¿Cómo Vivir en el Campo Sin Renunciar a Tu Trabajo en la Ciudad? 5c2121

¿Vives cerca del lugar donde trabajas o trabajas cerca del lugar donde vives? ¿Condiciona tu trabajo el lugar donde vives? ¿Te gustaría vivir en otro lugar, quizá en el campo, pero tu trabajo está ahí, en la ciudad, y te sientes atado a ello? Hoy te muestro, a través de ejemplos, que es posible vivir fuera de la ciudad, pero manteniendo tu trabajo. Y no, no hablo de teletrabajo.

Si te quedas un rato conmigo, te cuento.

Soy Raquel Sánez, y este es el espacio de la ciudad al campo, el lugar donde te hablo de cómo se hace eso de irse al campo, y de cómo es vivir en el campo. Si te interesa este tema, si estás pensando en hacer ese cambio de vida, apúntate a mi lista de correo, porque cada semana comparto mucha más información, reflexiones, ideas, experiencias, en fin, todo un contenido exclusivo que sólo comparto con mis suscriptores por email.

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Muchas personas quieren vivir en el campo, en un pueblo tranquilo, pero se sienten condicionadas por su puesto de trabajo. No, no todo el mundo puede hacer teletrabajo, ni siquiera en puestos donde sería factible que lo hubiese.

Y el hecho de tener ese puesto de trabajo, de llevar muchos años, de tener una antigüedad en ese sitio, condiciona mucho el estar atado ahí, sin poderte mover.

Hay personas que sufren el vivir en una ciudad donde el precio de los alquileres aumenta sin cesar, donde viven precariamente por causa de esto, pero se sienten atados al lugar, porque está ahí su trabajo. Por eso quiero darte otra visión. Y no, no es dejar el trabajo ni buscar otro.

Eso es otro tema. Vamos a partir de la idea de que quieres mantener tu trabajo en la ciudad, pero quieres vivir en el campo, en un pueblo, en un lugar más tranquilo.

Esto que te voy a contar no es la solución absoluta. Todo tiene sus pros y contras, pero es una realidad. Como he contado en otras ocasiones, yo viví durante 17 años en un pequeño pueblo de la provincia de Lleida.

Ese pueblo estaba a 150 kilómetros de Barcelona.

Tenía una estación de tren a 9 kilómetros, pasaban cuatro trenes al día hacia Barcelona y cuatro de vuelta hacia Lleida.

Viviendo en ese pueblo me surgió la posibilidad de participar en un proyecto muy interesante para mí.

El único problema es que tenía que ir a Barcelona cada día durante cinco meses.

Estuve a punto de rechazar esa colaboración, pero entonces lo analicé de manera práctica.

Tenía la posibilidad de salir de casa a las 7 menos 10 de la mañana, coger el tren de las 7 a Barcelona y llegar al despacho donde iba a hacer ese proyecto a las 10 menos cuarto.

Pasar el día trabajando en el proyecto, coger el tren de vuelta a las 7 de la tarde y llegar a casa sobre las 9 menos cuarto de la noche.

Casi cuatro horas de trayecto, sí, pero no eran horas perdidas. De hecho acepté participar en el proyecto y lo hice así.

Cada día salía de casa, al principio estuve de enero a mayo, al principio era de noche, cuando empezó la primavera ya de día con un paisaje espectacular y viendo salir el sol durante el trayecto de cinco minutos en coche hasta la estación.

Durante ese trayecto en tren dormía, leía, escribía, pensaba en mis cosas o simplemente disfrutaba del maravilloso paisaje que discurre entre campos de olivos y almendros, campos de cultivo, algún riachuelo, montañas y luego la preciosa costa dorada, mi maravilloso Mediterráneo.

Hasta llegar a Barcelona. Una vez allí caminaba 15 minutos por el Eixample barcelonés hasta el despacho disfrutando de la maravillosa arquitectura de Barcelona y de una ciudad que empezaba cada mañana con muchísima energía.

Y de vuelta lo mismo, a veces salía antes del despacho y aprovechaba pues para hacer alguna cosa por Barcelona, para visitar a familiares o para quedar con amigos, pero siempre volvía a casa.

Y qué gustazo llegar de vuelta a la estación, coger el coche y conducir esos cinco minutos por una carretera de sierra