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LA HORA DEL INSOMNE
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LA NOCHE

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1/3/2025 · 17:59
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LA HORA DEL INSOMNE

Descripción de LA NOCHE 4642j

La noche es un relato de terror del escritor francés Guy de Mauant. La noche es uno de los mejores cuentos de terror de Guy de Mauant; una historia tétrica, oscura, acerca de un hombre que recorre las sombras de París a medida que pierde la cordura. No se trata de un noctámbulo en el estricto sentido del término, sino de un hombre que realmente está enamorado de la noche. En La noche, Guy de Mauant conduce una aterradora visita a la París nocturna que está vedada a los turistas, incluso a los propios parisinos. Esa noche le pertenece a los locos, a los poetas, a los alcohólicos, a los que se atreven a dejar atrás la seguridad del hogar para introducirse en una realidad mucho más inquietante. A pesar de su frecuentación con la noche, el narrador advierte que los signos que se manifiestan en la oscuridad parecen anunciar un evento singular, que tal vez solo puede apreciarse en todo su esplendor a través de una pesadilla, de una alucinación insoportable donde nada se mueve. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1234754 2b5k31

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La hora del insomnio. Cuentos dramatizados donde encontrarás misterio, intriga, terror, suspens.

Jorgetito Gómez Cabrera te trae una nueva y emocionante historia.

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Las alondras cantan al sol, en el aire azul, en el aire caliente, en el aire ligero de la mañana clara. El búho huye en la noche. Sombra negra que atraviesa el espacio negro y alegre, embriagado por la negra inmensidad, lanza su grito vibrante y siniestro. El día me cansa y me aborre. Es brutal y ruidoso. Me levanto con esfuerzo, me visto con desidia y salgo con pesar.

Y cada paso, cada movimiento, cada gesto, cada palabra, cada pensamiento, me fatiga como si levantara una enorme carga. Pero cuando el sol desciende, una confusa alegría invade todo mi cuerpo. Me despierto, me animo. A medida que crece la sombra me siento distinto, más joven, más fuerte, más activo, más feliz. La veo espesarse, dulce sombra caída del cielo. Ahoga la ciudad como una ola inaprehensible e impenetrable. Oculta, borra, destruye los colores, las formas.

Oprime las casas, los seres, los monumentos con su tacto imperceptible. Entonces, entonces tengo ganas de gritar de placer como las lechuzas, de correr por los tejados como los gatos y un impetuoso deseo de amarse enciende en mis venas. Salgo, unas veces camino por los barrios ensombrecidos y otras por los bosques cercanos a París, donde oigo rondar a mis hermanas las fieras y a mis hermanos, los cazadores furtivos. Aquello que se ama con violencia acaba siempre por matarle a uno. ¿Cómo explicar lo que me ocurre? ¿Cómo hacer comprender el hecho de que pueda contarlo? Ya no lo sé, solo sé que es.

Pero aquí, el caso es que ayer, ¿fue ayer? Sí, sin duda, a no ser que haya sido antes, otro día, otro mes, otro año, no sé. Debió ser ayer, pues el día no ha vuelto a amanecer, pues el sol no ha vuelto a salir. ¿Pero desde cuándo dura la noche? ¿Desde cuándo? ¿Quién lo dirá? ¿Quién lo sabrá nunca? El caso es que ayer salí como todas las noches después de la cena. Hacía, bueno, una temperatura agradable, hacía calor. Mientras bajaba hacia los bulevares, miraba sobre mi cabeza el río negro y lleno de estrellas, recortado en el cielo por los tejados de la calle, se curvaba y ondeaba como un auténtico torrente, un caudal rodante de asturias.

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