Dante Gebel #926 A mi manera i1a43

El mensaje de hoy trata acerca de cómo ser fieles en el desierto, cómo ser fieles en el valle.

Es un mensaje para quienes luchamos, para quienes resistimos.

Es un llamado a aquellos que nos mantenemos amarrados a la fe, aunque sea aferrados a los hilos más débiles, pero ahí estamos permaneciendo y no tiene que ver con escapar del desierto.

Créeme que me encantaría darte un manual de instrucciones para evitar los desiertos y los valles de la vida.

Si lo supiera, no dudaría en compartírtelo, no sería tan canalla de guardarme un secreto así.

Nada me haría más feliz que compartirte una fórmula mágica que nos explique toda nuestra desilusión y conecte todos los puntos de nuestra vida, de manera que digamos, ah, por eso me está pasando lo que me está pasando.

Si lo supiera, te lo compartiría.

Pero todo lo que tengo para ofrecerte hoy es lo que Dios me ha enseñado a los golpes, a los trancazos, a los porrazos, decimos en mi país, en mi propio caminar, por muchos de mis propios valles y desiertos privados y personales.

Todos tenemos una experiencia esta mañana, tarde o noche, según me vean en casa, conforme el uso horario, en común.

Las oscuras profundidades del valle es el lugar de olvido, de aislamiento, de soledad, de preguntas sin respuesta.

Para algunos solo dura un poco, afortunadamente para algunos los desiertos son una temporada que tiene fecha de inicio y fecha de culminación, pero para otros puede ser a veces la topografía fija que define sus vidas.

Hay gente que está circunscrita a un desierto, a un valle, confinados a una enfermedad, a medicamentos de por vida, a tratamientos, a rebeldía con sus hijos y parece que no tiene fecha de caducidad ese desierto.

Entonces es posible que ahora mismo estés preguntándote cuánto más puedes soportar o cuánto más te queda para dar y dices ya estoy llegando a mi situación límite, creo que agoté mis fuerzas, mis reservas de energía, hice todo lo que se supone que debo hacer, oré, clamé, ayuné y no hay cambios en la geografía espiritual que me rodea.

Puede ser la pérdida de un empleo, insisto, unos resultados médicos inesperados, el accidente que nunca anticipaste y que cambió tu vida tal como la conocías, el ministerio que se desmoronó por una razón moral, por alguna frustración, la pérdida de un hijo, la traición de un amigo, la desilusión de los sueños rotos o truncados y todo eso nos deja sin aire como si estuviésemos rodeados pero sin esperanza de rescate, sin siquiera la fe de que vamos a salir de esto.

En la vida, en el desierto, la vida es la profundidad del valle, la vida en el desierto es la tristeza, lo álgido, lo triste y algunos sienten como un puñetazo en el estómago y nunca más se vuelven a recuperar, hablo de un golpe, de un duelo, de un infortunio y sienten literalmente como que les quitaron el aire, como que les pegaron, como se dice en el boxeo, que no hay que hacer debajo del cinturón y están resentidos, sin aire, amargados, pero no solo por sus propias circunstancias sino porque perciben que otros han logrado escalar hasta las rocas más altas y han salido y de repente hay gente que dice, ¿por qué a mí me toca no salir? ¿Por qué a mí me toca quedarme en ese valle de sombras, de oscuridad, de muerte, en el peor de los casos? Sin embargo, mientras que algunos se rinden, otros encuentran en ese mismo desierto un segundo aire, por alguna razón que va a ser, no difícil, pero va a ser complejo de explicar, algunos en ese desierto encuentran un segundo oxígeno para la vida, como que el sufrimiento, y lo hemos hablado en más de una ocasión, los lleva a la sabiduría que no tenían antes, el desierto los quebranta y los lleva a una nueva madurez, a una segunda madurez y descubren, algunas personas, en las crisis, en los valles, una reserva de energía, de fuerzas.