
Deconstruyendo El cielo inalcanzable. Apéndice 3. El duque de Lerma, capítulo 2 3b3x6f
Descripción de Deconstruyendo El cielo inalcanzable. Apéndice 3. El duque de Lerma, capítulo 2 3b445d
En este segundo y último capítulo seguiremos la trayectoria del duque de Lerma marcada por la corrupción y el traslado de la Corte a Valladolid y su posterior regreso a Madrid, el inicio de su caída y su nombramiento como cardenal. Construido en forma de docudrama, os acompañarán en este recorrido actores que interpretan al duque de Lerma y a varios otros personajes de la época. 3o3o2i
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Bienvenidos a deconstruyendo el cielo inalcanzable y al segundo y último capítulo dedicado al duque de lerno. Tras recorrer en el episodio anterior los orígenes y el ascenso al poder del duque, nos centraremos ahora en el desarrollo de su valimiento marcado por la corrupción y la pérdida del favor real hasta su caída definitiva en 1618. Todo ello narrado a través de las voces de coronistas de la época, de sus contemporáneos e incluso del propio duque.
Si aún no han escuchado el cielo inalcanzable, cuyos capítulos completos ya están disponibles, esperamos que este episodio les despierte la curiosidad y les anime a sumergirse en esa red de secretos, pasiones y poder. La corrupción y el traslado de la corte, entre los hechos más conocidos y controvertidos del gobierno de Felipe III y su valido el duque de Lerma, destaca uno que marcaría el destino de los protagonistas del cielo inalcanzable, el traslado de la corte de Madrid a Valladolid en 1601 y su posterior regreso en 1606. Oficialmente se justificó con motivos de salubridad y de descentralización.
Madrid se había vuelto inhabitable, ruidosa, populosa, entregada al vicio. Desde que la corte se estableció allí en 1561, la ciudad pasó de unos 16.000 a casi 90.000 habitantes. No había espacio ni intimidad para el rey. Los consejos se reunían en el mismo alcázar donde vivía su majestad. El murmullo del pueblo se colaba por los muros del poder. La ciudad sufría una crisis constante de subsistencia.
Faltaba el pan, escaseaba el agua limpia y durante la última enfermedad de Felipe II llegó a temerse un motín. ¿Era lógico que la capital del mayor imperio del mundo viviese así? ¿En tensión? ¿En hacinamiento? ¿En el ruido? Valladolid ofrecía lo que Madrid no podía. Paz, orden, dignidad. Una ciudad en el corazón de Castilla con universidad, catedral, inquisición, real chancillería, conventos, hospitales y junto al pishuerga, quintas y casas de recreo donde la corte podía respirar y el rey gobernar. La junta que estudió el traslado de la corte propuso tomar medidas para evitar que Valladolid repitiera los mismos errores que Madrid.
Entre ellas se contempló establecer controles estrictos sobre quién podía residir en la nueva capital con el fin de evitar un crecimiento desordenado y preservar la dignidad y el orden que exigía la presencia real. Se mandó con mucho celo que sólo pudieran vivir en Valladolid quienes tuvieran causa justificada y oficio cierto.
Con la mudanza se conseguiría el fin que se ha pretendido, desterrar los vagabundos y ociosos de la corte, esos que están en ella sin necesidad. Digo yo que a las viudas honradas le cerraron la puerta y a otras mujeres que iban a ganarse el pan, pero las cortesanas las dejaron pasearse por Valladolid como si tal cosa.
Y claro, eso lo notó todo el mundo, no faltaron lenguas ni miradas. También se esgrimieron razones territoriales y de descentralización para justificar el traslado de la corte, dejar descansar al sur de la meseta y revitalizar el norte. El toledano Matías de Novoa en su reflexión sobre el fenómeno expresaba que la mancha estaba agotada de alimentar la corte y que el traslado serviría para dar nuevo alimento a Castilla la Vieja que se despoblaba poco a poco. Dicen que era por dar descanso a la mancha y tanto que descansó, pero el que no va a descansar soy yo. Si el rey se va, se van los criados, los nobles, los mercaderes y los sedientos. ¿Quién me va a llenar mi lata?
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