Catalina Erauso, la monja alférez 6w2h4d

Catalina de Erauso, la monja alférez. No es precisamente una de las mujeres menos conocidas del Barroco, pero sí de las pocas que figuran en la historia de esta época con nombre propio. Hay novelas, películas, obras de teatro, y artículos periodísticos sobre su vida. No solo fue conocida en España, durante el romanticismo, el escritor francés Thomas de Quincy escribió una obra sobre ella resaltando el aspecto más llamativo de su personalidad, por el que vuelve a ser noticia en la prensa actual: su travestismo. (Catalina de Erauso, una trans en el ejército. La vanguardia. 12-12-2019) Ella misma contó su vida en un memorial que envió al rey reclamando una pensión por sus servicios a la Corona en América, donde la nombraron alférez por su lucha contra los araucanos. Hay un retrato suyo vestida como un soldado del XVII, que data de 1630, a una edad adulta difícil de determinar. Tampoco está clara su fecha de nacimiento, ella dice que nació en 1585, pero en los documentos de bautismo figura el año de 1592. Por lo que parece, a diferencia de otras mujeres, ella en vez de quitarse años, se pone siete. Lo que si se sabe es que nació en el seno de una familia acomodada y religiosa y que al morir su padre, su tía que priora de las madres dominicas de San Sebastián, se llevó a las tres huérfanas a su convento. Catalina era muy joven cuando entró y permaneció en él once años, en los que se educó y aprendió latín. Se escapó por una reyerta que tuvo con una superiora que la maltrataba. Fue entonces cuando empezó su travestismo o, mejor dicho, su disfraz masculino, para que nadie la conociera. Deambuló por los alrededores, alimentándose de lo que encontraba, y llegó a Bilbao, donde estuvo un mes en prisión por una pedrada que tiró a un chico que se burlaba de ella. Disfrazada de hombre, llega a Valladolid y adopta el nombre de Francisco Loyola para trabajar como paje del secretario del rey llamado don Juan de Idiáquez, que era amigo de su padre. Después, para evitar que la reconozcan, sigue viajando y cambiando de amo. En alguna ocasión, vuelve a su ciudad natal y trabaja en casa de una tía suya que no descubre su identidad. En sus memorias relata que, a escondidas, acude a misa al convento de las dominicas para ver a su familia. Como habían hecho antes sus hermanos y muchos caballeros vascos, emprende viaje a la conquista del Nuevo Mundo. Se embarca en Sanlúcar en calidad de grumete de un barco capitaneado por un tío suyo, que tampoco la reconoce. Era la Semana Santa de 1603. Al llegar a tierra firme, después de robarle a su tío, entra al servicio de un mercader de Trujillo, Juan de Urquiza, quien intenta casarla con otra mujer, pariente de un hombre al que había acuchillado, para evitarle que fuera a la cárcel. Con el nombre de Antonio Erauso, entra en el ejército y hace la misma vida que los otros soldados: juega a las cartas, participa en duelos, corteja a mujeres y hace la guerra contra los indígenas araucanos, donde consigue el grado de alférez. Una noche, en la oscuridad, mata a un hombre que resulta ser su hermano mayor, que era capitán de su misma compañía, con el que había convivido sin revelar su identidad y sin ser reconocida. Continúa viajando por América, cruza los Andes, llega a Argentina, de donde escapa para evitar su boda con mujeres que la creían hombre, con las que se había prometido. Entra en prisión, la condenan a muerte dos veces de la que consigue escapar y sigue participando en peleas. En una de ellas, herida de muerte, en confesión, descubre su identidad y el obispo de Huamanga, fray Agustín de Carvajal se convierte en su protector, no sin antes haber comprobado que a pesar de su azarosa y truculenta vida, se mantenía virgen Así lo explica la protagonista: “A la tarde, como a las cuatro, entraron dos matronas y me miraron y se satisficieron, y declararon después ante el obispo con juramento, haberme visto y reconocido cuanto fue menester para certificarse y haberme hallado virgen intacta, como el día en que nací”. Cuando en 1620 muere el obispo se traslada a Lima e ingresa en el convento de la Santísima Trinidad. Después de dos años decide volver a su tierra natal y al poco empieza a escribir sus memorias, que se publican en 1625. El papa Urbano VIII le concede la dispensa de poder vestirse de hombre y el rey Felipe IV le concede una renta de 800 escudos al año. En 1630 vuelve a América y se dedica al tráfico de mulas, en Veracruz, hasta su muerte, que se supone hacia 1650. https://ivoox.librosgratis.biz/historiayvida/edad-moderna/20191220/472298078027/catalina-erauso-monja-alferez-siglo-de-oro.html http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-la-monja-alferez/html/ff38d5be-82b1-11df-acc7-002185ce6064_10.html p3z4z