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Viajamos a la isla de Formentera durante el invierno de la mano de un tasador de joyas obsesionado con el collar de María Antonieta. Su hija tendrá que averiguar por qué lo han asesinado 3r5y47
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Me parece, Elena, que, fíjate, has escrito un libro en el que lo has puesto en bandeja para que los que hablen de él digan que es una novela brillante.
Bueno, si empezamos así. Gracias, Antonio. Me hace muchísima ilusión.
Sí, es una novela brillante en el amplio sentido de la palabra porque los brillantes, los diamantes, los diamantes sería más adecuado decir brillan mucho, sobre todo si tienen talla brillante. Y claro, es que ya sabes cómo les gusta a la gente de los medios de comunicación hacer juegos de palabras a veces. Y no sé si, claro, esta novela lleva ya publicada quizá casi un año ya y no sé si lo has leído por ahí en alguno de estos artículos. Me ha ocurrido a mí, fíjate, llevo un poco tarde, pero...
No, no, no me lo han dicho. Mira, no me lo han dicho. Me han dicho muchas cosas de la novela, pero no, eso no. Siempre, bueno, las joyas en general es lo que les impresiona un poco, ¿no? Ah, mira, esa podía ser otra, ¿no? Una joya.
Sí, una joya. Bueno, ahora aclaramos el asunto, Elena, por si alguien está despistado. Ahora nos cuentas un poco por qué decimos esto y de qué va el libro, pero antes me gustaría empezar, si te parece, con una pregunta que no te hago yo, porque a mí me gusta encadenar cosas. Entonces, nuestro invitado del episodio anterior, que es Ferrán Guayar y que nos presentaba su novela, La parte salvaje, pues dejó grabada una pregunta para ti, sin saber que eras tú la que la iba a recibir.
Así que, si te parece, la escuchamos. Adelante. ¿Tú te drogas para escribir? Pues es que yo no me drogo en el sentido de una droga exterior. Yo llevo mi droga incorporada. No necesito meterme en absolutamente nada, porque yo tengo auténtica pasión por la escritura y por poder transmitir a otros mis emociones a través de las palabras.
Eso ya es estar en un estado, digamos, especial. Quizás los que buscan en las drogas eso, a mí me lo da la propia escritura y la concentración.
O sea, eso de que se dice, para mí escribir es una droga, sería como lo tuyo eso, ¿no? Sí, sí, sí. Pero bueno, fíjate que ahora que ya soy mayorcita y que hago meditación y yoga y tal, me doy cuenta que la escritura tiene mucho que ver con todas esas facetas de la vida. Cuando uno se sumerge en un territorio que él mismo crea, necesita una concentración tan vorácita y con unas características tan especiales que ya de por sí te sume en un estado especial, ¿no? A mí se me queman las comidas, no oigo los timbres, etcétera, cuando estoy concentrada escribiendo y me suelo poner el relojito para que no se me queme algo, me lo pongo al lado y suena y no lo escucho.
Fíjate. Y así, por curiosidad, ¿te tarda en llegar esa concentración tan intensa? Sí, eso sí que es, o sea, como una especie de entrenamiento permanente, ¿no? Hay que escribir todos los días cuando te dedicas a escribir, hay que escribir todos los días. Algunos días no llegas ni al umbral de ese estado, pero tú sabes que caminas hacia él y entonces es pura disciplina, ¿no? Te pones a escribir, a escribir y hay un momento en que verdaderamente te adentras.
Creo que era Paul Auster el que una vez le preguntaron si le costaba mucho concentrarse en la escritura y tal y él dijo que bajar era fácil, que subir era lo más difícil, ¿no? O sea, te adentras en tu mundo pero salir de ahí cuando sales, sales un poco noqueado, un poco, por eso yo no oigo mis relojitos de la cocina.
Muy bien, oye, me dejas entonces una pregunta para el siguiente. Sí, sí, te dejo una pregunta. ¿Qué es para ti la escritura? ¿Mostrar o contar? Vale, ¿y cuál es la diferencia?
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