El misterio de Tartessos 6cj2i

Todos hemos oído alguna vez hablar de Tartessos, una de las civilizaciones más enigmáticas de la antigüedad, que floreció en el suroeste de la península ibérica entre los siglos IX y VI a.C.

Estaba situada en lo que hoy corresponde a las provincias de Huelva, Sevilla, Cádiz y ciertas partes de Extremadura y el sur de Portugal.

Esta cultura se caracterizó por su riqueza material, su avanzado sistema comercial y su interacción con otros pueblos mediterráneos, especialmente con los fenicios y con los griegos.

Conocida por los griegos como una tierra casi casi semimítica repleta de tesoros, Tartessos ha fascinado a los historiadores y a los lingüistas durante los últimos siglos.

Tartessos emergió durante la transición del bronce final a la Edad del Hierro, en un periodo de profundos cambios culturales y económicos en el Mediterráneo Occidental.

Su desarrollo está íntimamente ligado al o con los fenicios, quienes desde el siglo X antes de Cristo establecieron una serie de puertos comerciales en la península ibérica como la ciudad de Gádir, actual Cádiz.

Los fenicios buscaban metales, oro, plata, cobre y estaño, que son muy abundantes en la región, al menos los tres primeros, especialmente en la zona de la Franja Pirítica Ibérica, que es una de las regiones mineras más ricas de Europa.

Este intercambio marcó el inicio de lo que los arqueólogos denominan el periodo orientalizante de Tartessos, caracterizado por la adopción de una serie de técnicas, estilos y objetos procedentes del Mediterráneo Oriental.

Las fuentes griegas, como Herodoto en el siglo V antes de Cristo, describen Tartessos como una región próspera, situada más allá de las columnas de Hércules, el estrecho de Julatar, para que nos entendamos.

Herodoto menciona incluso a un rey, Arga Antonio, cuyo nombre está derivado de la raíz indoeuropea para plata, es decir, Arga, de Argentum en latín, y nos viene a decir que aquella zona era muy rica desde el punto de vista mineral.

Según el historiador, Arga Antonio reinó durante más de un siglo, seguramente exageraba, y acogió generosamente a los griegos focenses, quienes llegaron hasta allí en busca de comercio.

Aunque estas referencias tienen un matiz ciertamente legendario, los hallazgos arqueológicos confirman que Tartessos ya era un centro económico importante a comienzos del primer milenio antes de Cristo, es decir, hace aproximadamente unos 3.000 años.

El núcleo de Tartessos, o de la civilización tartésica si preferimos usar ese término, que según muchos historiadores es más ajustado a la realidad, se localiza en el Valle Bajo del Guadalquivir, cerca de su desembocadura, aunque algunos investigadores proponen que su influencia se extendió mucho más allá, hasta el río Tinto y el Odiel y el Huelva, e incluso hasta zonas como el sur de Portugal o Extremadura.

La identificación con Tarsis, un lugar mencionado en varios libros de la Biblia como un lugar rico en metales, ha sido objeto durante muchísimo tiempo de debate, pero no hay ni mucho menos consenso sobre si ambos términos se refieren a la misma entidad.

Lo cierto es que Tartessos se benefició de su posición, una posición estratégica a caballo entre el Nuevo Océano Atlántico y el Mediterráneo.

Aunque las fuentes escritas son ciertamente escasas, los datos arqueológicos sugieren que Tartessos se trataba de una sociedad jerarquizada, quizá organizada como un reino o tal vez una confederación de comunidades que tenían algo parecido a una istración central con un monarca.

La figura de Argantonio, descrita como un rey muy longevo y hospitalario, apunta a una monarquía con cierta estabilidad.

Los griegos destacaron a Argantonio y en sí a Tartessos por su riqueza, su sofisticación y su generosidad, lo que podría indicar un sistema político basado en el control de los recursos y en el comercio más que en la conquista militar.

La élite tartésica, y esto sí lo sabemos por el registro arqueológico, vivía en asentamientos fortificados, en el yacimiento del Carambolo, muy cerca de Sevilla, en Camas, donde se encontraron hace ya años objetos de lujo, como el célebre tesoro de oro, que incluye joyas y adornos de gran belleza.

Estas piezas lo que nos hablan es de que