Computación biológica 1l2z6b

Muy buenas noches, escuchantes, y bienvenidos al pasadizo.

Un paseo poco transitado que pueda despertar en la mente una reflexión nueva.

Quizás una idea más, o puede que incluso un nuevo color.

Un color que incienda una chispa que pueda brillar en la oscuridad.

Muy buenas, escuchantes. ¿Qué tal por ahí? En esta ocasión nos adentraremos un poco en el mundo de la computación biológica.

Un poco en su historia, en el presente, y quién sabe si en el futuro.

Hace casi un cuarto de siglo, en 2002, Evelyn Fox Keller, una destacada historiadora y filósofa de la ciencia que estaba asociada al prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts, escribió un libro que causó cierto impacto.

La obra publicada en Harvard University Press se titula Dando sentido a la vida.

Explicando el desarrollo biológico con modelos, metáforas y máquinas.

Este libro ha sido ampliamente citado.

En una búsqueda simple que hemos realizado, encontramos al menos 664 citas en el ámbito académico, y es por tanto una referencia clave en la filosofía de la biología.

En Making Sense of Life, que es así en su título original en inglés, Keller explora cómo los científicos utilizan modelos, metáforas y máquinas para comprender el desarrollo biológico.

Analiza cómo estas herramientas influyen en la forma en que se conceptualiza la información biológica y también el desarrollo de los organismos.

El libro destaca la importancia de las metáforas en la construcción del conocimiento científico y cómo estos conceptos pueden tanto iluminar como limitar nuestra comprensión de los procesos biológicos.

Es un primer acercamiento filosófico entre la máquina y la biología.

Siete años después, en 2009, Keller publica otro trabajo, que si bien no ha sido tan citado, no es menos interesante.

Lo tituló Repensar el significado de la información biológica.

A lo largo de la historia de la biología molecular, el significado primario de la información biológica es un código lingüístico basado en palabras.

Este código lingüístico es lo que se ha denominado la metáfora del código genético, que es una forma de describir cómo la información contenida en el ADN, que es la base de las estructuras de la vida, se traduce en proteínas dentro de las células.

Esta metáfora compara las secuencias de nucleótidos del ADN con un lenguaje o código que instruye a las células sobre cómo ensamblar proteínas específicas.

¿Qué implica esta metáfora? Pues en términos biológicos, el ADN, por explicarlo un poco, está compuesto por cuatro bases nitrogenadas, adenina, citosina, guanina y timina.

En el ARN, además, la timina es reemplazada por el uracilo.

Estas bases se organizan en secuencias de tres nucleótidos llamados codones, como si fuera una sílaba de tres letras, y cada uno de estos codones especifica o genera un aminoácido particular, los componentes básicos de las proteínas, digamos.

Y a partir de estas proteínas se configuran los diferentes órganos, sistemas biológicos, los organismos, los seres vivos, en definitiva.

Es decir, ese código genético es como si fuera nuestro ADN de cada individuo y de cada especie.

Pero Keller argumenta que esta metáfora de este código no captura ni la variedad ni la riqueza de los procesos que realmente ocurren, por los cuales las secuencias de nucleótidos informan los procesos biológicos.

Por tanto, la investigación de entonces ya demostraba que las secuencias de nucleótidos informan no sólo el desarrollo, sino también la herencia y la evolución.

Y lo hacen de muchas maneras.

Pero la importancia de este trabajo radica en la afirmación de Keller sobre el poder de las secuencias de ADN para informar estos procesos que sería más rico y quizás mucho mayor de lo que permite la comprensión convencional de la información genética.

Como cuando intentamos explicar una sensación, una experiencia o cualquier otra cosa con palabras.