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Caverna de Ánimas
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El Demonio de la Casa: No Apagues la Luz...

El Demonio de la Casa: No Apagues la Luz... 5r22a

29/4/2025 · 48:15
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Caverna de Ánimas

Descripción de El Demonio de la Casa: No Apagues la Luz... 5131u

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Lee el podcast de El Demonio de la Casa: No Apagues la Luz...

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Ayer se apagó la luz en España. Literal. Se cayó la luz, se cayó la red, se cayó el sistema.

Y por un instante también caímos nosotros. Pero en ese mismo segundo algo se encendió.

Miraste a tu alrededor, sin móviles, sin wifi, sin ruido de notificaciones. Y entonces ahí apareció el silencio. Ese que da miedo porque no tiene filtros. Ese que habíamos enterrado bajo capas de estímulos baratos, pantallas brillantes y ruido digital. Y entonces ocurrió lo impensable. La gente salió a la calle, se miraron, hablaron, pasearon, jugaron a las cartas al parchís, cocinaron juntos, contaron historias. Historias reales. No reels.

Somos una sociedad buena, pero no estamos preparados para esto. Nos han entrenado para producir, para rendir, para consumir. Pero no para detenernos. Nos enseñaron a buscar sentido en metas vacías, en pantallas que cambian cada 15 segundos. Nos llenaron de dopamina barata y nos dijeron que eso era felicidad. Y ayer, cuando todo se quedó en negro, cuando todo se apagó, cuando la oscuridad acudió a todas las casas de España, nos dimos cuenta de lo mucho que habíamos perdido. El tiempo de calidad, la conversación lenta, el abrazo, el juego en familia, el ahora.

Cabernarios, ¿cuándo fue la última vez que te sentaste con alguien sin mirar el móvil? ¿Cuándo fue la última vez que cenaste a la luz de las velas? Y no por romanticismo, sino porque no había otra. ¿Ayer fue? ¿Y qué sentiste? Quizá por primera vez en mucho tiempo estabas presente.

Nos tienen adormecidos, nos venden vidas perfectas mientras nos roban la propia, nos hacen creer que la culpa es nuestra por no ser felices, por no ser la mejor versión, por no tener el cuerpo, la casa, la pareja, el éxito. Y lo único que hacen es empujarnos más al abismo. Vivimos en un juego amañado, un sistema que no necesita que seas feliz, solo necesitas que seas funcional, productivo, rentable.

Un sistema que te premia cuando rindes, pero que te olvida cuando sientes. Y en medio de todo eso, te olvidas de lo esencial. De que tus hijos no necesitan un iPad, necesitan tu voz. De que tu pareja no necesita que contestes rápido, necesita que la mires. De que tú no necesitas más contenido, necesitas más silencio. El apagón nos regaló ese silencio. Y aunque fue forzado, fue sagrado. Porque en esa oscuridad renació algo.

Renació la humanidad. Renació la conversación. Renació también la radio, aunque parezca curioso.

Sí, la radio. Esa vieja compañera de los solitarios. Esa llama que sigue encendida cuando todo se apaga. Porque cuando el algoritmo calla, cuando el vídeo no carga, cuando ya no hay nada que escrolear, solo queda la voz. Y la voz es humana.

Nosotros hacemos radio, aunque sea online, sí. Aunque no haya satélites ni estudios enormes.

Porque lo que transmitimos no es señal, es presencia. Es verdad. Es resistencia en una era de apariencias. Y por eso estáis aquí, cavernarios. Porque sabéis que en esta caverna no hay solo humo. Hay fuego. El fuego que se atreva a mirar al abismo y no cerrar los ojos.

El que se atreva a decir, sí, la vida duele, pero estoy despierto. El apagón nos enseñó lo que realmente importa. No fue un desastre. Fue un espejo. Vimos ansiedad, miedo, dependencia. Pero también vimos esperanza. Porque si un simple corte de luz puede recordarnos cómo se vive, entonces aún no está todo perdido. Cavernarios, esta caverna es un refugio, pero también es un campo de batalla. Aquí no venimos a escondernos. Venimos a entender, a romper con las mentiras, con los ciclos de deseo.

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