No me llamo Tracy (03/10), Azul es el color de la sangre, de Víctor Montolí 4p5911

Evox Originals presenta Historias para ser leídas.

Un podcast de ciencia ficción, terror y fantasía dirigido por Olga Paraíso.

Ficciones sonoras con las que podrás sumergirte en otra realidad.

No me llamo Tracy, de Víctor Montolí. Capítulo 3. Azul es el color de la sangre.

Qué lejos están los poetas de imaginar que cuando se lamentan retóricamente de que el amor y el odio son hermanos gemelos, en realidad están dando en el clavo. Si os dijera que es un antiguo amante quien está intentando matarme, ¿cómo reaccionaríais? Tengo por norma no acostarme más de dos veces con el mismo hombre, o la misma mujer, en eso no hago distinciones. Cuando alcanzas el número 3, la Santa Trinidad, ya se creen con derecho a ciertos privilegios que no estoy dispuesta a concederles. Hay algunos que a la segunda ocasión ya lo reclaman e incluso pretenden casarse contigo.

¿Y qué me dicen de los que al primer revolcón ya se enamoran? A eso se les ve desde lejos. Pero en el caso de Azul fue distinto. Yo era más joven y él era francamente irresistible.

¿Que quién es Azul? El cretino resentido que ha pretendido matarme, o al menos me envió a ese matón. Un recado nada sutil. Azul, el príncipe Azul, en realidad se llama Claus von, un apellido centroeuropeo impronunciable. De hecho, aunque se hace llamar así, no es príncipe, pero sí pertenece a la nobleza de Rancio Bolengo y ha utilizado toda su influencia y sus os para crear un imperio y extender sus tentáculos por todos los negocios lucrativos y legales.

Tengo entendido que actualmente se concentra en el tráfico de armas y de drogas, pero no le hacía ascos a nada. Eso sí, Azul sigue presumiendo de no haberse manchado nunca sus delicadas manos de sangre. Supongo que se refiere a un sentido literal, porque para esa parte inevitable de su negocio ya tiene un auténtico ejército de guardaespaldas, matones, sicarios y asesinos de todo tipo.

Es tan exageradamente desprendido con el dinero, eso debo reconocerlo, que cualquier pobre desgraciado puede corromperse y caer en la tentación del crimen, como sin duda le ocurrió al patético aprendiz de detective que se coló en mi ducha. ¿Cómo llegó ese tipejo a trabajar para él? La asquerosa bola de sebo que rompió los frágiles vidrios de su despacho y acabó aplastado como una cucaracha.

Me contó que la agencia de detectives era propiedad de Azul y fue él en persona quien realizó el encargo. ¿Pero por qué? ¿O por qué ahora? Es lo que trato de averiguar. La oferta fue tan generosa que fue imposible rechazarla, como cuando en los cuentos de hadas aparece el monarca que dice que te va a recompensar con tu peso en oro.

Azul tiene cientos de negocios limpios para blanquear las inmensas cantidades de pasta que desborda de sus amplísimos bolsillos. Empresas de todo tipo, tecnológicas, inversoras, financieras, de comunicación, inmobiliarias, joyerías, cadenas de ropa, restaurantes de lujo, prostíbulos, escuelas privadas de élite, parques temáticos y hasta un par o tres de clubs de fútbol. Es el Bill Gates del crimen, el Elon Musk del delito, tan inteligente que no desdeña los pequeños negocios como farmacias, fruterías, bazares, badulakes, ferreterías, mercerías, las pocas que quedan, o incluso bares cutres de mala suerte. Todo puede ser leúdo.