La Guerra de los Mundos (1953) ORSON WELLES / GENE BARRY / ANN ROBINSON / BYRON HASKIN / Thriller / Cine Clásico y5p4h

En la Primera Guerra Mundial, las naciones se unieron para luchar contra las naciones utilizando las armas imperfectas de aquellos días.

En la Segunda Guerra, tomaron parte todos los continentes de la Tierra y el hombre se volvió hacia la ciencia para hallar nueva maquinaria bélica que alcanzó alturas nunca igualadas en su capacidad de destrucción.

Y ahora, con las armas terribles de la superciencia que amenazan a toda la humanidad, se aproxima la Guerra de los Mundos.

Nadie hubiera creído a mitad del siglo XX que la vida de nuestro mundo estaba siendo sometida a un detallado estudio por inteligencias superiores a la del hombre.

Y sin embargo, a través del espacio en el planeta Marte, cerebros calculadores y fríos contemplaban el globo terrestre con ojos envidiosos.

Entretanto, con lentitud y seguridad trazaban sus mortíferos planes en contra nuestra.

Marte está a una distancia del Sol de más de 200 millones de kilómetros y durante siglos ha estado sumido en las fases postreras de la debilitación.

Por la noche las temperaturas descienden hasta muy por debajo de 0 grados incluso en su ecuador.

Los habitantes de este planeta moribundo escudriñan el espacio provistos de instrumentos cuyo alcance no hemos soñado jamás buscando otro mundo al que poder emigrar.

No podían ir a Plutón por ser el más lejano de todos los planetas y tan frío que su atmósfera envuelve helada su superficie.

No podían ir a Neptuno ni a Urano, mundos gemelos sumidos en una noche eterna y un frío perpetuo y ambos rodeados por una atmósfera irrespirable de gas metano y de vapor de amoníaco.

Los marcianos estudiaron las posibilidades de Saturno, un mundo atractivo con sus muchas lunas y bellos anillos de polvo cósmico pero cuya temperatura se aproxima a los 270 grados bajo cero y en su interior no hay sino hielo.

El mundo que tenían más próximo era el gigantesco Júpiter donde se elevan titánicas moles de lava y hielo con las cumbres coronadas de hidrógeno donde la presión atmosférica es terrible de miles de kilogramos por centímetro cuadrado.

No, no podían ir allí.

Ni tampoco a Mercurio, el planeta más próximo al Sol porque carece de aire y la temperatura de su ecuador es la del plomo derretido.

De todos los mundos que las inteligencias marcianas podían ver y estudiar solo nuestro cálido globo mostraba el verdor de la vegetación y el brillo del agua y poseía una atmósfera nubosa, indicio de fertilidad.

El género humano no podía suponer que un destino terrible se cernía sobre él ni que desde las tinieblas del espacio exterior estaba siendo sometido a un meticuloso estudio.

Pero en el momento de nuestra mayor aproximación a la órbita de Marte durante un agradable y placentero verano...

Hay fuegos artificiales.

¡Es enorme! ¿De dónde vendrá ese regalo? En mi vida había visto una cosa incómoda.

Parece incómoda.

Es extraña esa explosión.

Vamos a buscarlo.

Seguramente habrá caído junto a Long Beach.

No, mucho más cerca.

Yo voy a verlo. ¿Quién me acompaña? Aquí para el examen.

Ha habido un fuego.

Uno setenta treinta.

Inmediatamente, ciento sesenta grados, treinta minutos.

¿Grande? Ninguno empezó peor en todo California.

Ya pueden ir con rapidez si no quieren que ardamos todos.

Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org