La Hora Oscura T09E12: "Vardø: La Isla de las Brujas" 693k6f

El pistoletazo de salida a esa caza de brujas que dura ni más ni menos que tres siglos
empieza con una bula de Inocencio VIII de 1484, donde ya se dice que hay mujeres asociadas
al diablo para hacer males, cometer infanticidios, provocar malas cosechas o sencillamente que
los animales vayan muriendo. Las más utilizadas eran el potro, donde se te podían romper
brazos, piernas, te podías encontrar la tortura de la toca, donde te echaban también el potro
atado de pies y manos, te ponían una gasa en la boca, te ponían un embudo y comenzaban
a echarte agua destilada. Podías reventar, porque no podías expulsar el agua. Se decía
que había una zona del cuerpo de la mujer donde normalmente ponía su mano el diablo
para hacer el signo de vasallaje y esa zona era insensible. Después de doscientos, trescientos
mil pinchazos, la mujer ya no se enteraba si le pinchaba una vez o no, así que todas
eran brujas. Por Alemania y por Inglaterra se cogía a la mujer y se la pedía que sustuviera
durante el tiempo de un padre nuestro una barra de hielo al rojo. Luego se le vendaba
las heridas, se le ponía un lacre, se la tenía vigilada y si en siete días no sanaba, les quedaba moja.
Los inviernos en el norte de Noruega son largos e implacables. La nieve lo cubre todo como
un manto eterno y el viento que sopla desde el mar de Barents arrastra a los demonios blancos
del hielo hasta los mismos huesos. En el pequeño pueblo de Bardo, en aquel gélido
invierno de 1617, nadie imaginaba que el aire traería consigo algo más que escarcha y tormentas,
miedos y susurros y acusaciones veladas. Fue en este rincón remoto del mundo donde la histeria
colectiva se convirtió en una cacería brutal y más de un centenar de mujeres serían arrastradas
a un destino final bajo la sombra de la superstición. Dicen que todo comenzó con una tormenta,
una tempestad violenta y repentina desatada en una enfausta nochebuena, que se llevó consigo
la vida de numerosos pescadores locales. Cuando el mar devolvió sus cuerpos inertes a la costa,
las miradas no se dirigieron al cielo en busca de explicaciones, sino a las mujeres del pueblo.
Brujas, dijeron, hechiceras que conjuraron a los vientos y desataron la furia de las aguas. Una
por una, en una orgía sin parangón de locura y violencia, la práctica totalidad de las mujeres
del pueblo serían acusadas, interrogadas y torturadas, obligadas a confesar pactos
con fuerzas oscuras. Algunas serían quemadas en la hoguera. Otras, en cambio, ahogadas. De muchas
otras, desaparecidas, nunca más llegó a saberse. Sepultadas sus historias en las heladas aguas del
tiempo y a la sombra de otros casos más conocidos como los juicios de Salem, la verdadera historia de
lo ocurrido en Bardo sigue siendo un misterio tan tenebroso como escondido a los ojos de todo el
mundo. El sumario real de aquellos juicios, las declaraciones de aquellas desdichadas y las
innombrables condenas a que fueron sometidas, siguen dormitando entre legajos y baúles de
archivos en los juzgados de la comarca de Finnmark.