Con otro sol - Diego Angelino 2k1l4v

Narrar huellas, narrar inminencias, narrar restos, narrar olvidos.

Lo que está por pasar o lo que acaba de pasar, lo que parece haber acontecido apenas, lo que se diría que desaparece incluso mientras está sucediendo.

Es un arte de narradores seximios.

Y Diego Angelino es, sin dudas, uno de ellos.

Hola, ¿cómo están? Hola, ¿cómo están? Soy Ceci Bona, esto se llama Audiolibros, ¿por qué leer? Y hoy les voy a leer con otro sol del escritor argentino Diego Angelino.

No conocía a Diego Angelino hasta que Eterna Cadencia, editorial independiente de Argentina, editó sus cuentos completos.

Un escritor nacido en Entre Ríos en 1944, que vive en la Patagonia, estos detalles los estoy leyendo desde la solapa del libro Cuentos Completos, que tiene un prólogo de Martín Cogan y es de ese prólogo que les compartí un fragmento recién cuando hacía la apertura del podcast.

Estos son cuentos que transcurren en una población rural que se entrecruzan, personajes y situaciones, y la intención de Diego Angelino es que, a medida que avanzamos, línea a línea, no solo nos encontramos con ese paisaje y con esos personajes a través de un lenguaje poético, sino que también nos permite acceder a imágenes muy sensoriales, como las van a poder escuchar en el cuento que les voy a leer.

Es un libro que está basado en la historia de Diego Angelino y es un libro que está basado en la historia de Martín Cogan.

Es un libro que está basado en la historia de Diego Angelino y es un libro que está basado en la historia de Diego Angelino porque la narrativa que utiliza es una narrativa muy sencilla, pero al mismo tiempo cargada de sentido.

Fíjense que, además, Diego Angelino participó en muchos concursos de cuentos, de textos, desde que empezó a escribir, y en algunos, por ejemplo, el jurado que lo premió estaba integrado por Borges, Vioy Casares, Alicia Jurado, Eduardo Mallea.

Es un premio mismo que te premie, valga la redundancia, un jurado integrado por estos nombres, ¿no? El cuento de hoy, con otro sol, es un cuento de un final.

Y con esto les estoy diciendo ya un montón.

Que lo disfruten.

Ahora todavía no golpea la luna sobre las ramas del monte.

Ahora es noche todavía.

La noche del monte, la verdadera noche, es una sola sombra de árboles sobre un cielo oscuro.

Abrió los ojos y no se preguntó qué le había pasado.

Ni siquiera qué le estaba pasando.

Abrió los ojos y trató de ver entre las sombras, acostumbrándose, asombrándose un poco por esa oscuridad que había venido sobre él y sobre el monte desde la tarde, desde que él había caído.

Porque eso fue lo primero que recordó.

No el golpe, ni siquiera la boca de la vizcachera amenazando de pronto desde la vieja costumbre de pasar al galope justo sobre la tierra removida.

La tarde era la que estaba todavía demorada sobre los ojos.

El último sol de la tarde estaba aún donde ahora los ojos no veían otra cosa que sombras.

Recordó la tarde y todavía no se preguntó qué le había pasado, qué le estaba pasando, sino que se dijo cuándo carajo va a salir la luna.

Estuvo así, un largo rato abriendo desmesuradamente los ojos contra las sombras, como si el sol que había dejado y la luna que sin duda estaba por llegar pudieran servirle de algo.

Palpó a tientas alrededor el suelo frío de la noche y no hubo nada más que pasto hasta que la mano encontró la boca de la vizcachera, que era una sombra un poco más oscura.

La mano siguió así, suspendida un momento por donde subía el halo tibio de la tierra.

Y de golpe fue como si la mano, y no él, hubiera comprendido, porque dejando la boca de la cueva fue a posarse sobre el vientre, encima de la herida por donde se escapaba su propio calor sanguíneo lento.

Y a través de la mano supo que iba a morir y, sin embargo, volvió a recordar la tarde y se alegró casi al ver que la luna empezaba a erguirse sobre los árboles.

Y vio, y se alegró también de ver al oscuro, que ramoneaba espartillos ahí nomás al lado suyo.

Recién entonces se dio cuenta de que lo había estado sintiendo desde que despertó.

Había sido él.