
El barril de amontillado | AUDIOLIBRO | Edgard Allan Poe 3s4e3a
Descripción de El barril de amontillado | AUDIOLIBRO | Edgard Allan Poe 651g3k
🎙 APOYA A TU CUENTACUENTOS FAVORITO ¿Te ha gustado el episodio? Suscríbete y apoya el podcast para que pueda seguir creando nuevas historias. 📚 SERVICIOS CREATIVOS ✔️ Producción y distribución profesional de audiolibros ✔️ Asesoría literaria personalizada ✔️ Escritura por encargo ✔️ Maquetación y publicación en digital y papel 📩 o: [email protected] 🌐 DESCUBRE MÁS EN ellorian.es Accede a: ✅ Episodios anticipados y exclusivos para fans ✅ Encuestas para elegir próximas obras ✅ Contenidos extra: música original, reflexiones, tomas falsas, psicofonías... ✅ a canal privado en Discord ✅ Descuentos exclusivos en la tienda ✅ Materiales del proceso creativo 🔐 DERECHOS Y LICENCIAS Todos los audiolibros son obras originales, traducidas o con derechos cedidos. No son simples lecturas, sino dramatizaciones profesionales con música, efectos de sonido e ilustraciones generadas por IA. 📜 Protegido por el Real Decreto Legislativo 1/1996 (art. 11 y 21) y registrado en SafeCreative. 🎵 Música y FX bajo licencia de Epidemic Sound y producción propia. 🖼 Imágenes generadas por mí mediante IA. 4s4u3e
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Bienvenido a Eyorian Audiolibros, el barril de amontillado.
Había soportado lo mejor posible los mil pequeños agravios de Fortunato, pero cuando se atrevió a llegar hasta el ultraje, juré que había de vengarme.
Vosotros, que también conocéis mi temperamento, no supondréis que pronuncié la más ligera amenaza.
Algún día me vengaría.
Esto era definitivo.
Pero la misma decisión que abrigaba excluía toda la idea de correr el menor riesgo.
No solamente era necesario castigar, sino castigar con impunidad.
No se repara un agravio cuando la reparación se vuelve en contra del justiciero, ni tampoco se repara cuando no se hace sentir al ofensor de dónde proviene el castigo.
Es necesario tener presente que jamás había dado a Fortunato, ni por medio de palabras ni de acciones, ocasión de sospechar de mi buena voluntad.
Continué sonriéndole siempre, como era mi deseo, y él no se percibió de que ahora sonreía yo al pensamiento de su inmolación.
Fortunato tenía un punto débil, aunque en otras cosas era hombre que inspiraba respeto y aún temor.
Se preciaba de ser un gran conocedor de vinos.
Muy pocos italianos tienen el verdadero espíritu de aficionados.
La mayor parte regula su entusiasmo según el momento y la oportunidad, para estafar a los millonarios ingleses y austríacos.
En materia de pintura y de joyas, Fortunato era tan charlatán como sus compatriotas.
Pero, tratándose de vinos antiguos, era sincero.
A este respecto, yo valía tanto como él materialmente.
Era hábil conocedor de las vendimias italianas y compraba grandes cantidades siempre que me era posible.
Fue casi al oscurecer de una de aquellas tardes de carnaval de suprema locura cuando encontré a mi amigo.
Se acercó a mí con exuberante efusión, pues había bebido demasiado.
Mi hombre estaba vestido de payaso.
Llevaba un ceñido traje a rayas y en la cabeza el gorro cónico y los cascabeles.
Me sentí tan feliz de encontrarle que creí que nunca terminaría de sacudir su mano.
Le dije, mi querido Fortunato, tengo una gran suerte de encontraros hoy, que bien estáis.
Pero escuchad, he recibido un barril que se supone que es amontillado, pero tengo mis dudas.
¿Cómo? Repuso él.
¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! Y en mitad del carnaval.
Tengo mis dudas, repliqué, y he cometido la bobería de pagar el precio completo de el amontillado antes de consultaros sobre este punto.
No podía encontraros y temía perder un buen negocio.
Amontillado, dijo él.
Tengo mis dudas.
Amontillado, repitió.
Necesito aclararlas.
Amontillado, repitió nuevamente.
Como estáis comprometido, iré a buscar a Luchresi.
Si alguno puede decidirlo, será él.
Él me dirá.
¿Luchresi no puede distinguir el amontillado del Jerez? Repuso.
Y sin embargo, muchos opinan que es tan buen catador como vos mismo.
¡Vamos, venid! Dijo.
¿Adónde? ¿A vuestros sótanos? No, amigo, no quiero abusar de vuestros buenos sentimientos.
Observo que estáis comprometido, Luchresi.
No tengo compromiso, ¡vamos! No, amigo mío, no es cuestión solamente del compromiso, sino del severo resfriado que os aflige, según veo.
Los sótanos son húmedos, están incrustados de nitro.
¡Vamos allá, a pesar de todo! Resfriado no significa...
Comentarios de El barril de amontillado | AUDIOLIBRO | Edgard Allan Poe 5n66x