
Descripción de El Mesías de Dune, Capítulo 5 (Audiolibro) 2b496i
"El mesías de Dune" es la continuación de Dune que había sido escrita en 1964. Frank Herbert continua la historia de Paul-Muad'Dib, el joven heredero al Ducado de la Casa Atreides. Han pasado doce años, gracias a su victoria en la Batalla de Arrakeen ha tomado el control del Imperio del millón de Mundos de las manos del Emperador Shaddam IV de la Casa Corrino, y se han librado dos cruzadas en los mundos del imperio para extender la religión Fremen. 415uz
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Los imperios no sufren de falta de finalidad en el momento de su creación. Es luego cuando se produce ésta, cuando ya están establecidos y sus objetivos iniciales son olvidados y reemplazados por vagos rituales.
Palabras de Moakdi, por la princesa Irulan.
Alya se dio cuenta de que aquella reunión del Consejo Imperial iba a ser una mala sesión.
Captó la contención y la acumulación de fuerzas.
La forma como Irulan evitaba mirar a Chani.
El nerviosismo de Stilgar barajando los papeles.
Las ceñudas miradas de Paul dirigidas a Korva el Kizara.
Alya se sentó en un extremo de la dorada mesa del Consejo.
Desde donde podía mirar afuera, a las puertas que abrían al balcón bañadas por la polvorienta luz de la tarde.
Korva, a quien su entrada había interrumpido, siguió hablando con Paul.
Lo que quiero decir, mi señor, es que hay aquí y ahora muchos más dioses de los que ha habido nunca.
Alya se rió echando la cabeza hacia atrás.
El movimiento hizo caer hacia atrás la capucha negra de su haba.
Los rasgos quedaron al descubierto.
Ojos de especie completamente azules.
El rostro balado de su madre bajo una cascada de cabellos broncíneos.
Nariz pequeña.
Boca amplia y generosa.
Las mejillas de Korva adquirieron casi el color de sus anaranjadas ropas.
Miró furiosamente a Alya.
Un nomo irritado, minúsculo y calvo.
¿Sabéis lo que se dice de vuestro hermano? Preguntó.
Sé lo que se dice de vosotros los Kizarate.
Contraatacó Alya.
Sois espías de Dios.
Korva miró a Paul en busca de apoyo y dijo.
Somos los enviados de Moakdi, que debe saber la verdad sobre su pueblo.
El cual debe saber a su vez la verdad sobre él.
¿Espías? Dijo Alya.
Korva apretó los labios en un injuriado silencio.
Paul miró su hermana, preguntándose por qué había provocado Korva.
Bruscamente, se dio cuenta de que Alya se había convertido en una mujer.
Una belleza con el último rastro de inocencia de la juventud.
Se sintió sorprendido de no haberse percatado de ello hasta aquel momento.
Tenía tan solo 15 años.
Pronto 16.
Una reverenda madre sin haber sido madre nunca.
Una sacerdotisa virgen.
Objeto de temerosa veneración por parte de las masas supersticiosas.
Alya del cuchillo.
Esto no es momento ni lugar para oír las frivolidades de vuestra hermana.
Dijo Irulan.
Paul la ignoró inclinando la cabeza en dirección a Korva.
La plaza está llena de peregrinos.
Salid y dirigid sus plegarias.
Pero ellos os esperan a vos, mi señor.
Dijo Korva.
Colocaos vuestro turbante.
Dijo Paul.
No os reconocerán a esa distancia.
Irulan contuvo su irritación al verse ignorada.
Observando como Korva se apresuraba a obedecer, sintió una repentina inquietud al pensar que quizá Edrith no consiguiera ocultar sus acciones para Alya.
¿Qué es lo que sabemos realmente de ella? Se preguntó.
Chani, con las manos fuertemente apretadas en su regazo, observó a través de la mesa Stilgar, su tío, el ministro de estado de Paul.
Añoraba aún el viejo naid fremen la simple existencia de su sietch del desierto.
Se preguntó.
Los negros cabellos de Stilgar, notó, empezaban a volverse grises a los lados, pero sus ojos seguían siendo penetrantes bajo sus espesas cejas.
Había aún algo salvaje en aquella mirada, y en su barba se notaba todavía la marca del tubo del filtro del destiltraje.
Evidenciando su nerviosismo ante la atención de Chani, Stilgar miró a su alrededor en la cámara del consejo.
Su mirada se posó en la puerta que daba al balcón, y en Corva de pie en ella.
Corva tenía las manos levantadas para bendecir, y el sol del atardecer ponía un halo rojo en torno a su figura.
Por un momento, Stilgar vio al Kisara de la corte como una figura crucificada en una rueda de fuego.
Corva bajó los brazos y la ilusión quedó destruida.
Pero, por un momento, Stilgar se sentó en la mesa.
Corva bajó los brazos y la ilusión quedó destruida.
Pero Stilgar se notó turbado por ella.
Sintió una irritada frustración dirigida a todos aquellos sumisos suplicantes que debían estar aguardando en el salón de audiencias.
A toda aquella odiosa pompa que rodeaba el trono de Mog D.
Reuniéndose con el emperador, uno esperaba captar un fallo suyo.
Descubrir sus errores, pensó Stilgar.
Sintió que aquel era un pensamiento sacrilegio, pero no podía rechazarlo.
El lejano murmullo de la multitud penetró en la estancia al regresar Corva.
La puerta del balcón se cerró tras él sobre sus cierres herméticos, con un sonido sordo.
La mirada de Paul siguió al Kisara.
Corva se sentó a la izquierda de Paul, con su rostro oscuro tranquilo, sus ojos brillando de fanatismo.
Había gozado de este momento de poder religioso.
«La presencia del Espíritu ha sido invocada», dijo.
«Gracias sean dadas al Señor», dijo Alia.
Los labios de Corva palidecieron.
Paul estudió de nuevo a su hermana, preguntándose acerca de sus motivaciones.
Su inocencia enmascaraba un engaño.
Se dijo a sí mismo.
Como él, ella era un productor del mismo programa de selección Ben & Jesserine, que habían producido al mismo tiempo.
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