
Descripción de Las calles de bruma 6v2e4r
Dicen que los monstruos no existen... pero eso es porque nunca han vivido en un barrio como este. En las afueras de la ciudad, cuatro amigos empiezan a notar una presencia inquietante: una figura alta, sin rostro, que no camina… pero te ve. Todo comenzó con una advertencia y terminó en una pesadilla de la que no todos salieron. ¿Qué harías si supieras que algo te observa cada noche, esperando el momento en que estés solo? Este episodio te sumerge en una historia de terror urbano con toques paranormales, suspenso psicológico y un entorno tan real como inquietante. Perfecto para amantes del horror narrativo, creepypasta y relatos oscuros. 6464f
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Bienvenido. Te acercaste al fuego buscando calor, pero lo que encontraste fue algo muy distinto.
Las historias que escucharás se envolverán en un manto de misterio, miedo y oscuridad.
¡Apaga las luces! Deja que el crepitar de la hoguera sea tu compañía.
¡Esto es terror junto a la hoguera! ¿Estás listo para quedarte hasta el final? Las calles de bruma, por y punto, dicen que los monstruos no existen.
Pero eso es porque nunca han vivido en un barrio como el nuestro.
Un grupo de casas iguales, todas grises, todas apagadas.
En las afueras de la ciudad, justo donde empiezan los descampados y terminan las certezas, éramos solo cuatro. Clara, Javi, Nico y yo.
Siempre los mismos. Siempre ahí.
Hasta que todo empezó a torcerse.
Clara fue la primera en notarlo.
Hay algo por la calle, nos dijo una noche.
Una figura muy alta. No camina, no se mueve.
Pero cuando la miras, sabes que te ha visto.
Nos reímos. Decidimos no hablar más del tema.
Pero entonces, Nico la vio también.
Volvía tarde de casa de su abuela.
Nos mandó un audio.
Su voz temblaba.
Está parada bajo la farola.
No tiene cara.
¡No tiene cara! Y luego...
¡Nos está mirando! Silencio.
Su móvil se desconectó.
Esa noche salimos a buscarlo.
Solo encontramos su bici y marcas en el suelo.
Como si alguien hubiese sido arrastrado.
Después de eso, fue como si algo se hubiera roto.
Las noches se volvieron densas.
Como si el aire pesara.
Las farolas parpadeaban más de seguido.
Y la figura, vez más cerca.
Javi empezó a hablar solo.
Decía que soñaba con ella.
Me habla.
No con palabras.
Con imágenes.
Una noche salió al patio a fumar.
Solo cinco minutos.
Escuché el portón abrirse.
Después...
Nada.
Solo el sonido de algo húmedo arrastrándose por el suelo.
Y un susurro que no entendí.
Como un canto.
O un lamento.
Clara y yo nos encerramos.
Tapamos ventanas.
Apagamos luces.
Pero no servía de nada.
Ella...
Sabía dónde estábamos.
Dónde estábamos solos.
¡Una noche! Clara me llamó.
Está en la ventana.
Está ahí.
No la mires.
Le dije.
No le abras la puerta.
No necesita que abra.
Susurró.
Ya está dentro.
La llamada se cortó.
Y un minuto después...
Todas las luces de la casa...
Arpadearon.
Una...
Dos...
Tres veces.
Desde entonces...
Estoy solo.
Aunque no del todo.
Cada noche...
Bajo la farola.
Inmóvil.
Su silueta...
Es más delgada ahora.
Más cercana.
No duerme.
No respira.
Solo espera.
Y a veces...
Cuando todo está en silencio absoluto...
La escucho.
La escucho caminar dentro de mi casa.
No se va.
Nunca se va.
Solo está...
Esperando...
A que mi espíritu decaiga...
Y esté solo.
Y cuando lo esté...
Cuando finalmente baje la guardia...
Será...
Que así...
Las chavas devoraron el último susurro de la noche.
Pero ahora te toca a ti.
Sí, a ti.
Que estás al otro lado de mí.
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