando órdenes al caballo y el animal, obediente, seguía sus indicaciones. Por fin llegaron a la plantación de coles. –Garbancito, voy a recoger todas las coles que pueda en este saco. Tú mientras tanto puedes jugar por ahí, pero no te alejes mucho. –¡Tranquilo, papá! Tendré mucho cuidado. El día estaba soleado, el campo estaba lleno de flores y las mariposas revoloteaban sobre su cabeza… ¡qué felicidad tenía el niño! Tan contento estaba, que se puso a corretear por la hierba en busca de cosas interesantes: un bichito debajo de una piedra, una flor grande por donde trepar… iba dando brincos saltando de flor en flor, pero en uno de esos saltos calculó mal y cayó dentro de una col. A pesar de que la planta era blanda, se dio un buen golpe y lanzó un quejido. Muy cerca de allí había un buey pastando, que sintió un ruido y vio una col moverse. Esto le llamó la atención, se acercó hasta la planta y se la comió de un solo bocado. El pobre Garbancito no tuvo tiempo de reaccionar, ¡y terminó en la panza del buey! Su padre no se había dado cuenta de nada y cuando llenó el saco comenzó a llamar a su hijo. Pero por mucho que llamó y buscó, el niño no aparecía por ninguna parte. Desesperado, montó a caballo y salió a todo galope hacia la casa, dejando el saco de coles olvidado en el campo. Entre lágrimas le contó a su mujer lo sucedido y juntos salieron a buscar al pequeño. Recorrieron el campo durante horas, llamando a Garbancito con toda la voz que tenían, pero no lograban encontrarlo. Estaban a punto de regresar a casa, convencidos de que nunca volverían a ver a su hijo, cuando pasaron cerca de un buey que estaba mascando pasto plácidamente. Desde su interior, les pareció oír una vocecita que decía: – ¡Aquí! ¡Padres, estoy aquí! Frenaron en seco, preguntándose el uno al otro: «¿lo has oído tú también?» Garbancito continuó gritando tan fuerte como fue capaz. – ¡Estoy en la panza del buey que se mueve, donde ni nieva ni llueve! La madre del pequeño tuvo una idea: se agachó y arrancó un manojo de hierba de la tierra, lo acercó a la nariz del buey y comenzó a hacerle cosquillas; el animal estornudó con tanta fuerza, ¡que lanzó por la boca a Garbancito! ¡Qué gran alivio sintieron todos! El padre y la madre no paraban de besar a Garbancito que, feliz de estar a salvo y de nuevo con sus padres, los dejaba hacer. Los tres juntos cogieron el saco de coles, montaron en el caballo y volvieron a casa cantando: ¡Pachín, pachín, pachín! ¡Mucho cuidado con lo que hacéis! ¡Pachín, pachín, pachín! ¡A Garbancito no piséis! Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 06. El hombre que contaba historias 5. El traje nuevo del emperador 4. El tren Chucuchú 3. Carrera de zapatillas 2. El árbol mágico
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8. La cigarra y la hormiga
Episodio en LEOcuentos
La cigarra era feliz disfrutando del verano. El sol brillaba, las flores desprendían su aroma… y en medio del paisaje, la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando y trabajando, recogiendo alimentos. – ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti –le decía la cigarra a la hormiga. – Harías mejor si recogieras provisiones para el invierno y te dejaras de tanta holgazanería –le respondía la hormiga, mientras transportaba grano a grano, muy atareada. La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga. Hasta que un día, al despertarse, la cigarra sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por el campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su amiga la hormiga y se acercó a pedirle ayuda. – Amiga hormiga, tengo mucho frío y mucha hambre. ¿No me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada. La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra. – Dime, amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá? – Cantaba y cantaba bajo el sol – contestó la cigarra. – ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno. Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 06. El hombre que contaba historias 5. El traje nuevo del emperador 4. El tren Chucuchú 3. Carrera de zapatillas 2. El árbol mágico
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7. El cuento de las mentiras
Episodio en LEOcuentos
De los hermanos Grimm Voy a contaros una cosa. He visto volar a dos pollos asados; volaban rápidos, con el vientre hacia el cielo y la espalda hacia el infierno; y un yunque y una piedra de molino nadaban en el Rin, despacio y suavemente, mientras una rana devoraba una reja de arado, sentada sobre el hielo, el día de Pentecostés. Tres individuos, con muletas y patas de palo, perseguían a una liebre; uno era sordo; el otro, ciego; el tercero, mudo. Y el cuarto no podía mover una pierna. ¿Queréis saber qué ocurrió? Pues el ciego fue el primero en ver correr la liebre por el campo; el mudo llamó al tullido, y el tullido la agarró por el cuello. Unos, que querían navegar por tierra, izaron la vela y avanzaron a través de grandes campos, y al cruzar una alta montaña naufragaron y se ahogaron. Un cangrejo perseguía una liebre, y a lo alto de un tejado se había encaramado una vaca. En aquel país, las moscas son tan grandes como aquí las cabras. Abre la ventana para que puedan salir volando las mentiras. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 06. El hombre que contaba historias 5. El traje nuevo del emperador 4. El tren Chucuchú 3. Carrera de zapatillas 2. El árbol mágico
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06. El hombre que contaba historias
Episodio en LEOcuentos
De Oscar Wilde Había una vez un hombre muy querido en su pueblo porque contaba historias. Todas las mañanas salía del pueblo y cuando volvía por las noches, todos los trabajadores del pueblo, tras haber trabajado duro todo el día, se reunían a su alrededor y le decían: -Vamos, cuenta, ¿qué has visto hoy? El hombre explicaba: -He visto en el bosque a un fauno que tenía una flauta y que obligaba a danzar a un corro de silvanos. -Sigue contando, ¿qué más has visto? -decían los hombres. -Al llegar a la orilla del mar he visto, al filo de las olas, a tres sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro. Y los hombres lo apreciaban porque les contaba historias. Una mañana el hombre dejó su pueblo, como todas las mañanas… Pero al llegar a la orilla del mar vio a tres sirenas, tres sirenas que, al filo de las olas, peinaban sus cabellos verdes con un peine de oro. Y, caminando, llegó cerca del bosque, vio a un fauno que tocaba su flauta y a un corro de silvanos… Aquella noche, cuando regresó a su pueblo y, como los otros días, le preguntaron: -Vamos, cuenta: ¿qué has visto? Él respondió: -No he visto nada. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 06. El hombre que contaba historias 5. El traje nuevo del emperador 4. El tren Chucuchú 3. Carrera de zapatillas 2. El árbol mágico
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5. El traje nuevo del emperador
Episodio en LEOcuentos
De Hans Christian Andersen Había una vez un emperador al que le encantaban los trajes. Destinaba toda su fortuna a comprar y comprar trajes de todo tipo de telas y colores. Tanto que a veces llegaba a desatender a su reino, pero no lo podía evitar, le encantaba verse vestido con un traje nuevo y vistoso a todas horas. Un día llegaron al reino unos impostores que se hacían pasar por tejedores y se presentaron delante del emperador diciendo que eran capaces de tejer la tela más extraordinaria del mundo. -¿La tela más extraordinaria del mundo? ¿Y qué tiene esa tela de especial? -Así es majestad. Es especial porque se vuelve invisible a ojos de los necios y de quienes no merecen su cargo. -Interesante. Entonces… ¡hacedme un traje con esa tela, rápido! Os pagaré lo que me pidáis. Así que los tejedores se pusieron manos a la obra. Pasado un tiempo el emperador tenía curiosidad por saber cómo iba su traje pero tenía miedo de ir y no ser capaz de verlo, por lo que prefirió mandar a uno de sus ministros. Cuando el hombre llegó al telar se dio cuenta de que no había nada y que los tejedores eran en realidad unos farsantes pero le dio tanto miedo decirlo y que todo el reino pensara que era estúpido o que no merecía su cargo, que permaneció callado y fingió ver la tela. -¡Qué tela más maravillosa! ¡Que colores! ¡Y qué bordados! Iré corriendo a contarle al emperador que su traje marcha estupendamente. Los tejedores siguieron trabajando en el telar vacío y pidieron al emperador más oro para continuar. El emperador se lo dio sin reparos y al cabo de unos días mandó a otro de sus hombres a comprobar cómo iba el trabajo. Cuando llegó le ocurrió como al primero, que no vio nada, pero pensó que si lo decía todo el mundo se reiría de él y el emperador lo destituiría de su cargo por no merecerlo así que elogió la tela. -¡Deslumbrante! ¡Un trabajo único! Tras recibir las noticias de su segundo enviado, el emperador no pudo esperar más y decidió ir con su séquito a comprobar el trabajo de los tejedores. Pero al llegar, se dio cuenta de que no veía nada por ningún lado y antes de que alguien se diera cuenta de que no lo veía, se apresuró a decir: -¡Magnífico! ¡Soberbio! ¡Digno de un emperador como yo! Su séquito comenzó a aplaudir y comentar lo extraordinario de la tela. Tanto, que aconsejaron al emperador que estrenara un traje con aquella tela en el próximo desfile. El emperador estuvo de acuerdo y pasados unos días tuvo ante sí a los tejedores con el supuesto traje en sus manos. Comenzaron a vestirlo y como si se tratara de un traje de verdad, iban poniéndole cada una de las partes que lo componían. -Aquí tiene las calzas… tenga cuidado con la casaca… permítame que le ayude con el manto… El emperador se miraba ante el espejo y fingía contemplar cada una de las partes de su traje, pero en realidad, seguía sin ver nada. Cuando estuvo vestido, salió a la calle y comenzó el desfile y todo el mundo lo contemplaba aclamando la grandiosidad de su traje. -¡Qué traje tan magnífico! -¡Qué bordados tan exquisitos! Hasta que en medio de los elogios se oyó a un niño que dijo: -¡Pero si está desnudo! Y todo el pueblo comenzó a gritar lo mismo pero aunque el emperador estaba seguro de que tenían razón, continuó su desfile orgulloso. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 5. El traje nuevo del emperador 4. El tren Chucuchú 3. Carrera de zapatillas 2. El árbol mágico 1. El papel y la tinta
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4. El tren Chucuchú
Episodio en LEOcuentos
Érase una vez un tren llamado Chucuchú. Muy joven y despistado, siempre llegaba tarde a todas las estaciones. El último día de primavera, la Gran Locomotora le encargó a Chucuchú llevar al rey a su palacio de verano. Chucuchú se despistó tanto, circulando por todo tipo de vías y llegando a otras estaciones, y tardó tanto en su viaje que el rey llegó al palacio de verano en otoño. El rey, enfadadísimo por haber tardado tanto tiempo en llegar, pegó un grito tan fuerte que a los árboles se les cayeron las hojas. Desde entonces, los árboles pierden sus hojas en otoño. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. Puedes ver aquí vídeo animado de este cuento que escribimos Andrea y yo precisamente viajando en tren hace unos años de camino a Barcelona. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 4. El tren Chucuchú 3. Carrera de zapatillas 2. El árbol mágico 1. El papel y la tinta
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3. Carrera de zapatillas
Episodio en LEOcuentos
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las ocho ya estaban todos reunidos junto al lago. Y allí también estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales. De esta forma, empezó a burlarse de sus amigos: Se reía de la tortuga por ser tan lenta… Se reía del elefante por su trompa tan larga… Se reía del rinoceronte por ser tan pesado… Y entonces, llegó la hora de la gran carrera. La cebra, llevaba unas zapatillas blancas con flecos rosados. El zorro las llevaba a rayas naranjas y verdes. El mono las llevaba azules con lunares rojos. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperadamente. Todos se preguntaban por qué. El motivo es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas! – “¡qué alguien me ayude!” – gritó la jirafa. Y todos los animales se quedaron mirándola. El zorro fue a hablar con ella y le dijo: – “Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitemos”. Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron las hormigas, que treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Finalmente, se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com. Escucha otros cuentos de este podcast: 3. Carrera de zapatillas 2. El árbol mágico 1. El papel y la tinta
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2. El árbol mágico
Episodio en LEOcuentos
Hace mucho tiempo, un niño llamado Leo paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol muy bonito con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás. Leo intentó acertar el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, ábrete sésamo, y muchas otras, pero nada surtía efecto. Rendido, se tiró al suelo suplicando: “¡por favor, arbolito!”. Y justo en ese momento, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: “sigue haciendo magia”. En ese momento, Leo dijo “¡Gracias, arbolito!”, y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate. El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que “por favor” y “gracias”, son las palabras mágicas. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com.
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1. El papel y la tinta
Episodio en LEOcuentos
Había una vez una hoja de papel que reposaba sobre una mesa de madera, junto a otras hojas iguales a ella. De repente, una pluma bañada en tinta negra, manchó a la hoja de papel por completo y la llenó de palabras. – ¿No podrías haberme ahorrado esta humillación? – dijo cabreada la hoja de papel a la tinta.- Tu negro infernal me ha arruinado para siempre. – No te he ensuciado- contestó la tinta.- Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso. En ese momento, alguien que estaba ordenando el despacho, vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para arrojarlas al fuego. Sin embargo, reparó en la hoja manchada de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el resto de hojas de papel al fuego. Y colorín colorado, este cuento se ha podcastizado. ¿Te ha gustado? Me encantaría leer tu comentario en la web leocuentos.es o bien en la app de podcast que estés usando, donde además tu valoración de 5 estrellas ayudaría a que más gente escuchara estas fantásticas historias. Te leo un cuento nuevo en cada episodio. Escríbeme si te gustaría que leyera algún cuento en concreto. Y si quieres conocer más actividades con las que divertirte con tus hijos, no pierdas la oportunidad de echarle un vistazo a mi libro en tuhijofeliz.com.
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