
La 9a de Beethoven 2z1z30
En el verano de 1964, la prestigiosa socióloga estadounidense Dorothy Spiegel definió las bases de la tertulia musical tal y como la conocemos en la actualidad. En su domicilio de Crosby St., en el Lower Mahattan, reunía el primer viernes de cada mes a intelectuales, amigos y colegas de profesión «con la simple idea de pasar una velada entretenida». Después de cenar los asistentes pasaban al estudio del apartamento, donde se encontraba la extensa colección de discos de la doctora Spiegel. Allí se servían bebidas, se repartían ceniceros y los tertulianos ocupaban sus asientos alrededor de la estancia. Ya en la primera de esas reuniones se estableció una serie de reglas para que la tertulia se desarrollara de modo ameno y desenfadado, otorgando al encuentro el carácter de juego social. Uno de los asistentes proponía un tema de conocimiento general y el resto de participantes debía escoger una composición musical que se adecuara al tema propuesto. La selección musical no podía realizarse al azar si no que, llegado su turno, el participante debía argumentar de manera propia y convincente porqué había escogido esa pieza. Las reuniones acostumbraban a alargarse hasta el amanecer y las horas se derramaban entre discos de vinilo, licor, discusiones, tabaco y confesiones. No queda testimonio alguno de dichas veladas y la inexistente documentación acerca de la señora Spiegel y su círculo de amistades invita a creer que el relato de lo que sucedió aquel verano ha pervivido gracias a los párrafos de un libro que nunca llegó a publicarse o a la desafortunada estrofa de una canción olvidada. Esto no impide que en «La Novena de Beethoven» intentemos rescatar el carácter de aquellos encuentros musicales y pretendamos registrarlos en forma de podcast. La tertulia corre a nuestro cargo. El resto lo ponen ustedes. Esperamos que sea de su agrado. 3z1p6t
En el verano de 1964, la prestigiosa socióloga estadounidense Dorothy Spiegel definió las bases de la tertulia musical tal y como la conocemos en la actualidad. En su domicilio de Crosby St., en el Lower Mahattan, reunía el primer viernes de cada mes a intelectuales, amigos y colegas de profesión «con la simple idea de pasar una velada entretenida». Después de cenar los asistentes pasaban al estudio del apartamento, donde se encontraba la extensa colección de discos de la doctora Spiegel. Allí se servían bebidas, se repartían ceniceros y los tertulianos ocupaban sus asientos alrededor de la estancia. Ya en la primera de esas reuniones se estableció una serie de reglas para que la tertulia se desarrollara de modo ameno y desenfadado, otorgando al encuentro el carácter de juego social. Uno de los asistentes proponía un tema de conocimiento general y el resto de participantes debía escoger una composición musical que se adecuara al tema propuesto. La selección musical no podía realizarse al azar si no que, llegado su turno, el participante debía argumentar de manera propia y convincente porqué había escogido esa pieza.
Las reuniones acostumbraban a alargarse hasta el amanecer y las horas se derramaban entre discos de vinilo, licor, discusiones, tabaco y confesiones.
No queda testimonio alguno de dichas veladas y la inexistente documentación acerca de la señora Spiegel y su círculo de amistades invita a creer que el relato de lo que sucedió aquel verano ha pervivido gracias a los párrafos de un libro que nunca llegó a publicarse o a la desafortunada estrofa de una canción olvidada.
Esto no impide que en «La Novena de Beethoven» intentemos rescatar el carácter de aquellos encuentros musicales y pretendamos registrarlos en forma de podcast.
La tertulia corre a nuestro cargo. El resto lo ponen ustedes.
Esperamos que sea de su agrado.