EL Conde de Montecristo -Capitulo 22 Tomo 5 - Audiolibro (Alejandro Dumas) 3u2919

Capítulo veintidós la ley hemos visto la tranquilidad con que las señoritas de tan larga idear mili habían hecho su transformación y emprendido su fuga debieron esa tranquilidad a que cada cual estaba bastante ocupada en sus asuntos para no mezclarse en los de los demás dejaremos al banquero con la frente bañada de sudor alinear a la vista de la bancarrota las inmensas columnas de su pasivo y seguiremos a la baronesa que después de haber permanecido un instante aterrada con la violencia del golpe que la hiriera había ido en busca de su consejero ordinario lucía nos libre y con tapa la baronesa con que aquel matrimonio la librería de una tutela la que con una muchacha del carácter de eugenia no dejaba de ser incómoda porque la especie de contrato tácito que sostienen los lazos de la jerarquía social la madre no es verdaderamente dueña de su hija sino con la condición de ser continuamente para ella un ejemplo de moralidad y un tipo de perfección ahora bien a la señora tan claras de la perspicaz de eugenia y los consejos de luisa de army había observado ciertas miradas de señoras lanzadas por su hija libre y las que parecían significar que su hija conocía todas misterios de sus relaciones amorosas y pecuniarias con el secretario íntimo mis otras que una interpretación más hágase más profunda hubiera por el contrario demostrado a la baronesa que eugenia las detestaba no porque era la piedra de escándalos de la casa paterna sino porque la colocaba en la categoría de los bípedos que platón nos llama hombres y diógenes designa con la denominación de animales de dos pies y sin plumas la señora tan claras a su modo de ver y desgraciadamente todos en el mundo tenemos nuestro modo de ver que nos impide conocer el de los demás la señora tan clara decimos lamentaba infinitamente que el matrimonio de eugenia no porque fue estos dejase de ser conveniente sino porque la privada de su entera libertad corrió pues como hemos dicho a casa de libre y que después de haber asistido como todo parís a la firma del contrato y al escándalo que hubo en ella se retiró a su club donde con algunos amigos hablabas del suceso que era temas de todas las conversaciones en las tres cuartas partes de la ciudad eminentemente chismosa llamada la capital del mundo cuando la señora tan claras vestidas de negro y cubierta con un velo subía la escalera que conducía la habitación de libre a pesar de haberle dicho el conserje que no estaba se ocupaba el en rechazar las insinuaciones de un amigo que procuraba demostrarle que después del suceso escandaloso que se había producido todo era su deber como amigos íntimos de la casa casarse con eugenia y sus dos millones de frei se defendía como hombre que quiere ser vencido por aquella idea se había presentado muchas veces a su imaginación más como conocía a de eugenia y sabía su carácter independiente y altas nero tomaba de vez en cuando una actitud defensiva diciendo que aquella unión era imposible dejándose con todo dominar interiormente por aquella mala idea que según todos los moralistas preocupa incesantemente el hombre más puro y honrado velando en el fondo de su alma cual tras la cruz el diablo que el te el juego y la conversación interesante como se ve pues se discutían graves interesantes duraron hasta lagunas de la madrugada entretanto la señora dan clases introducida por el criado de luciano en su habitación a esperaba con el velo echado sobre el rostro y con el corazón palpitante en el pequeños salón verde entre dos grandes floreros que ella misma el envío por la mañana y que había arreglado tan cuidadosamente que hizo que la pobre mujer le perdonar a su ausencia a las once y cuarenta minutos la señora tan claras cansado de esperar inútilmente monto en un carruaje y se hizo conducir a su casa las mujeres desierto rango tienen de común con las recetas que no vuelven jamás después de medianoche cuando van alguna aventura la baronesa centro en su casa con la misma precaución con que eugenia había salido de ella sufrió pronto y con el corazón oprimido la escalera de su cuarto contigo como se ve al de eugenia temía dar lugar a comentarios y creía firmemente la pobre mujer respetable al menos en este punto en la inocencia de su hija y en su fidelidad al hogar paterno cuando llegó a su cuarto escucha las puertas de eugenia y no oyendo ruido quiso entrar pero estaba co ruido al prestigio creyó que eugenia fatigados de las terribles emociones de la tarde se había costado y dormía llamó a la camarera