Molinillos de colores. j4t4d

Dicen que la infancia es la patria del adulto que la felicidad que en ella reside es incomparable inmensa inabarcable y puede que así debiera ser pero no siempre lo que debes y conviene ir de visita por los rincones de la suerte de mi infancia recuerdo muchas cosas por no decir todas o al menos ese todo que he creado en mi cabeza y que yo ya no quiero que sea diferente por algo aprendí al escuchar a mi padre por las noches que uno puede reescribir los cuentos tengo en la memoria de mis piernas las escaleras que subían al segundo piso de la casa más bonita en la que jamás vivir en el infinito pasillo por el que jugaba y castigaba mis muñecas y que luego recorriendo lo de adulta descubrí que tampoco era tan largo el sofá en el que me quedaba dormida hasta que mi madre pudo conmigo para llevarme en brazos a la cama y un armario en el que me escondía mientras observaba planchar a nuestra y popin particular subir a ver a las vecinas del tercero entonando sus nombres y como en una de esas aprendí lo que era la ausencia recuerdo los paseos de la mano de papa saludando a diestro y siniestro la carnicería el kiosco el videoclub y la juguetería del señor manolo es su perrita una cocker ciega que fue anciana desde que yo recuerdo también los caramelos que me daban en la farmacia el olor de la tinta horaria y la tarde en que después de semanas de empeño y paciencia por parte de papa llegó mi madre para qué me decís fiesta de los ruinas de la bicicleta en un minuto también recuerdo perfectamente haber visto cuatro veces la película de vaya a santa klaus en el cine de la plaza en la que leen interpreta a un padre recién separado que se convierte en papá noel cuatro veces las cuatro al lado de mi particular santa klaus claro y también el viernes en que después del colegio fuimos saber la versión moderna de mujercitas bonita pero incomparable a la que mi madre grabó para mí en aquella cinta o beach cese que todavía sigue por casa y donde elizabeth taylor interpreta a mi marx tocó perfectamente con la yema de mis dedos la cantidad de plásticos que traían las cajas de las barbies y sus correspondientes casas coches y una pizarra continuas de colores con la que di clase a cada una de mis obedientes muñecas sentadas frente a una profesora parlanchina que siempre gozo de ser el centro de atención tengo el brillo en los ojos de las cabalgatas de reyes a hombros de mi padre la arena de la playa de santa cristina colando en los pies y el agua de la piscina de plástico en la que tanto jugamos mi prima y yo aquellos veranos infinitos los cientos y cientos de fotos que mi padre me hizo y la cancela que cada año y va viendo como crecía ciento la ternura de la mano de mi abuela mientras me queda dormida en la cama pegada a la suya las mañanas de los sábados desmontando le la cocina los paseos con mi abuelo comprando periódicos y las visitas a la confirmaría del cholo y de pili cuando no llegaban y al mostrador el día en que un adulto me enseñó a celebrar las despedidas cuando mi padre me compro un globo y aplaudió en cuanto éste se me escapó de las manos desde entonces teníamos que comprarlo solo para tirarlo al aire desde el balcón en que cada primavera planta vamos a recintos y poníamos alpiste para los gorriones viajar en el coche con la silla en el medio y medio en la época en la que lo de los cinturones y la seguridad quedaba muy lejanos y en la que nuestro ángel de la guarda no dejaba que nada malo pasase mientras mamá papá y yo cantábamos alguna vez donato y stefano joao afonso o mecano mi primera profesora del colegio dolores enseñando nos el reino de las letras con dibujos que ocupaban una aparece entera de la clase y la falda del uniforme que a punto estuvo de llevar del revés el