Narraciones Extraordinarias Edgar Allan Poe. El corazón delator. (La Voz del Libro) 82y3c

Bienvenidos vendidos a la voz del libro libro donde escuchadas relatos de sueño solo para tus oídos narraciones extraordinarias cara a la ue el corazón del autor debo confesar que soy nervioso muy muy nervioso tremendamente nervioso lo he sido siempre y lo sigo siendo pero por qué se empeña en decir que estoy loco la enfermedad había usado mis sentidos pero no lo sabía destruido ni en votado sobretodo tenía un oído agudiza hoy a todas las cosas del cielo y de la tierra e incluso muchas cosas del infierno como pues puedo estar loco escucha y observa con cuánta cordura y con cuánta calma puedo contaros toda la historia es imposible decir como dentro de primeras la idea en mi cerebro pero una vez concebida me persiguió día y noche motivo no había pasión no la había tampoco yo quería dijo nunca me había hecho mal ni me había insulta su oro no lo codiciada yo creo que era su ojo si eso era tenía un ojo de buitre un ojo azul pálido con una catarata en él siempre que se fijaba de mis en el señalaba la sangre y así gradual muy grave igualmente de fiji quitar la vida al viejo y de esa manera librarme del ojo aquel para siempre ahora bien el que me crees loco pero los locos no tienen idea de nada en cambio debería y saberme visto a mi deberíais haber visto cuán sabiamente procedí con precaución con cautela con disimulo puse manos a la obra nunca estuve más amable con el viejo pero durante la semana anterior a su muerte y cada che a eso de las doce giraba y picaportes de su puerta y la habría con suavidad y luego cuando la había abierto lo suficiente para pasarla cabeza metí a una linterna sorda tapada toda tapada para que no se escapara ni un rayo de luz y luego introducía la cabeza a o sabría reído viendo juan hábilmente lo introducía la movía lenta muy lentamente para no turbar el sueño del viejo ni llevaba una hora a pasar la cabeza entera por el resquicio hasta poder verle tendido en la cama acaso un loco habría actuado con tanta prudencia luego cuando tenía bien asomada la cabeza la habitación destapa la linterna cuidadosamente con que cuidado porque las bisagra chirría van y la destapada justo lo necesario para que un solo y tenue rayo de luz cayera sobre los jo de buitre y esto lo hice durante siete largas noches justo a las doce todas ellas pero siempre encontré cerrado el ojo y así era imposible realizar mi propósito porque no ir al viejo el que me esperaba sino su mal de ojo y todas las mañanas cuando despuntaba el día entraba despreocupada mente en la habitación y le hablaba con naturalidad llamándole por su nombre en tono cordial y preguntándole como había pasado la noche ya veis pues que tendría que haber sido un viejo muy listo para sospechar de que todas las noches a las doce en punto yo le observaba mientras dormía a la octava