LA CONVERSIÓN: HAY QUE NACER DE NUEVO 5m334t

Querida familia, ¿cuántas cosas en nuestra vida nos gustaría cambiar? Yo estoy seguro de que en tu vida hay muchos aspectos en los que te gustaría crecer, mejorar.

¿En qué cosas, te pregunto yo? Al empezar esta catequesis, ¿tienes este deseo de mejorar, cambiar, renovarte? Todos los que estamos aquí deseamos un cambio profundo en nuestras vidas.

¿Cuántas veces decimos esto? Quiero sacar mi mejor versión, quiero sacar lo mejor de mí.

Necesito un cambio, un aire fresco, una renovación profunda.

Muchas veces vivimos a base de cambios.

Cambio, cambio, cambio, cambio externo, nuevo look.

Cambio las cortinas de mi casa, me cambio de ropa, el estilo de la moda que llevo.

Cambio mi foto de las redes sociales, todo, todo.

Cambio el perfume, ¿cuántos cambios, no? Lo que venimos aquí es a cambiar el corazón.

Yo estoy seguro de que te pasa como a mí, que no te gusta ser mediocre.

A nadie le gusta vivir a medias tintas.

A nadie le gusta el empate en el fútbol.

A nadie le gusta el sin sabor en la comida ni en la vida.

Estoy seguro de que no te gusta sacar un 5 en un examen.

Quizá alguno diga, mira, para mí un 5 es una maravilla porque he ido justo.

Bueno, pero estoy seguro de que aspiras a más.

Tú aspiras a algo más en tu vida.

¿Por qué te pregunto todo esto? Porque mira, si tienes este deseo de vivir al máximo, si tienes este deseo de vivir al 100% tu vida y de no conformarte con una vida mediocre, gris, a medias, si tienes el deseo de ser el mejor padre, la mejor madre, el mejor esposo, el mejor abuelo, el mejor hermano, el mejor hijo, el mejor estudiante, trabajador, profesional, si tienes el deseo de ser el mejor sacerdote, el mejor católico, esta catequesis es para ti.

Esta catequesis, como este canal, La Tiempo y el Destiempo es para ti.

Así que te puedes suscribir y también te puedes enterar de las novedades que vamos a ir ofreciéndote.

Hoy empezamos con esta catequesis en este tiempo de cuaresma sobre la conversión, ¿vale? Entonces, si os parece, vamos a empezar proclamando la palabra de Dios, que es lo más importante, luego ya os podéis dormir si queréis, porque lo que yo os voy a decir seguro que no es tan interesante.

Aunque he de confesaros que he invocado al Espíritu Santo para que ilumine estas palabras.

Pues bueno, con este deseo de la conversión, escuchamos este Evangelio y lo comentamos a ver si en este tiempo de cuaresma el Señor nos da esta gracia.

Del Evangelio según San Juan, vamos al capítulo 3.

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío.

Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo, Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.

Jesús le contestó, en verdad, en verdad te digo, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le pregunta, ¿cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? Jesús le contestó, en verdad, en verdad te digo, el que no nazca de agua y de espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que nace de la carne es carne.

Lo que nace del espíritu es espíritu.

No te extrañes de que te haya dicho, tenéis que nacer de nuevo.

El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.

Así es todo el que ha nacido del espíritu.

Nicodemo le preguntó, ¿cómo puede suceder eso? Le contestó Jesús, tú eres maestro en Israel, ¿y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo, hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio.

Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado, el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del unigénito de Dios.

Este es el juicio, que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.

Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz.