Filosofía para Pingüinos 3v2415

Profetas tecnológicos como Raymond Kurzweil han situado el advenimiento de la Singularidad Tecnológica, por la cual una inteligencia artificial será capaz de superar a cualquier inteligencia humana en el desempeño de una tarea y ,de mejorarse a sí misma, entre mediados de la década de 2020 y el año 2045. El advenimiento de la Singularidad Tecnológica ha promovido toda una serie de especulaciones futuristas de tintes apocalípticos reunidas bajo el paraguas de una concepción Aceleracionista de la historia humana y post/transhumana. Pero, ¿no estamos acaso invirtiendo más esfuerzos en la predicción del cálculo de su llegada y las consecuencias que tendrá en nuestras vidas que en profundizar en los motivos que nos llevan a su consecución? ¿Qué sucedería si hubiera aspectos de la vida humana que, simplemente, no se dejaran expresar en términos de problemas y, por tanto, no requirieran de ninguna solución (y menos aún tecnológica)? ¿Hay algún elemento en la conciencia humana que escaparía al procesamiento de cualquier inteligencia artificial? ¿Cuáles son los límites de la Inteligencia Artificial? ¿Supondría lo mismo hablar de una Inteligencia Artificial que hacerlo de una Mente Artificial o de una Conciencia Artificial? Ven a sumergirte de lleno en las IA Wars, porque predecimos el advenimiento de una Singularidad Pingüina en el próximo evento de “Filosofía para Pingüinos: ¿Pueden las máquinas pensar? Charla performativa impartida por Joan González Guardiola y David Gozálvez. Con Natán Verdés a los audiovisuales y lectura de poemas a cargo de Andrea Aguilella.

Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación”, decía el viejo Pascal. Pero los primeros filósofos griegos fueron grandes viajeros que salieron de sus polis para observar otras costumbres y ampliar sus horizontes. ¿Se basa la filosofía en la contemplación o en la acción? ¿Se pueden compatibilizar? En esta primera meditación filosófica nos interrogamos sobre esto contrastando a Pascal, Lao Tsé, Franz Kafka, Solón de Atenas y Heródoto: “Meditaciones sobre el confinamiento".

Toda la historia del pensamiento occidental pivota sobre la metáfora absoluta de la luz y la verdad. Esta metáfora absoluta dotó de un papel especial al sentido de la percepción visual, a la mirada como metáfora del conocimiento. Pero, ¿qué lugar ocupa el tacto en nuestras vidas? ¿Es tocar algo, en algún sentido, “conocerlo”? ¿Y cuando lo tocado es nuestro mismo cuerpo? ¿Puedo acaso tener a los otros tocando sus cuerpos? Y sobre todo: ¿cómo va a resignificar la pandemia coronavírica el alcance y sentido de lo que vaya a querer decir “volver a tocarnos”? Sobre la caricia dice Lévinas: “La caricia consiste en no apresar nada, en solicitar lo que se escapa sin cesar de su forma hacia un porvenir -jamás lo bastante porvenir-, en solicitar eso que se oculta como si no fuese aún… Lo carnal, tierno por excelencia y correlativo de la caricia, la amada, no se confunde ni con el cuerpo -objeto del fisiólogo-, ni con el cuerpo propio del «yo puedo» ni con el cuerpo – expresión, asistencia a su manifestación o rostro”.

“No hay ninguna filosofía que, como la de Hegel, sea en lo más profundo de sus estructuras una filosofía de la revolución”. Estas palabras no son las de un pop star de la filosofía como Slavoj Zizek, cuyos debates con gurús de la autoayuda reaccionaria como Jordan Peterson están destinados a llenar estadios en el crepúsculo de una tardoputrefactomodernidad en la que la diabética lechuza de Minerva apenas alcanza ya a levantar el vuelo posándose en las páginas de los suplementos dominicales de cultura. Fueron escritas por Joachim Ritter en un monumental trabajo sobre Hegel y la revolución sa, según el cual cada línea de las obras de Hegel, así como cada uno de los pasos de su enigmática noción de “dialéctica”, estaba en continuado diálogo con los acontecimientos de su tiempo histórico, de manera más pronunciada que en las obras de cualquier otro pensador de occidente. Hegel, más que un autor filosófico, es ya un arquetipo paterno que ha engendrado multitud de hijos e hijas intentando dialogar a través de sus herramientas con nuestro tiempo histórico. Entre estos hijos, Fukuyama utiliza al padre para ofrecer una legitimación de la civilización neoliberal capitalista en el fin de la historia, mientras Zizek lo esgrime como única herramienta capaz de hacer inteligible el golpe definitivo a un capitalismo moribundo. ¿Cuál de estos hijos (entre otros) se llevará el gato al agua?

Escucha el primer debate de Club Cronopios online sobre el Conocimiento, una lucha entre filósofos y científicos. En representación de los primeros tendremos a Ignacio Lirio de Mundo Cuántico y de los segundos a Joan Gonzalez Guardiola de "Filosofía para Pinguinos" Ambos se enfrentaron en un duelo dialéctico sobre las diversas vías para llegar al conocimiento; sobre la validez de sus métodos, sobre su función y alcance en la sociedad y sobre hasta qué punto son excluyentes o hasta qué punto pueden compartir aspectos.

“Mi madre dio a luz gemelos: yo mismo y el miedo”. Con estas palabras describe Thomas Hobbes su nacimiento prematuro, en 1588, suscitado por el pánico de su madre al avistar desde la costa de Malmesbury los navíos de la Armada Invencible española. 63 años después, Hobbes dará a luz su propio remedio contra los miedos que le acompañaron durante toda su vida: el Estado. Pero este Estado no toma en la obra de Hobbes la forma de un protector movido por altos ideales, sino que adopta el nombre de un monstruo marino bíblico, policéfalo y serpentiforme: el Leviatán; y adopta la forma de un soberano gigantesco formado por un ejército de homúnculos que sostiene la espada y el báculo del poder. ¿Por qué Hobbes escoge estas figuras para representar al Estado? ¿Por qué aquello que se supone que se ha creado para protegernos no puede al mismo tiempo librarse de generar aquello mismo que debía evitarnos: el miedo? ¿Cuál es la naturaleza del miedo, que no consigue desvincularse ni tan siquiera de aquello que en teoría nos debería proteger? ¿Y qué vínculo juega el poder en la relación entre el miedo y el Estado?

¿Qué es la soledad? ¿Podemos englobar bajo una sola palabra algo que al mismo tiempo la mitad de la humanidad busca con todas sus fuerzas mientras la otra mitad lo evita con todas sus fuerzas? ¿Es posible hablar de la soledad como algo expresado bajo una sola palabra? ¿Y qué dice de nosotros nuestra manera de llevar la soledad? Si la filosofía no es otra cosa que la nostalgia de no poder estar en todas partes como en casa, ven a intentar compartir esa nostalgia y a intentar hacer del “no estar como en casa” algo parecido a un hogar bajo las estrellas.

¿Qué es el poder? ¿Existe algo exento de su lógica? Y si el poder ni se crea ni se destruye, sino que tan solo se transforma, y lo hace a través de la lógica de los discursos, ¿cómo escoger? ¿Están los discursos como stocks en el supermercado de las ideologías, para que escojamos aquel en el que más empoderados nos sintamos? Espiritualidades embotelladas de fin de semana, técnicas corporales, macrobióticas, prácticas sexuales, movimientos sociales mainstream, producción masiva e industrial de identidades absolutamente únicas, sustitución de los viejos sistemas académicos de acreditación por la creación de marcas personales, la autocomprensión como experimento, el juego como nueva forma de aceleración de la productividad, el bricolaje del yo… Pero, ¿cómo apelar a algo así como a un “criterio de elección”, una vez nos decidimos firmemente por la eliminación, no ya del viejo Dios (eliminado hace tiempo por los martillazos de Nietzsche), sino de la idea de sujeto misma? ¿No pasan a ser las viejas nociones de realidad, verdad, justicia, producciones del discurso, detrás del cual siempre está el poder? ¿No implica esto beberse el mar hasta la última gota? ¿Desencadenar la tierra del sol? ¿Caer continuamente, hacia delante, hacia atrás, hacia todos los lados? ¿No olemos nada aún de la putrefacción humana? También lo humano se descompone como viento de la historia. ¡El ser humano ha muerto! ¡El ser humano ha muerto! ¡Nosotros lo hemos matado!

"Un niño salió a la calle a jugar, y al cruzar la puerta provocó un reflejo. Este le siguió y desde entonces, el mal entró en el mundo". ¿Es la reflexión el origen del auténtico mal? ¿Es la reflexión la madre de la verdad? ¿Es la verdad un invento de los débiles para tener controlados a los fuertes? Y de ser así, ¿cómo multiplican las nuevas tecnologías de la información en la era de la hiperconectividad las posibilidades de ese control? Tal vez, la posverdad, como sostienen algunos, es una palabra renovada para la mentira de toda la vida. O quizás lo que nos llega ahora en forma de teorías sobre la fabricación de las verdades no es otra cosa que el lejano eco del filosofar de Nietzsche sobre la imposibilidad de la distinción nítida entre ambas, al diluirse ambas en el magma del mismo poder que las fabricó. Y, entonces: ¿cómo podremos articular nuestra existencia con los otros una vez ya no tenemos ninguna verdad que compartir con ellos? Pero no os preocupéis: el veredicto final se llevará a cabo a través de una elección plenamente democrática sobre la existencia o inexistencia de la verdad en el crepúsculo de lo humano.