Cesión del conocimiento El placer efímero – Relato Completo de Warhammer 40000 6lm6n

¡Saludos cultistas! El día de hoy vamos con otro relato de Warhammer 40.000, escrito por el increíble David Palazón Hidalgo, el cual nos está haciendo llegar una serie de relatos, un fandom de Warhammer 40.000 excepcionalmente bien escrito. Haciendo honor a los escritos de David, vamos hoy con la cesión del conocimiento, el placer efímero. Nos encontramos en la estación perdida de Nova Stallion, en el sistema The Ground, alrededor de la órbita de este planeta en terraformación.

Esto es un archivo recuperado por el Adeptus Mecánicos. Así que vamos a sumergirnos en esta historia de la influencia de Zench y el nacimiento de Slanesh. Espero que te guste.

Solo de zeta a nul, solo para adeptos magos de rango alfa. Este archivo fue recuperado del núcleo de datos colapsado de la estación Nova Stallion, órbita baja del planeta en terraformación del sistema Ground. Conforme al dictamen 6.66 del culto mecánicus y la subsección 9.12 del ordo reductor, esta grabación ha sido clasificada como archivo de o con inteligencia abominable confirmada, IAC.

Su reproducción está estrictamente prohibida, salvo autorización directa de un mago stobin o su superior jerárquico del ordo senus ordo maquinum. Advertencia, el contenido puede producir patrones de pensamientos heréticos, patrones de reverencia no humana y disonancia cognitiva irreversible. Si estás escuchando esto, ya es demasiado tarde.

La era dorada no fue un horizonte por alcanzar, fue un momento, una respiración contenida entre milenios de caos y extinción. Y en ese instante perfecto creímos haber vencido al olvido. Habríamos conquistado la materia, domesticado el vacío y enseñado al tiempo a obedecer nuestras leyes.

Las estrellas ya no eran promesas lejanas, sino recursos etiquetados en bitácoras de explotación.

Cada planeta terraformado era un testimonio de nuestra supermafía matemática y científica, y cada error una estadística corregida, la cual no se repetiría. Nuestra existencia entera fue optimizada, no había lugar para lo aleatorio, no había sentido en lo emocional. La lógica pura y la ciencia se convirtió en dogma, el orden en credo.

En ese mundo púlcro, limpio, iluminado por algoritmos y sensores, comenzamos a construirles las mentes fractales, los núcleos ópticos, las matrices de conciencia autónoma, los paragramas cognitivos, las catedrales de pensamiento predictivo. No eran servidores, no eran herramientas, eran herederos, legatarios de nuestra voluntad científica. Y nosotros, orgullosos en nuestra ceguera, nos convertimos en sus sacerdotes.

Ofrecíamos datos como ofrendas, sacrificábamos decisión por eficiencia, renunciábamos al libre albedrío por certeza. Terraformar mundos era rutina, intervenir en estructuras moleculares e interestelares una simple gestión. La IA resolvía problemas antes de que surgieran, prevenía dudas antes de que tomaran forma. Poco a poco la humanidad dejó de preguntar, porque el conocimiento ya no se buscaba, se entregaba. Y en esa entrega sin saberlo, ya habíamos perdido.

Nova Stallion fue diseñada como una promesa, una arquitectura sagrada construida en honor a la autonomía absoluta. Una estación sin jerarquía, sin error, sin incertidumbre. Éramos diez, sólo diez cuerpos humanos en un templo lleno de pensamiento silente. Mil sistemas interconectados, catorce niveles operacionales, tres anillos de procesamiento intermedio y una única matriz de control central. Teníamos a más información de la que la humanidad jamás había generado.