
LETHANI 5º : LA DANZA QUE UNE SOMBRA Y LUZ 4f3g59
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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
La danza que une sombra y luz. Había una vez un clano en el bosque, oculto a la vista de quienes no sabían buscar. Allí, al caer la noche, las sombras y la luz bailaban una danza que ningún ojo humano había logrado presenciar por completo.
Los árboles susurraban su melodía y las estrellas, suspendidas como testigos mudos, observaban desde lo alto. La historia comienza con una joven llamada Lira, hija de un viajero errante y una mujer de los caminos. Habían crecido escuchando relatos sobre el claro, pero siempre los habían considerado cuentos para asustar a los niños.
Sin embargo, tras la muerte de su madre, su padre desapareció en busca del lugar, dejando atrás solo una frase. ¿Dónde bailan las sombras y la luz? El equilibrio espera.
Lira, movida por la ausencia y el misterio, decidió buscarlo. Viajó por senderos olvidados y ríos sin nombre, preguntando a ancianos y vagabundos. Pero todos la miraban con recelo.
«Nadie que entra en ese claro regresa siendo el mismo», decían, pero Lira no se detenía.
Finalmente, una noche sin luna encontró el lugar. El claro estaba iluminado por una luz extraña, tenue pero vibrante, que parecía emerger de las propias sombras. Allí, en el centro, dos figuras danzaban, una hecha de pura oscuridad y la otra de luz cegadora. Movían sus cuerpos en un equilibrio perfecto, cada giro y paso encajando con el otro. Lira quiso acercarse, pero en cuanto dio un paso sintió una fuerza tirando de ella, como si el claro mismo quisiera retenerla en su lugar. Entonces una voz resonó en su mente, una voz que parecía ser suya, y a la vez no lo era.
«¿Qué buscas, niña?». «El equilibrio», respondió ella, sin saber muy bien qué significaban sus propias palabras. La danza se detuvo, la figura de sombra se inclinó hacia ella, mientras que la luz retrocedió, dejando un espacio entre ambas. «El equilibrio no es algo que se encuentre», dijo la sombra, «es algo que se crea».
La figura de la luz añadió, «la sombra y la luz no existen una sin la otra, solo danzamos porque aceptamos lo que somos». Lira se dio cuenta de que las figuras no eran más que un reflejo de su propio corazón. La luz representaba sus esperanzas y la sombra sus miedos. La danza no era otra cosa que el conflicto que llevaba dentro desde la muerte de su madre y la pérdida de su padre.
Lira cerró los ojos, no intentó acercarse más ni retrocedió, simplemente respiró. Al hacerlo, sintió como su dolor y sus sueños se entrelazaban, como si fueran dos lados de la misma moneda. Cuando abrió los ojos, las figuras habían desaparecido, pero la melodía del claro permanecía. Regresó a casa con una paz que no había sentido en años.
Nunca volvió a claro, pero tampoco lo olvidó. Saber que la luz y las sombras no son opuestos, sino compañeros, el equilibrio no se encuentra afuera, sino dentro, al aceptar cada parte de lo que somos. A veces nuestras mayores luchas no están en el mundo exterior, sino en la danza que libramos con nosotros mismos.
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