
Descripción de El camino de los reyes - Capítulo 2 5h4654
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Dos el honor ha muerto diez órdenes nos llamaron una vez porque nos has olvidado todopoderoso esquirla de mi alma donde ha sido recogido el segundo día de kaká año mil ciento setenta ayuno cinco segundos antes de la muerte el sujeto era una mujer ojos claros en su tercera década ocho meses más tarde el estómago de cala de un gruñido cuando extendió la mano a través de los barrotes y acepto el cuenco de bazofia introdujo el pequeño tazón de entre los barrotes lo lees que hoy luego hizo una mueca mientras la jaula empezaba a rodar de nuevo el mejor que gris pastoso estaba hecho de grano de talento demasiado cocido y este en concreto estaba sazonado con trozos de la comida del día anterior por repugnante que fuera era todo lo que podría conseguir empezó a comer viendo pasar el paisaje con las piernas asomando entre los barrotes los otros esclavos de su jaula agarraron sus cuencos con gesto protector temerosos de que alguien pudiera robárselos uno de ellos trato de robarle la comida cala dina el primer día casi le rompió el plaza que el hombre ahora todo el mundo lo deja en paz y eso le parecía bien comió con los dedos ignorando la suciedad había dejado de reparar en la suciedad hacía meses odiaba a sentirse parte de la misma paranoia que mostraban los temas como podía no hacerlo después de ocho meses este palizas privaciones y brutalidad combatió la paranoia no se volvería igual que ellos aunque hubiera renunciado a todos los demás aunque se lo hubieran arrebatado todo aunque ya no tuviera ninguna esperanza de escapar esto lo conservaría era un esclavo pero no tenía porque pensar como uno de ellos término lentamente el mejor cerca de él uno de los otros esclavos empezó a ser débilmente había diez esclavos en el carro mató todos hombres sucios y de para pastas creadas era uno de los tres carro matos que avanzaban en caravana por las montañas y reclamadas el solar día con un blanco rojizo en el horizonte como la parte más calientes del fuego de un herrero iluminaban las nubes con un chorro de color pintado des cuidadosamente sobre un lienzo cubiertas de altas y monótonas hierbas perder las montañas parecían interminables en un mono artículo cercano una pequeña figura rebote apa entre las plantas lanzando como un insecto nervioso la figura era amorfa vagamente transparente los vientos eran espíritus maliciosos que tenían la manía de quedarse donde no eran queridos la dina vía albergado la esperanza de que éste sea volviera y se marchara pero cuando intento de apartar su cuenco de madera descubrió que se le había pegado a los centros el vientos prensa río paso fumando poco más que un lazo de luz sin forma cala de mal dijo sacudiendo el cuenco los vientos plena menudo gastaban ese tipo de bromas tiro del cuenco y finalmente se soltó gruñendo lo lanzó a uno de los otros esclavos el hombre empezó a lamer rápidamente los restos de la porquería susurro una voz canadiense volvió a mirar hacia un lado un esclavo de piel oscura y pelo enmarañado se arrastraba hacia el con timidez como temiendo que latín se enfadada no eres como los temas los negros ojos del esclavo se dirigieron hacia la frente de calabacín que lleva tres marcas las dos primeras componían un par de grifos que le habían dado hacia ocho meses su último día en el ejército de amaranto la tercera era más reciente concedida por su amo más reciente decía el último grifo peligroso el esclavo tenía la mano oculta entre sus harapos un cuchillo no eso era ridículo ninguno de estos esclavos podría haber ocultado un arma las hojas ocultas que cala de ing llevaba en el cinturón eran lo máximo que podía uno lograr pero los viejos instintos no podían ser desterró lados fácilmente así que calas sin vigiló esa mano he oído hablar a los guardias continuó diciendo el esclavo acercando
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