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PI 7X35 Audiolibro creativo de 'La edad de oro', de John C. Wright. Parte 2

PI 7X35 Audiolibro creativo de 'La edad de oro', de John C. Wright. Parte 2 705944

2/6/2025 · 01:25:57
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Descripción de PI 7X35 Audiolibro creativo de 'La edad de oro', de John C. Wright. Parte 2 3g5r5f

Seguimos con el fascinante libro que no entendemos, pero qué más da porque mola mucho y eso es lo que importa. 5z3x4c

Lee el podcast de PI 7X35 Audiolibro creativo de 'La edad de oro', de John C. Wright. Parte 2

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Y hoy en Planeta Invierno continuamos con un libro que te gustó mucho, La Edad de Oro.

¿Ordenó el código rojo? ¿Hice el trabajo que me encargaste? ¿ORDENÓ EL CÓDIGO ROJO? ¡POR SUPUESTO QUE LO HICE, JODER! Bienvenidas a Planeta Invierno.

Un podcast que, dije, evoluciona.

¿Por qué está tan oscuro? Al principio, siempre está oscuro.

No te digo que entres porque estoy enrollada con el punto.

Paso total de vosotras, ya ves.

¡Aléjate de ella, puerca! Nos habíamos quedado en...

No había nada en la noche.

Solo un ruido vacío y un abismo vacío.

Y acuérdate siempre que yo no soy actriz.

¿Vale? Así que...

Se hace lo que se puede, ¿eh? Phaethon reactivó su percepción temporal y las estrellas quedaron petrificadas en su sitio.

No, se dijo. No seré falso.

Recuerdo que Neptunia no había dicho que la Cumene Dorada era un mundo de ilusiones.

Quizá lo fuera.

Pero no me dejaré engañar, lo juro.

Si algo puede huirme allá en las estrellas, me habéis oído.

He prestado un juramento.

Las estrellas eran pálidas y una franja de luz roja rozaba el este.

Se había elevado más de lo que creía y a esa altitud casi rompía el alba.

Giró para enderezarse y como un buzo que se sumerge en una profundidad azul inició el descenso.

Los vientos rugieron en sus oídos como la algarabía de muchas voces.

Acuérdate que cuando digo paso a largo es porque hay una raya que lo separa todo, ¿vale? Él el palacio.

Si podemos matar este sueño, pares míos, deberíamos matarlo.

Y su imagen irradió varias voces e imágenes de luz.

Nuestra supervivencia y el afán de protegerla, amada Cumene Dorada, del horror de la guerra.

Un horror que solo nosotros tenemos edad para recordar.

Ambos nos surgen al enfrentamiento con este arcángel de fuego a quien tememos tanto que no osamos decir su nombre.

Ah, como Harry Potter.

Como J. K. Rowling, ¿no? Mejor no diga su nombre.

Nuestra causa es justa.

¿Está nuestra fuerza a la altura de nuestra tarea? Concededme, convencedme, oh pares, que los exhortadores nos ayudarán en vez de oponerse a nuestros esfuerzos para sofocar el fuego del alma del hombre y mis inconstantes convicciones pueden cambiar de nuevo.

Mi imperio de sueños puede llegar al pensamiento y la sonrisa de millones.

Convénceme de que es posible, oh helión, de que puedes combatir contra este fuego espiritual tal como una vez combatiste los fuegos del sol.

Con un desenlace más feliz, por cierto, del que tuvo ese acontecimiento.

Pausa larga.

Phaethon hizo una llamada a su mansión.

¡Radamanto, Radamanto! Sé que el protocolo gris-plata no te permite manifestarte de una manera que no armonice con el escenario, pero es una emergencia.

Algo extraño me sucedió esta noche.

Necesito tu ayuda para hallar las respuestas.

Su sensorio envió una señal para itir un nuevo objeto.

Poco después, una silueta negra y menuda bajó aleteando desde las altas nubes que había a sus espaldas, rodeada por el rugido de un motor.

Giró en un tonel hasta ponerse paralela al descenso de Phaethon.

Era un pingüino con pajarita, antiparras de aviador, o sea, gafas, y una larga bufanda blanca.

Extendía las alas regordetas.

Echaba hacia atrás la cabeza abusada.

El pico cortaba el aire.

Un penacho de vapor salía de sus patas palmeadas.

¡Por favor, Radamanto! ¿Esto armoniza? ¡Es un ave, joven amo! Dijo el pingüino, eladeando la cabeza.

¡No uses imágenes realistas o no uses ninguna! Es el lema de nuestra casa señorial.

¡Los pingüinos no vuelan! Es triste decirlo, joven amo, pero los hombres tampoco.

Pero... ¿una estela? Amo, puede revisar mis cálculos si gustas, pero un objeto con forma de pingüino viajando a esta velocidad por esa atmósfera...

¡Sé realista! Interrumpió Phaethon.

¡Qué carácter! Estaría bien que le dijera eso al pingüino.

¡Pero qué carácter, por favor! ¡Pero cómo te pones! ¡Pero qué broma fina! Pero en cambio le dice...

Si el joven amo mira a sus espaldas, creo que verá que tiene una estela de condensación semejante a la mía.

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