Música clásica para sentirse a gusto 25-04-25 n3z6

Buenas tardes Buñol, esto es música clásica para sentirse a gusto y hoy toca su capítulo número 62. Soy Pepe Abargués y está conmigo Rodrigo Puché en el control de sonido. En este programa seguimos denunciando a quienes pasean perro por las calles de Buñol y no recogen la mierda del perro cuando caga. Y de nuevo mis tres recomendaciones en este programa, subir el volumen del reproductor de sonido, poner un poco de concentración y dejar que la música os haga sentir a gusto. Hoy tenemos un inicio de programa extraordinario, no habitual, pues la ocasión lo requiere.

Hace dos días se cumplieron 85 años de la llegada de Miguel de Molina a Buñol.

Y mañana visitará Buñol un sobrino nieto del artista, es decir, un nieto de la hermana de Miguel de Molina que se trasladó a vivir a Argentina.

Miguel de Molina estaba en la cresta de su ola entre 1934 y 1936. La guerra civil y las represalias que trajo consigo destrozaron su carrera profesional en España. Miguel llegó a Buñol la tarde del martes 23 de abril de 1940. Tenía 32 años recién cumplidos. Vino para cumplir una orden de destierro, es decir, de confinamiento en Buñol hasta nuevo aviso. En lugar de encerrarlo en la cárcel, como podía ocurrir en esa época recién terminada la guerra civil, le encerraron en un pueblo que tratándose de Buñol fue una suerte para él y para Buñol.

Venía a Buñol tras un mes de confinamiento inicial en Cáceres.

Estando allí aceptaron su alegación de que su madre vivía en Valencia y estaba enferma, cambiándole Cáceres por Buñol como lugar de destierro.

En Buñol le permitieron libertad de movimiento en el pueblo. Su estancia en Buñol duró ocho meses, pues a finales de 1940 se le concedió libertad de movimiento en España y el 2 de enero de 1941 se marchó para reanudar su vida profesional, pero poco después se encontró con la prohibición expresa de trabajar en España. Tuvo que marcharse a Argentina en 1942.

Allí triunfó brillantemente, pero a mediados de 1943, dadas las afinidades políticas entonces entre el régimen de España y el de Argentina, el gobierno español pidió que fuera detenido y enviado de nuevo a España en septiembre de 1943. Pasó dos años deambulando por España, gran parte de ellos refugiado en Valencia con su madre. Seguía sin autorización para actuar y en 1945 marchó a México y de allí de nuevo a Argentina, donde siguió triunfando. En 1957 Miguel de Molina decidió venir a España y las autoridades hicieron la vista gorda.

Pudo actuar y en 1958 actuó en el Teatro Montecarlo el 9 de abril, un día antes del quinto aniversario de la inauguración de Montecarlo y también tres días antes de que el propio Miguel de Molina cumpliera 50 años. Semanas después se volvió a Argentina y nunca más regresó a España. Se retiró de los escenarios a los 52 años.

En sus años de artista Miguel de Molina no sólo cantó, fue también organizador de fiestas, bailarín, coreógrafo, diseñador de vestuario, modisto de su propia indumentaria, arreglista de canciones, empresario teatral y compositor. Durante esos primeros 52 años de su vida pasó por muchos momentos angustiosos y tuvo momentos felices y yo estoy convencido de que a pesar de sentirse continuamente atormentado por su situación.